Quién fue Salvador Bustamante Celi, el olvidado compositor ecuatoriano de villancicos que se cantan en toda América Latina

Fur organista de la Catedral de Lima. Su composiciones alegran las fiestas navideñas de Ecuador, Venezuela, Colombia, Perú y Centroamérica

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Ilustración de Salvador Bustamante Celi
Ilustración de Salvador Bustamante Celi

Salvador Bustamante Celi es un prodigioso músico poco historiado en Ecuador. Pese a que sus canciones han sido traducidas a más de un centenar de idiomas y que sus melodías se cantan en todas partes del mundo, es escasa la información detallada que se puede conseguir sobre él. A Bustamante Celi se atribuyen centenares de villancicos, pasillos y valses que han recorrido el mundo entero sobre las alas de los pentagramas escritos con especial devoción y que cuentan la alegría de celebrar el nacimiento del Niño Jesús.

Hoy, los villancicos se cantan en todo el mundo cristiano. Sin embargo, sus orígenes se encuentran en la poesía popular española y portuguesa de los siglos XV y XVIII, cantada con alegría a diferentes voces, que pasó a usarse en las iglesias y que con el tiempo se asoció con la Navidad. Incluso, se sostiene que su configuración musical procede de la influencia mozárabe del siglo XI.

Probablemente su nombre provenga de las villas marginales, cuyos habitantes eran llamados peyorativamente como villanos. Hoy se utiliza esta categoría para contrastar con los héroes procedentes de las ciudades. Los villancicos tienen un innegable origen popular que se articula perfectamente a los orígenes humildes de quienes los cantaban en los márgenes de las urbes peninsulares y posteriormente coloniales al celebrar la Navidad.

"No sé niño hermoso", uno de los villancicos más conocidos de Salvador Bustamante Celi

Salvador Bustamante Celi recogió esta herencia de exclusión, necesidades y alegría, la combinó con las tradiciones musicales de los Andes, logrando producir los más bellos villancicos jamás entonados desde el encuentro de las Américas india e hispana, en un proceso de sincretismo religioso sin precedentes. Y todo se debe a los orígenes también humildes del músico ecuatoriano, que nació en Loja el 1 de marzo de 1876, hijo del también músico y organista Teodosio Bustamante y de Mercedes Celi. A los 13 años fue a Quito a estudiar música en la Escuela de los Hermanos Salesianos. En la capital del Ecuador cumplió la mayoría de edad, se tituló como bachiller en artes musicales y regresó a Loja.

Después de vivir dos años en Macará, en la frontera con el Perú, tras enamorarse de Judith Palacios, de tener un hijo bautizado con el nombre de José María –en homenaje a su devoción por la Sagrada Familia–, de desempeñarse como organista de la Catedral de Macará, emprende su viaje a Lima, con alrededor de treinta años, para continuar sus estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Bustamante Celi tenía la escuela de su padre. Hacia 1875, la Congregación de la Misión, fundadores del Seminario Diocesano, promovió el estudio del canto como parte de la instrucción musical. En las sesiones de estudio se destacó Teodosio Bustamante Vivar, padre de Salvador, quien durante su permanencia en el Seminario, perfeccionó su técnica de ejecución del piano y amplió sus conocimientos técnicos en música y composición.

En esos años de creación artística nació Salvador, cuyo destino profesional estaría en la portuaria Lima, lugar a donde llegaban por vía marítima las noticias y las partituras de la producción musical de todo el mundo. Ahí conoció a Beethoven, Chopin, Schubert, Schumann. En ese aire de pluralidad, liberalismo y artes, Bustamante Celi habría de afincarse, pero el destino imprimió un giro dramático.

En la capital peruana, Bustamante Celi se desempeñó durante cuatro años como organista de la Basílica Catedral Metropolitana de Lima y como profesor de música, hasta que estallara en 1910 un nuevo enfrentamiento militar entre Ecuador y Perú por causa de sus límites territoriales. Estas noticias precipitaron su salida de Lima debido a las noticias que se llegaban al Perú de ataques a legaciones diplomáticas peruanas en suelo ecuatoriano, así como a embarcaciones y negocios peruanos, y todo por un fallo arbitral que habría de expedir el Rey de España Alfonso XIII sobre la situación limítrofe entre ambos países. En Perú se tomaron medidas recíprocas y la integridad del músico estuvo en peligro.

Ayudado por sacerdotes salesianos y por sus amigos limeños, Salvador Bustamante Celi toma a hurtadillas una embarcación que lo llevaría a Guayaquil donde fue recibido con vítores. Ahí se estableció por tres años y compuso varias obras de música litúrgica, cantos sagrados, letanías y en especial la “Misa de Réquiem Instrumentada a Dos Voces”.

En 1919 ganó el Primer Premio del Concurso de Música Religiosa de Quito, con su composición “Salve Regina”. En 1920 compuso sus “Motivos Incaicos” para el Festival de Música Sacra de Lima, y en 1922, con motivo de la celebración del Primer Centenario de la Batalla del Pichincha, compuso su memorable obra “Auroral”.

El 20 de febrero de 1927 contrajo matrimonio con Isabel Guaricela Espinoza, con quien procreó tres hijos. Nueve años después de su matrimonio, Salvador Bustamante Celi falleció el 8 de marzo de 1935, a los 59 años, dejando un legado de villancicos, cantos litúrgicos y salmos que se cantan en todo el continente y el mundo.

Bustamante Celi popularizó el villancico “Dulce Jesús mío” escrito por el músico ecuatoriano e inspirado en las novenas compuestas por Fray Fernando de Jesús Larrea, nacido en Quito en 1700. Este mismo villancico ha presentando pequeñas variaciones melódicas y se canta en Perú, Colombia y Venezuela.

Lo mismo sucede con la canción “No sé Niño Hermoso” que el maestro nicaragüense Alberto Gutiérrez Laguna adaptó y arregló de forma magistral en homenaje a la pieza original compuesta por el ecuatoriano.

Además de “Dulce Jesús Mío” y “No sé Niño Hermoso”, hay otros villancicos que musicalizan obras teatrales y ceremonias religiosas en toda latinoamérica como “Ya viene el niñito”, “Claveles y Rosas”, “En brazos de una doncella”, “Pimpollito del alma” y “Venid Pastorcillos”, todas de autoría de Bustamante Celi.

"Dulce Jesús mío", de Salvador Bustamante Celi

Una nota de prensa publicada en el 2018 recoge que Magdalena Guerrero, responsable de la biblioteca del Colegio de Artes Salvador Bustamante Celi, aseguró que el villancico ‘Ya viene el Niñito’ ha sido traducido a 102 idiomas.

Los villancicos, que ensalzan las escenas del nacimiento de Jesús en Belén, son un canto que en la época navideña invoca a las virtudes de una celebración que ha sido cuestionada por el consumismo que se ha tejido alrededor de ella.

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