A fines de 2019 Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, se impuso en las elecciones general de Uruguay, dejando atrás 15 años del Frente Amplio en el poder. Años marcados por los liderazgos de José “Pepe” Mujica y Tabaré Vázquez. Desde entonces, el movimiento de izquierda entró en un “proceso de renovación”, según reconoció Yamandú Orsi, intendente de Canelones, y una de las figuras de la política local que se asoma como posible precandidato de cara a los comicios de 2024.
Si bien todavía le quedan dos años de gestión en el segundo mayor departamento de Uruguay, donde fue reelecto el año pasado, el ex profesor de historia, de 57 años, no oculta su compromiso con el país en caso de ir a una interna para elegir al próximo candidato presidencial por el Frente Amplio: “Todo lo que sea para mejorar la situación del Uruguay voy a estar”.
El político estuvo la última semana en Buenos Aires, donde mantuvo reuniones con el presidente argentino Alberto Fernández y el secretario general del gobierno de la ciudad, Fernando Straface, con el objetivo de “profundizar las buenas relaciones esté el partido que esté, en el nivel de gobierno que esté”.
En el marco de su viaje, Orsi brindó una entrevista a Infobae en la que abordó diversos temas: desde la actualidad del Frente Amplio y la gestión de Lacalle Pou, hasta la situación de América Latina y las tensiones en el Mercosur.
-En los últimos tiempos hubo ciertos desencuentros por las diferentes posturas respecto al Mercosur. ¿Cómo ve las relaciones entre Argentina y Uruguay actualmente?
-Yo las veo bien. Uno a veces tiene que saber diferenciar lo que son las relaciones entre los gobiernos, que tienen como protagonistas a las cancillerías, de lo que son las señales y de una ilusión que existe en eso de que las relaciones son bastante más fluidas si hay una coincidencia filosófica o ideológica cien por ciento. Te pongo un ejemplo: el peor momento de las relaciones en las últimas décadas fue cuando hubo dos presidentes del mismo signo político, o de signos similares. La crisis de los puentes fue con el gobierno de Tabaré y Néstor, para mí dos referentes en la región incontrastables. Las relaciones son bastante más complejas y a la vez menos dramáticas de lo que parece. A veces las señales tienen más que ver con las lógicas domésticas que con las lógicas diplomáticas.
-El año pasado Lacalle Pou ganó las elecciones después de 15 años del Frente Amplio en el poder, bajo las figuras de Pepe Mujica y Tabaré Vázquez. ¿A qué atribuye la derrota electoral?
-Fundamentalmente un desgaste. No lo atribuyo a un problema de gestión, sino problemas de la política. Desgaste del último periodo de Gobierno fundamentalmente. Se agotó la agenda. En cierto momento se llegó con una agenda, se fueron concretando algunos de esos puntos, y el auto se empezó a quedar sin nafta. Nuestra fuerza no supo estar a la altura de la generación de nuevas propuestas para los tiempos que corrían. Por otro lado, también fuimos partícipes de una transformación muy importante: en Uruguay surgió una nueva clase media como no ocurría desde hacía 100 años. El hecho de erradicar o quitar la pobreza a decenas de miles de compatriotas, hizo que esos compatriotas que lograron un nuevo estatus social tenían otras expectativas. Para el ciudadano con nuevas expectativas tenés que generar propuestas para los nuevos tiempos. O por lo menos, hacer un trabajo político de visualización de la magnitud de esa enorme patriada. A nosotros nos pasó dando por sentado que las cosas pasaban porque tenían que pasar, sin hacer el análisis político profundo de lo que complejo que es, y por qué ocurren las cosas.
-¿Cómo está hoy el Frente Amplio?
-Estamos en un proceso de renovación. Hubo una elección de nuevas autoridades hace 15 días. Eso es parte de un proceso de renovación, que no es solo un tema de edad. Sino que es un tema de volver a reencausar el barco y eso exige nuevos timoneles. En eso estamos, tengo mucha expectativa con quien supongo que será el nuevo presidente de la fuerza política, Frenando Pereira.
