Es cierto que las criptomonedas son potenciales instrumentos para desarrollar eficiencia en el sistema financiero. Sin embargo, con ellas también hay “nuevos riesgos o exacerbar los existentes, en ausencia de una regulación específica que permita mitigarlos”. Eso declaró el Banco Central del Uruguay y dio a la población un conjunto de recomendaciones a la hora de utilizarlas.
Primero: estos activos digitales no cuentan con el respaldo de ningún banco central, por lo que no son monedas en curso legal.
Segundo: tanto su emisión como su comercialización es ajena a las instituciones bancarias, por lo que se encuentran al margen de la regulación legal. “Como consecuencia, a quienes operen con estos instrumentos no les son abarcables las medidas de protección al usuario financiero prestadas por entidades reguladas y supervisadas por este Banco Central”, declara el comunicado.
Tercero: la volatilidad es inherente a varios de los instrumentos que quedan comprendidos dentro de los activos virtuales. Por eso, podría haber problemas en la reconversión a monedas legales como los pesos uruguayos o los dólares americanos. Entonces, los comercios no tienen ninguna obligación en aceptar criptomonedas como forma de pago ni las instituciones bancarias tienen porqué aceptar transacciones que las involucren.
Cuarto: existe riesgo de lavado de dinero y financiamiento de terrorismo o fraude porque las transacciones son anónimas y son irreversibles.
Está previsto que el BCU dialogue con los distintos actores de la industria, otros bancos centrales del mundo y con organismos internacionales para llevar a cabo un análisis sobre el desarrollo de estas operativas a nivel institucional. El objetivo sería “sentar las bases para el tratamiento regulatorio de los activos virtuales y las actividades de los prestadores de servicios de activos virtuales en nuestra jurisdicción”.
Resultado de aquello, “se elaborará una propuesta de modificación a las disposiciones legales vigentes que establezca un marco claro para avanzar hacia la regulación de estas actividades”.
Es que en Uruguay se utilizan criptomonedas internacionales como el bitcoin, pero también existen criptomonedas locales, como el “ñeripeso”. Sin embargo, esta última no funciona como una criptomoneda tradicional. Ni siquiera tiene correlato con monedas legales, como sí sucede con otras. No existe una referencia externa que determine cuánto vale un ñeripeso, no hay forma de relativizar su valor en base a bienes externos. Funciona a través de algo parecido al trueque donde la intención es devolverle valor a la comunidad, permitiendo que el precio de la criptomoneda lo pongan ellos.
Una moneda virtual que insume la energía de un país entero
El minado de criptomonedas consume muchísima energía eléctrica. Tanto es así que, si el bitcoin fuera un país, estaría en el puesto número 29 en la lista de países por consumo anual. Es decir que el bitcoin consume más energía eléctrica que Finlandia, Suiza o Argentina en un año.
Cada vez que el precio de bitcoin sube o baja, aumentan las cantidades de consumo energético porque empiezan las transacciones. Un estudio de la Universidad de Cambridge (Cambridge Bitcoin Electricity Consumption Index) llegó a la conclusión de que solamente el bitcoin consume el 0,6% de la energía mundial.
De todo aquello, un 39% de esa energía proviene de fuentes renovables. Esto tiene que ver con que la mayoría del minado de bitcoin sucede en Asia y ahí utilizan carbon como fuente de energía, un recurso muy contaminante. Sin embargo, tras la prohibición del uso de criptomonedas por parte del gobierno chino, habrá que ver qué camino toma la situación.
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