Quién es William Cumbajín, el sádico asesino de los matorrales que violó, torturó y mutiló a 9 mujeres en Quito

Su raid criminal ocurrió entre 2002 y 2003. En 2029 podría quedar en libertad. Tendría entonces 59 años

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Imagen del único registro público de William Cumbajín. (Tomada de Día a Día).
Imagen del único registro público de William Cumbajín. (Tomada de Día a Día).

William Wladimir Cumbajín Bautista, “el asesino de los matorrales”, fue un brutal femicida de indigentes, que convenció a sus víctimas con regalos y ofertas, que luego las condujo matorrales en los márgenes de Quito para violarlas, torturarlas, estrangularlas y mutilar sus genitales.

De Cumbajín se sabe poco desde que ingresó a la cárcel. Es más, el único registro de su rostro es una entrevista que dio a un medio local. Sin embargo, no hay más imágenes que muestren quién era el asesino de los matorrales.

Cumbajín inició su trayectoria criminal a los 32 años. Llevo a cabo su faena a pesar -o como consecuencia- de una leve parálisis física fruto de los múltiples abusos que recibió de su madre parapléjica, drogadicta y alcohólica durante su infancia.

Había nacido en Quito en 1971 en una familia pobre, desestructurada y disfuncional. Fue abandonado y obligado a vivir en las calles, mendigando y vendiendo flores y dulces en las plazas y portales del centro. Dormía en edificios abandonados y túneles en las calles del sur de la capital. Para sobrevivir, se protegió con otros jóvenes de la calle. Así es como conoció una vida de drogas, violencia, alcohol y delitos ocasionales. Antes de que comenzara su carrera de asesino serial, fue arrestado cuatro veces por robo a mano armada.

Su sector de operaciones delictivas se situaba en el centro y sur de Quito, áreas de turismo y comercio durante el día, pero que en las noches se convierten en un espacio propicio para delitos menores.

En 2002 asesinó a su primera víctima, pero no fue detenido por la policía sino hasta mediados de 2003, después de 9 horribles asesinatos que aterrorizaron a la ciudad, especialmente a las mujeres que mendigan en el centro histórico de la capital. Fue capturado sin resistencia y puesto a las órdenes de la justicia criminal.

La fiscalía determinó que buscaba a sus víctimas entre vagabundas y vendedoras ambulantes, preferiblemente si tuvieran problemas de salud o mentales y si fueran bajas de estatura. Cumbajín se aseguraba que tuvieran inferioridades mentales o físicas para poder someterlas con relativa facilidad. Además, compartía con estas personas las mismas condiciones de vulnerabilidad social lo que permitía que sus víctimas se sintieran identificadas con él y le ofrecieran su confianza.

A todas las violó y estranguló, les mutiló sus genitales atando sus piernas abiertas a los arbustos. Sus víctimas fueron encontradas muertas en lugares de fácil acceso, como si su verdugo quisiera que fueran halladas, tanto en el Bosque Miraflores colindante con la Universidad Central del Ecuador, como en el Bosque de Oyacoto, los matorrales del sector de San Roque o en la quebrada del Río Machángara.

Para la psicoanalista Alexandra Moya Robayo, “Cumbajín no contó con una imagen de autoridad que incursionara y mucho menos que reforzara en él, normas conductuales y comportamentales que le permitieran una adecuada adaptación social. Por el contrario, el constante maltrato y abuso que recibió por parte de su madre, lo llevó a incursionar en un mundo lleno de violencia y agresión que lo obligó casi de forma directa a responder de la misma forma para poder sobrevivir”. La profesional agrega –en un estudio que realizó sobre el criminal– que “toda la ira y tal vez odio sentidos por el sujeto, fueron desplazados hacia figuras femeninas que inconscientemente le recordaban a su madre, cuya imagen fue deficiente o nula durante toda su vida”. Concluye que “su condición familiar y su desarrollo socioeconómico bajo lo obligaron a criarse en la calle y a consumir desde muy temprana edad drogas, situación que ligada a lo ambiental desembocaría en él, conductas delictivas ocasionando posteriormente daños psíquicos irreparables”.

Las víctimas

A Cumbajín se lo ha declarado culpable por la violación, tortura y el sádico asesinato de nueve mujeres. Las víctimas del “asesino de los matorrales” eran indigentes y vendedoras ambulantes que tenían problemas de salud física o mental.

Con falsa amabilidad, Cumbajín convencía a sus víctimas para que fueran con él a lugares apartados. Según se conoció después de los interrogatorios, el asesino decía que sus víctimas se llamaban “Blanca” y que tenían 27 años. Sin embargo, esto ha sido refutado por quienes creen que era una estrategia para fingir que padecía de demencia. No obstante, los psiquiatras consideraban que esa mención podría hacer referencia a algún símbolo importante.

Ocho de sus nueve víctimas eran mayores de edad. Pero también cayó en sus garras Anita Cando, un niña sordomuda de 12 años, cuyo cuerpo fue encontrado a orillas del río Machángara de Quito.

Con algunas fue más sádico que con otras. A su novena víctima, además de violarla y estrangularla, le quitó los ovarios y el útero.

Sentencia

El 12 de mayo de 2004, el Tribunal Tercero de lo Penal de Pichincha impuso la pena máxima de 25 años de reclusión para William Cumbajín por ser el autor del delito de violación y asesinato de Anita Cando, la primera víctima a la que se pudo identificar la edad.

Cumbajín se prepararía para salir libre el 2029, a los 58 años. Pero nada se sabe de su vida tras las rejas.

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