Las declaraciones esta semana del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, monseñor Carlos Herrera, sobre la disposición de la iglesia de católica para ser mediadora en un posible diálogo entre el régimen de Daniel Ortega y la oposición, ha vuelto a poner este tema en el debate público.
El primero en hablar de un diálogo fue Daniel Ortega, cuando el 11 de enero de este año dijo que podría convocar a “algún mecanismo de acuerdo y diálogo nacional”, pero hasta después de las elecciones generales previstas para el 7 de noviembre. “Ahora se trata de ir trabajando para que después de las elecciones de este año, elecciones generales, se pueda instalar un gran acuerdo nacional, un gran diálogo nacional. ¿Para qué? Para que lo que quedó aprobado en la Constitución vuelva a caminar, tomando en cuenta las nuevas circunstancias”, dijo en esa ocasión.
Más recientemente, en octubre pasado, retomó el tema el diputado Wálmaro Gutiérrez, uno de los principales voceros del régimen en el Asamblea Nacional. “Después de que el pueblo reafirme este próximo siete de noviembre que va a continuar gobernando en este país, después de que nosotros, como pueblo organizado ganemos las elecciones, se abre un gran diálogo nacional donde van a caber todos”, señaló.
En ese “todos”, Gutiérrez integró a la empresa privada “si el gran capital se quiere unir en este esfuerzo”, pero excluyó a “los que pidan sanciones para Nicaragua”, en alusión a la oposición nicaragüense.
El siete de noviembre pasado el régimen de Daniel Ortega realizó unas elecciones controladas, sin observación electoral, arbitradas por un tribunal electoral afín, con los partidos de oposición proscritos y con el encarcelamiento de siete de las personas que manifestaron su intención de competir contra Ortega. La oposición excluida llamó a la abstención como una forma de protestar contra lo que consideraron “una farsa”.
El tribunal electoral atribuyó el 75 por ciento de los votos a Daniel Ortega, y registró oficialmente una participación del 65 por ciento de los votantes. Sin embargo, el organismo independiente Urnas Abiertas estableció la abstención en el 81.5 por ciento.
Unos 40 países, entre los que se contaron Estados Unidos y la Unión Europea, desconocieron los resultados de esas elecciones, y el 12 de noviembre, la Asamblea General de Organización de Estados Americanos (OEA) declaró ilegítimas las elecciones celebradas en Nicaragua.
El régimen nicaragüense mantiene en sus cárceles a unos 160 presos políticos, más de 40 de los cuales fueron apresados en los meses anteriores a las elecciones de noviembre, en una embestida represiva contra opositores, empresarios y periodistas y críticos del régimen que aún no termina. Este lunes fue apresado en su casa el exembajador ante la OEA, Edgard Parrales, de 79 años, poco después de dar una entrevista a un canal local.
Para la oposición, Ortega busca un diálogo “a su medida”, donde dialogue con sus partidos aliados, llamados “zancudos” en Nicaragua, y sin hacer concesiones que debiliten su régimen.
“La Iglesia siempre está proponiendo y opta porque el diálogo es lo mejor. Si nos piden ser mediadores en ese diálogo, estamos dispuestos a colaborar porque la Iglesia lo que quiere ante todo es un entendimiento, una paz, una armonía, un proceso por el bien de todos, con democracia y con el bien de todos”, expresó monseñor Herrera este lunes al diario La Prensa.
El analista político Eliseo Núñez dice no ver a la iglesia católica como mediadora en un posible diálogo. “El obispo respondió así a una pregunta del periodista, calculando que jamás Ortega los va a buscar como mediadores”, señala.
La alta jerarquía de la iglesia católica sirvió como mediadora en los diálogos que se celebraron en 2018 y 2019 entre los opositores y el régimen de Daniel Ortega. Actualmente, la mayoría de los representantes de la oposición en esos diálogos están presos y la iglesia ha sido continuamente atacada por Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, por el papel como mediadores que desempeñaron en esos encuentros.
