Los gigantes se han convertido en figuras fantásticas que aparecen en cuentos y películas para niños, sin embargo, hay quienes sostienen que los humanos gigantes existieron en la etapa prediluviana de la historia. Pero, ¿hay algún argumento que pruebe su existencia? Apuntes históricos, gráficos hechos por observadores antiguos e incluso huesos humanos de gran tamaño podrían ser testimonio de que humanos inmensos recorrieron el planeta.
Los Agathyr, una civilización enigmática de la tribu Scythian, en el 3.500 A.C. construyeron un sistema subterráneo de túneles conocidos como la Galería de Hiperbórea. Esta construcción estuvo oculta por miles de años hasta que fue descubierta en los 70 por un grupo de arqueólogos, en la actual Rosia Montana, Rumanía. Sin embargo, el gran hallazgo no fue el sistema subterráneo sino los restos de humanos que tendrían 10 metros de altura.
La leyenda de los gigantes de Agathyr no es la única. Al otro lado del mundo. En el sur del Ecuador, una pequeña población cercana a la frontera con Perú fue testigo de lo increíble. Los habitantes del lugar dicen que de ahí se han recuperado huesos de humanos gigantes. Muchos de estos estarían en colecciones privadas de todo el mundo.
Uno de las personas que habría conservado estos huesos fue el sacerdote Carlos Miguel Vaca Alvarado, nacido en 1912, en Loja, Ecuador. Los huesos, que estuvieron en su posesión hasta su muerte en 1999, fueron encontrados en el pequeño poblado llamado Changaimina, una parroquia del cantón Gonzanamá, de la misma provincia, ubicado a 755 kilómetros de Quito, la capital del Ecuador.
Changaimina deriva de dos voces kichwas: “changa” que se refiere a “pierna”, en particular al fémur o en general a los huesos humanos, y “mina” que significa depósito. Curiosamente, un depósito de osamentas puede ser también un cementerio o lugar donde descansan los huesos de los fallecidos.
En 1965, el padre Vaca fue asistido por un grupo de 25 personas que exploraron y excavaron el terreno donde yacía el cuerpo de un gigante. Allí encontraron los restos de su cabeza, luego el tronco y por último las extremidades. El descubrimiento coincidió con el milenario nombre del pequeño poblado: Changaimina. Donde podría haber existido la ciudad cementerio de dioses.
Al sacerdote le apasionaba la arqueología. Esa afición y las leyendas que contaban los habitantes de la zona lo llevaron al descubrimiento de estos restos.
La colección de Vaca tenía los huesos de gigantes de siete metros de altura que habitaron Ecuador y otras partes de América hace miles de años. Según los reportes periodísticos, algunos de los fragmentos óseos fueron enviados al Instituto Smithsoniano en Washington DC para su posterior análisis.
Los fragmentos de gigantes que se encontraron en Ecuador en los años 60, hoy se pueden ver en el Parque Jungfrau de Suiza. Otros huesos de esa colección se exponen en el museo particular del investigador paranormal de origen austriaco Klaus Dona.
Los gigantes en la historia
En la mitología, la existencia de gigantes es una constante. En el registro bíblico, está el filisteo Goliat, que medía seis codos y un palmo o el equivalente a casi 3 metros. O la raza Nephilim procedente de los dioses caídos e hijos de los dioses. Según la versión de Helena, hay 12 Titanes, liderados por Cronos, que luchó contra su padre Urano a petición de su madre Gea. También se puede leer la epopeya sumeria del rey Gilgamesh, de 7 metros de altura, que ya menciona el diluvio universal.
En Sudamérica, quizás la más famosa de todas las historias vernáculas registradas en testimonios escritos es sobre los patagones. Estas criaturas fueron registradas en las bitácoras del marino portugués Fernando de Magallanes en su búsqueda de un pasaje entre el Atlántico y el Pacifico, el estrecho que descubrió y que lleva su nombre hoy.
“Vimos cerca de la playa un hombre que era tan grande, que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura”, escribió entonces Antonio Pigafetta, marino fiel a Magallanes. Los llamaron “Patagones”, por el tamaño desmedido de sus pies. De allí deriva la palabra Patagonia que da nombre a la región argentina.
El famoso corsario y comerciante de esclavos británico Sir Francis Drake conoció personalmente al gigante patagónico dando fe del testimonio del navegante portugués: “Magallanes no mintió del todo al nombrarlos gigantes, por lo general, difieren con el común del hombre, tanto en estatura, grandeza y fuerza del cuerpo, como en la fealdad de sus voces: pero no son nada monstruosos y gigantescos, como fueron representados”.
El explorador holandés Jacob Le Maine navegó por Sudamérica en 1615, y dejó un mapa del área del Puerto Deseado en la Patagonia argentina. En las explicaciones cartográficas resalta un detalle extraño: describe el Punto H como el lugar “donde encontraron el sitio del entierro de un gigante, cuyos huesos medían entre diez y once pies de largo”, o sea, más de tres metros.
El jesuita, antropólogo y naturalista español José de Acosta, que desembarcó primero en la Isla Española del Archipiélago de las Galápagos en 1571, para iniciar su recorrido en tierra desde el Perú en 1572, escribió en su Historia Natural de las Indias que los chichimecas, pueblos originarios de México, eran gigantes “que arrancaban las ramas de los árboles como nosotros deshojamos lechugas”.
Por su parte, Juan de Velasco, jesuita ecuatoriano, destacó en su Historia Antigua del Reyno de Quito de 1789 que “Manta fue a principios de la era cristiana el teatro de la espantable raza de los gigantes” y detalló los tamaños espectaculares de esqueletos y huellas encontradas en las actuales Manabí, península de Santa Elena y en los territorios de los caranquis, de Imbabura pertenecen a los mismos gigantes referenciados en los textos bíblicos.
Estos testimonios se corroboran con los hallazgos más recientes de otro sacerdote, el padre Carlos Miguel Vaca, que coinciden con otros descubrimientos idénticos en todo el mundo. Changaimina, la Ciudad Cementerio de los Dios permanece oculta, pese a los testimonios de exploradores y arqueólogos. La ciencia contemporánea todavía le debe una explicación a la humanidad.
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