El 4 de agosto de 2021, Neisi Dajomes, Tamara Salazar y Angie Palacios caminaron sobre la pista olímpica del estadio Atahualpa, de Quito, en Ecuador. Se abrieron paso entre las banderas que sostenían los deportistas de uniforme rojo y negro, propio de la concentración de Pichincha. A veces, las tres jóvenes daban un salto para que las cámaras pudieran captarlas e inmortalizarlas sonrientes y victoriosas, con sus turbantes de colores que reflejan el respeto que sienten por sus raíces afro. Las deportistas llegaban a Ecuador después de un largo viaje desde Tokio, donde compitieron en halterofilia. En la cancha del estadio, las esperaba una tarima para el homenaje que había preparado el Ministerio de Deporte para ellas. Así, entre vítores y festejos el Ecuador recibió a sus deportistas olímpicas que para muchos en el país son “las mujeres más fuertes del mundo”.
Dajomes, de 23 años, es la primera mujer ecuatoriana que gana una medalla olímpica de oro. A la presea dorada la obtuvo por su participación en la disciplina de levantamiento de pesas, categoría 76 kg., en los Juegos Olímpicos de Tokio. Entre el peso levantado en arranque y envión –técnicas propias de la disciplina–, Neisi levantó 263 kg. El triunfo de Dajomes ya emocionó a un país que tan solo días antes había celebrado la segunda medalla de oro de la historia nacional con la victoria de Richard Carapaz en ciclismo de ruta. En la premiación, Dajomes agradeció su medalla de rodillas en el podio y mostró su mano izquierda que decía “Mamá y hermano”, como muestra de que el oro está dedicado para las dos personas que inspiraron su carrera deportiva y que fallecieron antes de verla como medallista olímpica.
Apenas 24 horas después del triunfo de Dajomes, Tamara Salazar daba otra sorpresa. La noticia de que la pesista de 23 años había ganado la medalla de plata en la categoría de los 87kg. levantaba a los ecuatorianos que dormían esa madrugada aún regocijados con el triunfo de Neisi.
Angie Palacios, hermana de Neisi, también participó en Tokio en halterofilia, en la división de 64kg. Palacios, de 20 años, se ubicó como la sexta de su categoría y recibió un diploma olímpico, el primero para Ecuador en estas olimpiadas.
Antes de llegar al Estadio Atahualpa, donde las habían esperado, por más de dos horas y media, al menos una veintena de periodistas, una decena de funcionarios gubernamentales, varios invitados especiales –como asambleístas, empresarios y una reina de belleza– y cerca de ciento cincuenta ciudadanos que pudieron ingresar a la tribuna del estadio, Neisi Dajomes, Tamara Salazar y Angie Palacios recorrieron un poco más de 37 kilómetros desde el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre hasta el complejo deportivo en una caravana.
Las pesistas que arribaron en un vuelo de KLM a Ecuador, alrededor de las 14h30, y que fueron recibidas en la pista de aterrizaje por un arco de agua, se encontraron con su familia en un hotel cercano al aeropuerto. Allí, también las encontró Jefferson Pérez, el primer medallista olímpico del país, que obtuvo una medalla de oro en marcha en las olimpiadas de Atlanta de 1996 y una presea de plata en los juegos de Beijing de 2008. En el lugar, las deportistas descansaron y esperaron a que llegara Walter Llerena, el primer entrenador de Neisi Dajomes, que viajaba desde Aruba, donde es seleccionador de pesas. Cuando llegó Llerena, las medallistas junto con algunos de sus familiares, dirigentes deportivos y periodistas subieron a un autobús para empezar el recorrido.
El Aeropuerto Mariscal Sucre se ubica en Tababela, una parroquia rural del Distrito Metropolitano de Quito, las vías de ida y vuelta del terminal aéreo son autopistas por donde no transitan peatones. Sin embargo, la noche del 4 de agosto, decenas de ciudadanos salieron de sus casas y se agruparon en las veredas de la carretera para aplaudir, vitorear y reconocer a las tres mujeres que en Tokio hicieron historia.
Desde el triunfo de las pesistas en sus categorías, en redes sociales se ha resaltado la importancia de que los niños y –sobre todo– las niñas ecuatorianas puedan ver en ellas ejemplos de superación y constancia. Lo que en redes sociales podría tratarse de un cliché sobre los efectos positivos del deporte en la sociedad, en las calles se reflejaba en la auténtica admiración de los niños y niñas que saludaban a las medallistas y las miraban con ilusión.
El trayecto de la caravana duró casi una hora y en todo lugar, las personas que las veían se detenían, alzaban la vista y felicitaban a las campeonas. Algunos, incluso, compraron ramos de flores que les lanzaban al autobús y que ellas, con mucha prolijidad, alcanzaban en el aire.