-Después de ser reelecto en Canelones, para las próximas elecciones vence su mandato. ¿Aspira a la presidencia o es algo que no se plantea en este momento?
-En realidad te planteas todo cuando ves que no podés ir al mismo cargo en el que estabas. En Uruguay a nivel departamental podes ser reelecto una vez. Entonces tenés que imaginarte qué otro escalón o qué otras responsabilidades quieres asumir. Yo estoy dispuesto a asumir otras responsabilidades. Por supuesto que se maneja el recambio o la eventualidad de una precandidatura dentro de la fuerza política. Uno de los nombres que está sobre la mesa, pero es una cuestión natural no porque hayan hecho una declaración o lo hayan propuesto, es el mío, junto con otros compañeros y compañeras. Veremos, llegado el momento, me gustan los desafíos y cada cosa a su tiempo. Vamos a estar en primer lugar donde la fuerza política lo requiera. Pero la disposición a seguir está.
-¿Qué considera que tiene para aportar a nivel nacional y respaldado por su gestión en Canelones?
-En primer lugar, son sueños. Mis años de experiencia en un rol ejecutivo me permiten por un lado tomarle el gusto a la acción concreta de cambiar la realidad. Por otro lado, yo tengo un departamento donde son 30 municipios, 600.000 habitantes, o sea, el segundo departamento después de Montevideo en cantidad de población, pero es el primero en cantidad de realidades distintas. Hay quienes dicen que Canelones es un pequeño país. Tenemos absolutamente todo de lo que se produce en Uruguay, salvo arroz y ahora azúcar. Tienes turismo, realidades urbanas, rurales, más de la cuarta parte de la población rural del país está en nuestro territorio. Entonces tenés la experiencia de haber vivido y gestionado un departamento durante diez años. Creo que eso es un capital importante que te inspira y te entusiasma para seguir para adelante. Por supuesto que son dos niveles distintos de responsabilidades.
-¿Cómo evalúa este año y medio de gobierno de Lacalle Pou, con la pandemia de por medio?
-Como todos los gobiernos, con luces y sombras. Por supuesto soy de un partido distinto, tenemos pensamientos, filosofías y visiones diferentes. Sin embargo, hay que reconocer que, en un primer momento, los primeros nueve meses de gobierno, hubo aciertos fundamentales en cuanto a la pandemia. Pero después, a fines de ese año, se cometieron algunos errores. Pero en esto de la pandemia cualquiera los comete, no atribuyo a cuestiones ideológicas ni nada por el estilo. El mundo se desconcertó. Pero básicamente ahí tuvo un buen manejo y un protagonismo muy fuerte del presidente, creo que a veces excesivo. Excesivo porque a veces las figuras del equipo de gobierno quedan un poco de lado por la excesiva centralidad de la figura del presidente. Tengo la suerte de coordinar con el gobierno nacional muchas políticas, y eso fluye con normalidad. Por supuesto con un trasfondo con el que no estoy de acuerdo, que es la política de una contracción, de un recorte, y una excesiva preocupación por lo fiscal en momentos en que el mundo iba para otro lado. Los mensajes sobre los recortes y la excesiva preocupación por el déficit fiscal hicieron que en momentos donde era más necesaria una fuerte inversión pública por un problema extraordinario, Uruguay fue en el camino contrario. Creo que eso a mediano plazo nos va a perjudicar. Pero en líneas generales no soy de los que niegan todo, reconozco cuando las cosas se hacen bien. Como actor político y responsable a segundo nivel de gobierno, debo ayudar a que el país salga a flote y acompañar al gobierno nacional en las cosas que hay que hacer, y por supuesto en momentos donde hay que marcar las diferencias, hacerlo, pero en el entendido de que nada bueno sale de un país que está peor. Entonces todo lo que sea para mejorar la situación del Uruguay voy a estar.
-¿Cuáles considera que son los principales problemas del Uruguay actualmente?
