El presidente de Honduras inventa una guerra con El Salvador por un islote de menos de un kilómetro en el Pacífico

Acorralado por las investigaciones estadounidenses que lo señalan como miembro de una organización narcotraficante y por unas elecciones en la que puede perder el poder, Juan Orlando Hernández reflota un viejo litigio territorial

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Imáágen aéres de la Isla
Imáágen aéres de la Isla Conejo en el Golfo de Fonseca (Lissette Lemus)

Honduras y El Salvador amanecieron el miércoles 13 de octubre oyendo algo que parecían ser tambores de guerra, pero, en realidad, es solo ruido de un conflicto inventado que el presidente Hernández se sacó de la chistera política el mismo día en que la oposición política hondureña anunció una alianza para intentar desbancar del poder a su partido en las presidenciales de noviembre próximo.

Su consejo de ministros, anunció Hernández, había emitido un decreto para reiterar la soberanía de Honduras sobre varios islotes del Golfo de Fonseca por los que ambos países han sostenido un litigio territorial durante décadas.

El más emblemático de ellos, Isla Conejo, un peñon de menos de un kilómetro cuadrado, no tiene valor económico, pero sí estratégico, de acuerdo con algunos analistas, porque su posesión amplía la salida de Honduras al Océano Pacífico, constreñida por las aguas territoriales de El Salvador y Nicaragua en el Golfo de Fonseca, una vía marítima importante en el comercio regional, donde también convergen rutas de narcotráfico y contrabando.

El anuncio de Hernández llegó el mismo día que dos de las principales fuerzas de oposición, los partidos Libre y Salvador de Honduras, anunciaron una alianza para presentar a Xiomara Zelaya como candidata única en las presidenciales del 28 de noviembre próximo, en las que Juan Orlando Hernández no compite, pero su partido, el Nacional, es representado por Nasry Asfura, alcalde de Tegucigalpa y acólito del presidente.

El futuro, después de noviembre, puede complicársele a Hernández. Sin la protección política que le otorga la presidencia de su país, JOH, como se le conoce, bien podría ser requerido por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, que ya lo investiga por narcotráfico. Dos exoficiales de la fuerza pública hondureña que en su momento investigaron a Tony Hernández, hermano del presidente condenado por tráfico de drogas en Nueva York, dijeron a Infobae en agosto pasado que el DOJ los ha entrevistado como testigos en esa investigación a Juan Orlando.

Asfura, el candidato oficialista apoyado por JOH, es popular; la más reciente encuesta de CID Gallup lo ubica en el tope de las preferencias con el 38%. Solos, Zelaya y Salvador Nasralla, el otro líder de la oposición, parecían no tener oportunidad, pero juntos, según el mismo sondeo, llegan al 33%, lo que los deja en competencia. A la alianza, que no es buena noticia para Hernández, le precedió la estridencia de Isla Conejo.

Juan Orlando Hernández, al inaugurar
Juan Orlando Hernández, al inaugurar un helipuerto en la Isla Conejo en marzo de 2014.

Un islote de pretexto

“Este supuesto celo nacionalista del gobernante de Honduras no tiene ningún fundamento”, dice el historiador y catedrático hondureño Guillermo Varela en conversación con Infobae. “Todas sus acciones desde que detenta el poder es allanarse un camino seguro para consolidarse”, asegura.

Varela recuerda que el gobierno de Hernández ha llevado adelanto un proyecto de “entrega y venta de estratégicos territorios de Honduras, sobre todo los costeros, que incluyen al Golfo de Fonseca y el Caribe, a empresarios internacionales”. El historiador se refiere a un proyecto económico al que el gobierno ha llamado Zonas Especiales de Desarrollo (Zedes), cuya explotación el Estado cedería a privados y para cuya regulación se crearían marcos jurídicos especiales que les otorgarían amplia autonomía administrativa y jurídica. Sectores influyentes en la vida política hondureña, como la jerarquía de la iglesia católica y la universidad nacional, han concluido que las Zedes lesionan la soberanía nacional.

Que él esgrima en ese decreto (sobre Isla Conejo) que está dispuesto a dar hasta la última gota de sangre en la defensa del territorio por un peñasco de medio kilómetro cuadrado en el Golfo de Fonseca es cínico, hipócrita y oportunista”, opina Varela. Añade: “Es un acto circense que pretende levantar el perfil a una organización criminal, la del Partido Nacional, como supuesto defensor de la soberanía nacional”.

Ya en septiembre de 2014, recién inaugurado como presidente, Hernández confeccionó un cuidadoso acto político en torno a Isla Conejo para afianzar su alianza con los sectores más conservadores del ejército. A las 5.30 de la mañana de ese día, cadetes hondureños izaron la bandera en el islote y horas más tarde el presidente convocó un acto en Casa Presidencial. El Salvador, entonces gobernado por el izquierdista FMLN, reclamó ante organismos internacionales sin mucho éxito.

El presidente Juan Orlando Hernández
El presidente Juan Orlando Hernández de Honduras presentó el 13 de octubre en la Casa Presidencial en Tegucigalpa un decreto ejecutivo que reitera la soberanía hondureña en Isla Conejo.