El deporte siempre ha sido el aliciente de los ecuatorianos. La forma en la que los ciudadanos recibieron a Neisi Dajomes, Tamara Salazar y Angie Palacios lo confirma. Las personas de ese Ecuador que enfrenta las cifras de desempleo más altas de la última década y una gran crisis económica producto de la pandemia, se regocijaron en el triunfo de las deportistas y no dudaron en celebrarlas.
Sin embargo, esas personas que se agolparon en las calles, pertenecen al mismo Ecuador que aún discrimina a los afroecuatorianos, a quienes, según advierte la Organización de Naciones Unidas, se les niega constantemente su derecho a un medio ambiente limpio, así como el acceso a la justicia, a la educación, y al trabajo decente.
Los afroecuatorianos representan al 7.2 % de la población nacional, sin embargo, representan el 40% de aquellos que viven en la pobreza. Es por eso que los lugares que mayor población afro concentran –como Esmeraldas o el Valle del Chota, donde nació Salazar– tienen altos índices de pobreza y desigualdad.
Por eso, el presidente del Grupo de Trabajo de la ONU sobre Afrodescendientes, Ahmed Reid, explicaba que “Esmeraldas es una de las provincias más pobres de Ecuador; el 85% de su población vive por debajo del umbral de pobreza, el 23% tiene acceso únicamente a los servicios más básicos, y el 15% de la población es analfabeta”.
El Ecuador que celebró a Neisi, Tamara y Angie es el mismo cuyas autoridades no han emprendido las acciones pertinentes para reconocer los derechos de los trabajadores de Furukawa Plantaciones C.A, una empresa japonesa que produce fibra de abacá. Las paupérrimas condiciones laborales en las que se encuentran los empleados afroecuatorianos de la empresa han calificado a su caso como “esclavitud moderna”.
El país que vitoreó a las pesistas es el mismo en donde algunos todavía tienen prejuicios sobre los afroecuatorianos. Así le sucedió a Felipe Caicedo, el futbolista ecuatoriano que jugó en el Manchester City y que actualmente juega en el Società Sportiva Lazio de Italia, y que, en 2009, fue retenido en un restaurante al norte de Guayaquil porque a sus acompañantes y a él los confundieron como personas sospechosas. La situación se resolvió cuando un miembro de la Ecuatoriana de Fútbol aclaró el hecho.
Ese es el mismo país que se burló de Agustín Delgado, otro futbolista de alto nivel, que llegó al Congreso Nacional y que en una de sus intervenciones no leyó correctamente su discurso. Las burlas no consideraron que en el Ecuador los afroecuatorianos, como los montubios y los indígenas, tienen los niveles más bajos de escolaridad y mientras que el 32 % de blancos y el 24 % de mestizos acceden a la universidad, solo el 11 % de afros pueden ingresar a la educación superior y de estos solo el 6 % se titula, según muestra el Censo de 2010 y el Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ecuador de 2013.
Ese es el Ecuador que realza la belleza de los turbantes que Neisi Dajomes y Tamara Salazar usaron en sus participaciones, pero que no conoce su verdadero significado histórico y de reivindicación. El Ecuador que aún es racista es el mismo que se alegra y reconoce a los afroecuatorianos cuando ganan medallas o torneos deportivos, pero que luego de la algarabía los excluye.
Cuando la caravana arribó al Estadio Atahualpa, el homenaje inició. Un grupo de músicos compusó una canción para las deportistas y se la cantaron en el escenario. Las medallistas se unieron a ellos y bailaron alegremente. En ese mismo lugar, las tres deportistas olímpicas recibieron becas de estudios de una universidad de élite de Quito.
En el escenario lleno de luces y con una gran pantalla que proyectaba los rostros de las pesistas, Neisi Dajomes agradeció el recibimiento ciudadano y dijo: “Nunca pensé que una medalla olímpica me iba a cambiar tanto la vida”. Además, agregó que su medalla costó “muchos años de trabajo”. Dajomes empezó en la halterofilia a los 11 años, desde entonces ha ganado múltiples títulos.
Lo propio hizo Tamara Salazar, que dijo sentirse contenta y emocionada, sobre todo, porque su familia y amigos, que viajaron 160 km desde el Valle del Chota, estaban en Quito para recibirla. Angie Palacios, que obtuvo el diploma olímpico en su categoría, fue contundente en sus declaraciones a la prensa. Palacios se refirió al apoyo a los deportistas y dijo que se necesita que el Estado brinde el equipo multidisciplinario que necesitan. Cerró su intervención diciendo: “Lo que queremos es que nos den lo que nosotras necesitamos sin que lo pidamos”.
Después del homenaje, las pesistas viajaron a sus lugares de residencia donde permanecerán con sus familias e iniciarán la preparación para las olimpiadas de París en 2024.
SEGUIR LEYENDO: