La mitad del territorio de Haití está controlado por las bandas de delincuentes. Sus líderes imponen la ley en los barrios y son los dueños de la vida y la muerte de cientos de miles de personas. El poder de estas organizaciones aumentó considerablemente desde julio, cuando el presidente Jovenel Moïse fue asesinado en su cama. El atentado sumió al país en una espiral más profunda de caos y el magnicidio sigue impune. Un mes más tarde, en 72 horas, la isla fue devastada por un terremoto de magnitud 7,2 y el huracán Grace, una depresión tropical muy potente. Los desastres dejaron aún más a la vista la miseria en la que viven los haitianos desde siempre. El terreno yermo quedó en manos de las bandas.
En el medio de este caos quedaron atrapados el sábado pasado 16 misioneros estadounidenses y uno canadiense de la organización Christian Aid Ministries, una comunidad de Millersburg, Ohio, fundada por amish y menonitas. Seis hombres, seis mujeres y cinco niños fueron raptados. Están en manos de la banda conocida como 400 Mawozo cuya especialidad son los secuestros. Hace dos meses se habían apoderado de cinco curas y dos monjas católicos que fueron liberados discretamente sin que se sepan los términos exactos de la negociación. Ahora, piden un millón de dólares por cada misionero.
Los 400 Mawozo controla la zona de Croix-des-Bouquet, un suburbio de Puerto Príncipe. Mientras otras bandas se dedican al narcotráfico o el cobro de “impuestos”, los Mawozo tienen el negocio del rescate. Se apoderan de un autobús lleno de pasajeros y los mantienen como rehenes hasta que los familiares puedan pagar por su liberación. O, simplemente, algún “soldadito” ve pasar alguna persona por la calle y la secuestra. El jefe de la banda es Wilson Joseph más conocido por el apodo en creole de “Lanmò Sanjou”, que significa aproximadamente: “La muerte no sabe qué día viene”. Le encanta hacer vídeos en los que describe con detalle algunos de los delitos que comete la banda y los sube a las redes sociales donde tiene miles de seguidores.
El último de sus videos lo subió este miércoles. Allí amenaza con matar a los misioneros rehenes. “Juro por el trueno que si no consigo lo que pido, preferiré matar a estos estadounidenses”, dice Joseph mostrando una gruesa cadena y una gran cruz de oro. En el mensaje también culpa al jefe de la policía nacional, Léon Charles, de la muerte de dos miembros de la banda. Samuel Madistin, abogado y presidente del consejo de administración del grupo de derechos humanos Fondation Je Klere, explicó a la prensa internacional en Puerto Príncipe que la policía mató a dos altos miembros de la banda este mes cuando respondían a un ataque a un negocio perteneciente a un destacado ex legislador. “Lloro agua”, dice Joseph en el vídeo en referencia al episodio. “Pero ustedes van a llorar sangre”.
En creole, el nombre de la banda se puede traducir como “400 simplones” o “400 hombres inexpertos”. Un nombre que no condice con la esencia del grupo que es ampliamente temido por utilizar la violación y el asesinato para mantener su control sobre las calles, los negocios y los actores del poder en Haití. Además de los secuestros masivos, tienen otra particularidad que es el ataque sistemático al clero y las iglesias cristianas, una línea roja que hasta ahora no se habían atrevido a cruzar los delincuentes en esta nación caribeña de mayoría católica.
En abril, los Mawozo secuestraron a cinco sacerdotes y dos monjas, varios de ellos ciudadanos franceses, y los retuvieron en duras condiciones durante tres semanas. Las universidades y escuelas católicas de Haití cerraron en señal de protesta. La banda exigió un millón de dólares por el regreso seguro del grupo. El ministro de Justicia de Haití dijo se había pagado un rescate por la liberación de sólo dos de los sacerdotes secuestrados. El grupo fue finalmente liberado. La negociación en ese caso se realizó a través del segundo al mando en la banda, Joly “Yonyon” Germine, que está en la cárcel. Y ahora se está intentando hacer lo mismo con los misioneros. Aunque ya actúa por detrás una numerosa comisión del FBI que podría intentar el rescate de los rehenes.