-Yo creo que se debe definir un rumbo en un modelo de desarrollo. No hay en el horizonte estrategias claras, lo último que hay es una nueva planta de celulosa de inversión finlandesa muy potente, que viene del periodo anterior, pero no veo estrategias de desarrollo en el horizonte en el mediano plazo. Incluso creo que no hay estrategias en cuestiones de políticas de Estado, que como país chico creo que vamos a tener que resolver sí o sí. Una política internacional clara. El tema de la inversión en ciencia y tecnología, que la pandemia dejó al desnudo. Proyectos de educación viables y sustentables. Una reforma de la seguridad social que hoy se está intentando hacer por una parte de país nomás. Creo que son esas cosas que como país chico tenemos que meter dentro de una caja, y decir “estos temas los sacamos del tiroteo cotidiano, y lo sacamos de la lógica electoral”. Porque sino no es fácil. Hay algunas cosas que el mundo de hoy te exige, acuerdos de mediano y largo plazo. En democracias como las nuestras, el gran desafío de hoy es generar acuerdos de carácter estratégico.
-Estamos en momentos en que países como Uruguay y Brasil exigen mayor flexibilidad del Mercosur, lo cual generó ciertos cortocircuitos, principalmente con Argentina. ¿Cuál es su postura al respecto? ¿Considera que el bloque está en falta?
-El Mercosur está en falta sin dudas, no ha cumplido con los objetivos. Pero hoy es impensable cualquier avance a nivel mundial sin el Mercosur. No cumplió con los objetivos, tiene razón el presidente de Uruguay sobre la necesidad de flexibilizar. También lo decía Mujica, quien hablaba de que el Mercosur tenía que flexibilizarse. Es cierto que hay un tema de formas, de términos, del lugar donde uno dice las cosas, y cómo las dice, que tiene más que ver con las coyunturas políticas internas y los mensajes que uno da, y con las verdaderas relaciones, pero que pueden afectar. Hubo palabras que irritaron, ofendieron, generaron rispideces, y va a seguir habiendo. Me parece nunca tan necesario un nivel de integración como el Mercosur como ahora por los desafíos del mundo que viene. El mundo que viene es otro, no es este. Incluso ya no se puede hablar de post pandemia.
-¿Cómo ve a la región a nivel general?
-Hay algo que está claro: nada en América Latina se instala de una vez y perdura para siempre. Todo cambia. Lo novedoso en estos tiempos es la virulencia de los cambios. Millones de brasileños votaron a Lula, y al otro día votaron a Bolsonaro. Hoy en Chile tenés un candidato con muchos votos que tiene un discurso de simpatía con Pinochet. Hubo un golpe de Estado en Bolivia, y de inmediato las fuerzas políticas que estaban recuperan el Gobierno. Este fenómeno Bolsonaro creo que solo se asemeja a lo que pasó en Estados Unidos con Donald Trump, a escala latinoamericana. Así como vemos eso, hoy Lula es el candidato con más fuerza. Antes se veía venir todo un poco más; hoy todo es posible. Por lo tanto, creo que la misión es resguardar la democracia.
-Hablando de democracia, países que desde hace tiempo vienen siendo señalados por violaciones a los derechos humanos y elecciones fraudulentas son Venezuela, Cuba y Nicaragua. ¿Qué piensa respecto a las crisis en esos países?
-Cuba desde el año 61 es lo mismo: un Partido Comunista que se instala… Un país de enfrente que lo invade… El mismo esquema de aquella época. Estamos en lo mismo, pero sin Guerra Fría. No hay misiles soviéticos… Es lamentable lo que ha pasado a niveles de escala internacional, todo el tema de los embargos y esos nubarrones. Cuando Obama planteó la posibilidad de restablecer relaciones, aquello era increíble. Tan increíble que cayó. Cuba es un proceso distinto, derivado de lo que fue la Guerra Fría, y de la descolonización latinoamericana. Eso es bien del siglo XX. Lo de Venezuela y Nicaragua es siglo XXI, pescando de las viejas características populistas del siglo XIX, del siglo XX. Derivas extrañas… No es lo mismo Chávez que Maduro, y de Nicaragua ni hablo, eso es siniestro. Meter presos a siete candidatos… Se explica solo. Pero podemos hablar también de lo que pasó en Honduras, o lo que ha pasado en Colombia, donde mueren militantes sociales y ya a esta altura es como que nos acostumbramos. Hubo una excesiva centralidad de Venezuela porque también a las grandes potencias les interesa que eso ocurra.