“Los terroristas de saco y corbata, los terroristas de sotana, los demonios de sotana, cuando se buscaba una salida que no fuera violenta, cuando ya habían bañado de sangre, quemado ciudadanos, y en el diálogo se planteaba que se levantaran los tranques, se oponían”, afirmó Ortega en septiembre de este año.
“Yo no creo que Ortega haya pensado en un diálogo como una válvula de escape”, dice Núñez. “Ortega lo único que quiere es un dialogo que le permita vender algo de legitimidad al exterior y decir que tiene capacidad de controlar el país, que la gente que tiene importancia está arreglada con él, refiriéndose a la empresa privada”.
“Yo no miro a Ortega poniendo sobre la mesa libertades, ningún tipo de concesiones, porque con el poco apoyo que tiene sabe que, con algunas libertades que dé, se cae, porque nadie lo soporta. No hay manera de que alguien teniendo libertades, siga quedándose con Ortega montado ahí sin ninguna consecuencia”.
Mónica Baltodano, exguerrillera sandinista y ahora opositora en el exilio, a pesar que considera el diálogo como una salida a las crisis y guerras, dice desconfiar del diálogo que propone Ortega. “No se trata de un demócrata que tiene problemas con un sector de la sociedad, sino que se trata de un dictador que ha recurrido a todos los medios, incluyendo a los crímenes de lesa humanidad para mantenerse en el poder”.
Para Baltodano, “Ortega está construyendo a los actores con quienes quiere dialogar”. Dice que Daniel Ortega apresó el 21 de octubre anterior al presidente y vicepresidente de la cámara empresarial Cosep, Michael Healy y Álvaro Vargas, respectivamente, para que asumiera la presidencia interina el tercero en fila, el empresario César Zamora, “un personaje que todos hemos visto que en el pasado ha tenido una postura de que hay que dialogar con Ortega, que no hay que confrontarlo, y que tiene negocios muy importantes en conjunto con el gobierno en el sector energético”.
En el mismo sentido dice ver las recientes declaraciones de monseñor Herrera. “Hay una influencia del Vaticano que empuja a la jerarquía católica de Nicaragua a una posición de entendimiento, o de búsqueda de una falsa salida a la crisis, que es permitir el continuismo de un Ortega ilegal e ilegitimo, pasar la página, y permitir que esté ahí cinco años más”.
Desde otro punto de vista, un sociólogo consultado por Infobae considera que “a la sociedad nicaragüense no le queda de otra, tiene que empujar sobre diálogo, aunque nos duela y repugne”.
Para este analista, el diálogo es necesario para sacar a Ortega a un espacio diferente al de fortaleza, que plantea en tres puntos: una, que Ortega tiene al Ejército, la Policía y los paramilitares; dos, que tiene el dinero y las agencias de recaudación fiscal y poder político; y tres, “no tiene asesores inteligentes, solo beneficiarios oportunistas, que no piensan en la estabilidad política solo en los ingresos personales, son corruptos”.
Para Eliseo Núñez, sin embargo, el diálogo que plantea el régimen será igual a las elecciones, “una pantomima”. “Está proponiendo un diálogo dentro de la Asamblea Nacional, con los zancudos que participaron en las elecciones, que es la representación que ha diseñado. Lo que puede conseguir es a la empresa privada y a los zancudos”, dice.
Mónica Baltodano señala que el diálogo propuesto por Ortega también representa una trampa para la oposición. “Yo que conozco bastante bien a Daniel Ortega, sé que recurre a estas artimañas porque sabe que todos estos temas dividen a la oposición, son una trampa, pretende generar elementos de fisuras dentro de la oposición”.
“El mandato que va a comenzar el 10 de enero es un mandato espurio, si lo legitimamos yendo a un diálogo, como que si fuera el presidente de Nicaragua estaríamos cometiendo otro gravísimo error”, concluye.
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