Un buen ejemplo de hasta qué punto el gobierno perdió el control de la seguridad, se vivió unas horas después del secuestro de los misioneros. El convoy del primer ministro, Ariel Henry, fue tiroteado el domingo cuando se dirigía a depositar una corona de flores en la estatua de uno de los padres fundadores de Haití en el centro de Puerto Príncipe, para conmemorar su asesinato. Horas más tarde, Jimmy Chérizier, más conocido como “Barbacoa”, el jefe más poderoso de los delincuentes haitianos que lidera la banda G9, encabezó una gran procesión por la capital para depositar flores en la misma estatua que había quedado fuera del alcance del primer ministro. Se presentó con un impecable traje blanco de tres piezas y se hizo tomar fotos para distribuir por las agencias internacionales para demostrar quién tiene el poder en Haití.
La audacia de las bandas y la incapacidad de la policía para contenerlas han reavivado el debate sobre la posibilidad de desplegar policías y agentes de seguridad de otros países, bajo la autoridad de las Naciones Unidas o de un grupo regional como la Comunidad del Caribe, el Caricom. Pero muchos haitianos siguen oponiéndose a esa intervención exterior, por considerarla una afrenta a la soberanía de su país. Tienen muy malos recuerdos del legado de las intervenciones extranjeras, en particular de la misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas que se desplegó antes, durante y después del terremoto de 2010. Un contingente nepalí de esa fuerza introdujo una devastadora epidemia de cólera en Haití, y las Naciones Unidas nunca indemnizaron a las víctimas y sus familias.
“A la gran mayoría de los haitianos no les gustan las intromisiones militares extranjeras, sobre todo teniendo en cuenta la fallida intervención de la ONU”, dijo al Washington Post, Robert Fatton, profesor de la Universidad de Virginia que nació y creció en Haití y escribió varios libros sobre su país. “No hicieron nada bueno”. Y Laurent Lamothe, ex primer ministro de Haití, explicó en una entrevista con CNN que cuando la ONU se fue en 2018 dejó un “enorme vacío de seguridad”, con una fuerza policial que no es capaz de luchar contra las bandas o poner a Haití bajo control. Agregó que la mejor ayuda sería que la administración Biden pudiera “reforzar la policía nacional de Haití con suministros y equipos. Las bandas tienen mayor poder de fuego que las autoridades nacionales de seguridad”.
Ahora, la única presencia internacional es la de la misión sucesora de la Minustah, conocida como la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití, que no tiene ninguna función de mantenimiento de la paz ni de seguridad. Su propósito es principalmente asesorar a las autoridades haitianas sobre las formas de mejorar la estabilidad política en el país. Su mandato, que debía expirar el viernes, fue prorrogado hasta julio por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Stéphane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU, António Guterres, dijo en New York que estaban “muy preocupado por lo que estamos viendo, por el dramático deterioro de la situación de seguridad, que incluye estos secuestros desenfrenados.” Pero no especificó si se reanudarán las operaciones en Haití.
Las bandas tienen su raíz en fuerzas parapoliciales organizadas después de la asunción del presidente Jovenel Moïse para controlar las manifestaciones populares en su contra. Y es posible que algunos de estos delincuentes infiltrados en las fuerzas de seguridad hayan estado detrás del asesinato de Moïse el 7 de julio, más allá de que en el lugar del episodio se descubriera a un grupo de paramilitares colombianos. El complot dejó un vacío político que profundizó el caos de la nación mientras continúa la investigación. Es probable que las elecciones previstas para este año se retrasen hasta 2022. En tanto, las bandas seguirán azotando a los once millones de haitianos y una de ellas, la de los 400 Mawozo, se podría convertir en la más poderosa si logra los 17 millones de dólares que pide por el rescate de los misioneros estadounidenses.
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