Escapar o morir. A veces esa es la única opción que tienen las familias y los niños centroamericanos que huyen de la violencia y la pobreza de sus países de origen. Dejan sus hogares que aman en busca de seguridad y una vida mejor, pero los peligros a los que se exponen en el camino son innumerables.
“Cuando te enfrentas a la muerte en tu país, tienes que salir para intentar vivir. Y es posible que te encuentres la muerte en otro lado, pero en tu país sabes que no lo vas a lograr”.
Blanca Gutiérrez ejemplifica con esa frase la problemática de los niños latinos que huyen de sus comunidades en busca de oportunidades en el Norte. Ella lidera la iniciativa de migraciones para Centroamérica de Fe y Alegría Guatemala y cuenta a Infobae que los datos son abrumadores: “Es muy probable que en este año 2021 haya una nueva crisis humanitaria en la frontera sur de Estados Unidos”.
La mayoría de los niños migrantes (a veces acompañados y a veces solos) provienen de Honduras, El Salvador y Guatemala. En ruta a México y Estados Unidos, los riesgos son terribles: pueden ser secuestrados, traficados, violados o asesinados. Además, la exposición a los elementos provoca males de todo tipo, como diarreas, enfermedades respiratorias, deshidratación y otras dolencias que requieren atención inmediata.
“A menudo, las familias afectadas envían a sus hijos sin ellos porque están buscando mejores oportunidades para ellos en el futuro”, cuenta a Infobae Nate Radomski, director ejecutivo de Magis Americas, una organización que promueve respuestas sostenibles y de impacto frente a las injusticias a las que se enfrentan aquellas personas que viven al margen de la sociedad.
Para Radomski es importante entender que estos niños provienen de contextos violentos, o han sufrido desastres naturales y tienen oportunidades de desarrollo limitadas. “Buscar asilo es un derecho humano”.
Las causas de esta crisis humanitaria
Hay muchos flujos migratorios en la región, afirma Gutiérrez. “Está el flujo del Sur que va hacia el Norte mayoritariamente venezolano -antes era colombiano cuando el conflicto armado en Colombia era fuerte-. De Centroamérica hay un flujo Sur, que es el de Nicaragua, que viajan a Panamá, a Costa Rica. Y últimamente se está observando un movimiento migratorio de nicaragüenses a Europa, específicamente a España. Y después está el Triángulo Norte, que es Guatemala, Honduras y El Salvador, cuyo flujo es hacia el norte”.
El Salvador, Guatemala y Honduras son tres de los países más pobres del hemisferio occidental. Según un reporte de 2018 realizado por UNICEF, el 74% de los niños de Honduras vive en hogares clasificados como pobres, al igual que un 68% de Guatemala y un 44% de El Salvador. Cabe destacar que un 63% de los niños migrantes guatemaltecos interceptados en México y en los Estados Unidos pertenece a comunidades indígenas, que son desproporcionadamente pobres.
“La migración hacia Norteamérica tuvo un cambio significativo en el flujo de población con un grupo etario vinculado a menores de edad desde 2014″, dice Gutiérrez. Y hay varias causas.
La primera de ellas está vinculada, en este Triángulo Norte, a la presencia de pandillas juveniles. “Muchos de los chicos y chicas que están emigrando son menores que viven en comunidades con altos grados de violencia y vulnerabilidad vinculada a las pandillas juveniles, entonces estos menores están huyendo de la muerte”.
“La otra razón tiene que ver con toda la violencia estructural de los países. Los que están saliendo del nivel básico, que tienen entre 13, 14, 15 años, son chicos que ya están en una edad productiva para estas naciones y están yéndose a buscar oportunidades laborales. En sus países de origen no acceden a un empleo digno con condiciones laborales favorables”.
“También es importante el tema de reunificación familiar. Y hay como una teoría de que es mucho más fácil que entre un menor de edad a Estados Unidos”, agrega la experta. “Muchos de estos chicos ya tienen familias en el norte, en Estados Unidos, y se están moviendo para juntarse con ellas”.
La inmigración de niños, en datos
A finales de 2020 se estimó que un 42% de los 82,4 millones de personas en situación de migración forzada a nivel mundial tenía menos de 18 años de edad, algo que se refleja en Centroamérica, donde la realidad migratoria se ha agravado en los últimos años, según datos de Fe y Alegría, una organización que lleva 65 años trabajando en 22 países de Latinoamérica, África y Asia. En 2019 se registró un aumento del 68% del año anterior en el número de niños no acompañados que huyen en Centroamérica de la violencia y la persecución.
Dadas las crisis y desafíos a los que se enfrentan las comunidades más vulnerables, los expertos pronostican que estas cifras seguirán aumentando.
Entre marzo y noviembre de 2020, más de 328.000 personas fueron expulsadas de Estados Unidos al norte de Centroamérica y México, incluidos al menos 13.000 niños no acompañados. Y ese número no incluye las deportaciones en curso de solicitantes de asilo y migrantes de México.
Muchos de estos niños son enviados de regreso sin una evaluación de sus mejores intereses o sin considerar los reclamos de reunificación familiar. La naturaleza a menudo abrupta del regreso deja poco tiempo para la asistencia para la reintegración, lo que aumenta la protección y los riesgos para la salud en sus países de origen.