-Usted dijo que “una izquierda sin democracia y libertad no es izquierda”. ¿Estos gobiernos de Venezuela y Nicaragua, no le menciono Cuba porque me dijo que es un caso aparte, representan a la izquierda latinoamericana? ¿O considera que esos gobiernos no son legítimos y se convirtieron en dictaduras?
-En nombre de la izquierda se han hecho cosas atroces. Ahí vamos al origen de qué es izquierda, entonces uno se tiene que remontar a la historia. Para mí izquierda implica un grado de confianza en el individuo, en el ciudadano, que hace que los gobiernos no tengan temor en trasladar las decisiones cotidianas a la mayor cantidad de actores. Pero el día que la centralidad de un proceso restringe libertades, implica una perdida de confianza en el actor fundamental, que es el pueblo marcando su destino. Si no hay confianza con que cada vez más actores asuman la responsabilidad de conducir los procesos, quizás estemos hablando de centralismo. El centralismo ha derivado en que todo se deposita en el Estado y se considera que desde el Estado va a venir todo lo bueno, y nos olvidamos de la libertad. Yo creo que en Venezuela sí hay posiciones de izquierda, pero no me parece que el proceso de hoy sea un proceso de izquierda. También uno tiene que ser claro: está en medio de un enfrentamiento entre potencias que se disputan el botín, y no hablo solo de Estados Unidos.
-¿Los considera legítimos?
-Nicaragua claro que no. Venezuela ha tenido de todo. Yo recuerdo con Chávez que había una elección tras otras, y las ganaba… ¿La legitimidad qué es? Es no apartarse de las normas, de las reglas. Evidentemente le falta dosis de democracia en esa legitimidad. Pero hay que estar también en los procesos. Creo que no importa tanto el término de legitimidad o ilegitimidad. Me preocupa más el grado de autoritarismo que pueda existir. Colombia ha vivido décadas de gobiernos ilegítimos. Sin embargo, como toda democracia, como todo proceso republicano democrático, son imperfectos. Me preocupa más el autoritarismo que rige, que la legitimidad. Si la pregunta es otra, si es si hay componentes autoritarios, sí hay componentes autoritarios. Yo soy uruguayo, vengo de un país con un sistema de partidos que tiene el funcionamiento que tiene, y esa forma no la cambio por otra. La voy a defender siempre, aunque me toque perder.
-¿Cómo ve la creciente influencia de China y Rusia en América Latina, y la polarización que hay con Estados Unidos?
-El tema de China no es sólo en la región, es en el mundo. El protagonismo de Rusia, como el de Turquía, obedece a espacios que le han dejado. Mientras África tiene el 7% de la población vacunada, y Occidente se horroriza con lo que le sucedió a Sudáfrica con la Ómicron, China hace reuniones con los presidentes africanos para resolver el tema de la vacunación en África. Cómo se mueve en el ajedrez mundial cada uno de estos actores es parte de lo que pasa acá también. Hubo un encuentro de países africanos con China hace poco, en el que hubo más presidentes africanos que en la reunión de la ONU. Eso no es un tema de la región, ni tampoco un tema de la iniciativa china. Europa y Estados Unidos han dejado que pasen algunas cosas que antes eran impensables. Me enojo cuando veo la crisis que ha habido en el mundo a nivel de organismos, el sistema de arbitraje, la multilateralidad. Ahí es cuando la economía manda, y creo que en poco tiempo como viene la mano quizás entremos en el fin de esta bipolaridad.
-¿Y cuál es el rol de Estados Unidos?
-Estados Unidos está buscando su espacio. Creo que tiene una oportunidad enorme en América Latina, el tema es que se dé cuenta. Las tensiones internas, que las vimos con lo que pasó con Trump, complican. Creo que tiene mucha tela para cortar y ojalá se dé cuenta. En aquello del softpower, de que las relaciones con el mundo no necesariamente son a partir de bases militares, hay otras cosas que perduran bastante más.
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