El reclamo hondureño no es legítimo. Hay evidencia histórica de que la Isla Conejo es de El Salvador”, asegura a Infobae un exdiplomático salvadoreño de alto rango que lidió con el tema fronterizo con Honduras.

No es la primera vez que un político hondureño acude al islote para desviar la atención de sus problemas políticos. En 2006, Ricardo Maduro, también del Partido Nacional, acudió al litigio con El Salvador tras un desplome en su popularidad por la mala gestión en materia de seguridad pública. Manuel Zelaya, depuesto en 2009 por un golpe de Estado y esposo de la candidata Xiomara Zelaya, llevó el tema a Naciones Unidas en 2008 luego de que su cercanía con el chavismo en Venezuela le agenció fuerte oposición interna.

En este nuevo capítulo, Hernández tiene frente a sí a un interlocutor salvadoreño que es buen amigo de la estridencia propagandística y quien también parece necesitar de distractores con urgencia.

Cortinas de humo y el desdén de Bukele

Es como una mala copia de un guion de Hollywood: un presidente emproblemado quiere inventarse una guerra para desviar la atención e intentar salvar su carrera. Ese argumento existe ya en el cine; lo hicieron película el director Barry Levinson con los actores Robert DeNiro, Dustin Hoffman, Anne Heche y Woody Harrelson en “Wag the dog”.

En la versión que la política centroamericana parece copiar de Hollywood hay algunos cambios. Aquí los protagonistas son dos presidentes, Juan Orlando Hernández de Honduras y Nayib Bukele de El Salvador. A diferencia del líder de la película, agobiado por un escándalo sexual, sobre los dos centroamericanos pesan señalamientos internacionales por sus tendencias autoritarias, por irrespetar sus constituciones políticas y, en el caso del hondureño, por narcotráfico.

A la película de Levinson en España la titularon “Cortina de humo”, que es lo que parece ser la reciente arremetida de Hernández.

El historiador Varela ve muchas similitudes, de hecho, entre lo que Hernández ha hecho en Honduras durante poco más de una década y lo que Bukele ha apresurado en dos años en El Salvador para afianzarse en el poder. “(Hernández) había hecho algo análogo a lo que Nayib Bukele hizo en mayo pasado cuando destituyó de manera arbitraria a la sala de lo constitucional… fueron golpes de Estado”, dice.

Bukele no tomó la estafeta de la guerra que JOH intentó venderle. Como suele, el salvadoreño respondió en tuit, con sorna, pidiéndole a su homólogo hondureño que se tranquilice. Fueron otros miembros del partido gobernante, Nuevas Ideas, quienes hicieron suyas en El Salvador las respuestas a Hernández: Mario Durán, alcalde de San Salvador, o Cristian Guevara, jefe de la bancada oficialista en el Congreso no dudaron en llevar a redes sociales fotos de Tony Hernández, el hermano narco del hondureño.

Nayib Bukle respondió con sorna
Nayib Bukle respondió con sorna en Twitter a la escala de Juan Orlando Hernández

No es que a Bukele le caigan mal los distractores; los necesita. Septiembre no fue un buen mes para él: le creció la protesta callejera, su política insignia de legalizar el bitcoin como moneda legal no le funcionó bien y ha tenido que sosegar las respuestas impulsivas a sus opositores en el marco de un amargo enfrentamiento diplomático con Washington y de una negociación vital con el Fondo Monetario Internacional.

Enfrente tiene también el salvadoreño una protesta callejera convocada para este domingo 17, que según algunos de sus organizadores podría llevar a 10,000 personas al centro de San Salvador.

Bukele no recogió el anzuelo de Isla Conejo; acudió, en su guion distractor, a otras cosas. Ofreció a Comandos de Salvamento, una institución de primera respuesta a emergencias, reparar todas sus ambulancias. Insinuó que era hora de intervenir a la selección nacional de fútbol tras la derrota 0-2 ante México en la eliminatoria mundialista. Adelantó avances en la construcción del estadio nacional. Y así.

Ya antes a Bukele otras guerras inventadas con Juan Orlando Hernández le habían servido de distractores en las redes sociales, como cuando por Twitter anunció que no lo invitaría a su toma de posesión en 2019 o cuando le dijo narcotraficante, pero el asunto siempre tuvo mucho de “circense”, como el historiador Varela llamó al afán del hondureño con Isla Conejo.

En realidad, como publicó Infobae, a ambos políticos los unen lazos subterráneos con el dinero venezolano del dictador Nicolás Maduro y un inversionista señalado por violaciones a los derechos humanos al que ambos gobiernos han favorecido con contratos millonarios.

Claudia Ortiz, diputada salvadoreña de oposición, no ve más que un distractor en todo el asunto de Isla Conejo. “El Salvador tiene problemas mucho más urgentes, en educación en salud”, dijo en una entrevista.

Para el diplomático salvadoreño de alto rango consultado, los litigios fronterizos son válidos como “una alternativa a resolver las disputas por la vía armada”. Este exfuncionario coincide con quienes no ven en todo este embrollo algo más que un espectáculo: “Honduras tiene elecciones y siempre que se avecina una coyuntura electoral aparece el tema. Al presidente de El Salvador también le conviene que se hable del tema pues necesita distraer la atención de varios problemas internos”, dice.

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