La peligrosa región del Darién
Un informe de UNICEF publicado el 11 de octubre de 2021 detalla que el número de niños migrantes que cruzan la Región del Darién, una jungla que separa a Colombia y Panamá, a pie ha alcanzado un máximo histórico. Se trata de uno de los lugares más peligrosos para los migrantes que intentan llegar a América del Norte.
Unos 19.000 niños migrantes han atravesado la Región del Darién en lo que va de año, casi tres veces más que el número registrado durante los cinco años anteriores combinados. Más de 1 de cada 5 migrantes que cruzan la frontera entre Colombia y Panamá son niños. La mitad de ellos tiene menos de cinco años, advierte el estudio.
Los migrantes utilizan esta ruta en su camino a los Estados Unidos.
“Cuando estamos en la región del Darién estamos hablando de la migración de venezolanos por lo general”, explica Gutiérrez a Infobae. “Se trata de un desplazamiento forzado por la violencia política que hay en Venezuela. Y representa grandes riesgos para estos sujetos de la migración”.
“Cada niño que cruza la Región del Darién a pie es un sobreviviente”, dijo Jean Gough, directora regional de UNICEF para América Latina y el Caribe. “En lo profundo de la jungla, el robo, la violación y la trata de personas son tan peligrosos como los animales salvajes, los insectos y la absoluta falta de agua potable. Semana tras semana, más niños mueren, pierden a sus padres o se separan de sus parientes durante este peligroso viaje. Es espantoso que los grupos criminales se aprovechen de estos niños cuando son los más vulnerables“.
En 2021, al menos 5 niños fueron encontrados muertos en la selva. Desde principios de este año, más de 150 niños llegaron a Panamá sin sus padres (algunos de ellos son bebés recién nacidos), un aumento de casi 20 veces en comparación con el año pasado.
En la jungla del Darién, las bandas criminales utilizan cada vez más la violencia sexual como instrumento de terror. Entre enero y septiembre de 2021, UNICEF registró 29 denuncias de abuso sexual de niñas adolescentes durante el viaje.
“Nunca antes nuestros equipos sobre el terreno habían visto a tantos niños pequeños cruzando esta región, a menudo sin compañía. Una afluencia tan creciente de niños que se dirigen al norte desde Sudamérica debería ser tratada urgentemente como una grave crisis humanitaria por toda la región, más allá de Panamá“, advirtió Gough.
El derecho a migrar
Para Blanca Gutiérrez, “desde el momento que salen de la puerta de su casa, incluso en su mismo país, los chicos y chicas están corriendo riesgos, porque ellos ya están en una condición de vulnerabilidad por el simple hecho de ser menores en América Latina”.
“Cuando hablamos del Triángulo Norte, depende de dónde. Los hondureños desde que cruzan la frontera de Honduras y llegan a Guatemala -igual que los salvadoreños- en ese momento empiezan a correr riesgo, por los niveles de xenofobia, que se han exacerbado con la pandemia”.
A pesar de los obstáculos violentos, naturales y gubernamentales, el flujo migratorio continúa. Es aquí cuando intercede el trabajo de organizaciones y fundaciones no políticas, como Fe y Alegría y Magis Americas.
“A los que están en tránsito no se puede ayudar mucho -reconoce Gutiérrez- porque no pasan por nuestras comunidades educativas. Más allá de promover la hospitalidad en las comunidades que son de paso de migrantes no se puede hacer nada más”.
El rol de estas organizaciones es más educativo. “Con estos chicos lo que hacemos primero es un proceso formativo de concientización sobre la realidad migratoria. Ahora estamos trabajando en cuatro comunidades educativas con alto índice de migración, de abandono escolar por migración transnacional. Creamos una currícula que integra temas vinculados a migración, pero también a proyecto de vida y a proyecto de vida con simiente comunitaria”.
“Lo más importante para nosotros y nuestras organizaciones asociadas es asegurarnos de que se respeten sus derechos mientras tienen acceso a la educación. Trabajamos con organizaciones locales en América Latina y el Caribe que acompañan a los migrantes en su viaje, y con las comunidades de acogida para garantizar que los migrantes y los solicitantes de asilo se integren en sus comunidades de acogida”, dice el director ejecutivo de Magis Americas.
En estas comunidades de origen, si uno entra a un aula y pregunta quién tiene como sueño irse a vivir a Estados Unidos, más del 70% levanta la mano. Cuando se les pregunta por qué, la respuesta es simple: “Es que aquí no hay trabajo y allí hay oportunidades, se vive mejor”. Buscan un cambio de vida.
“Lo que estamos buscando en primer término es que los chicos sepan cuál es la realidad migratoria -resume Gutiérrez -para que si toman la decisión de emigrar sean conscientes y puedan ejercer el derecho a migrar o no hacerlo, pero con conciencia”.
Coincide Radomski: “La educación contribuye a la comprensión de las causas fundamentales de la migración. Tener acceso a la educación es la clave; da el acceso a todos los demás derechos”.
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