Henry Constantín Ferreiro es director del diario disidente La Hora de Cuba y vicepresidente regional de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en ese país. Mientras cubría el reciente estallido social en la isla contra la dictadura castrista fue arrestado durante diez días. Junto a él fueron detenidas Neife Rigau e Iris Mariño, diseñadora y fotógrafa, respectivamente, del portal independiente de noticias.
Los tres fueron excarcelados el pasado miércoles 21 de julio, pero se encuentran en arresto domiciliario, acusados de desorden público.
En diálogo con Infobae, detalló cómo fueron los días de reclusión, entre interrogatorios, amenazas e incomunicación, pero celebró la magnitud de las protestas, que fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas de seguridad del régimen: “Hay muchísima gente que se ha despertado, que entendió que somos un pueblo como todos los demás, con gran capacidad de poner en jaque al régimen”.
Pese a la violencia y persecución, Constantín Ferreiro aseguró que “los cubanos han aprendido de la represión”, y opinó que por estas horas debe haber “grandes diferencias” en el seno de la dictadura: “Saben que dentro del país hay un grave peligro”.
Con relación a los reclamos de los cubanos que exigen una mejor calidad de vida por los constantes apagones, la escasez de alimentos y medicinas, y el fuerte impacto del coronavirus, el director de La Hora de Cuba sostuvo que el régimen de Miguel Díaz-Canel no impulsará grandes cambios, a menos que Estados Unidos “flexibilice ciertas cosas”: “Están guardando esa posibilidad sólo como carta de cambio con el gobierno de Biden (...) Nos tienen como rehenes ante los americanos”.
-¿Cómo fue su detención?
-Fue sobre las 3 pm del domingo 11 de julio cuando estaba llegando en un triciclo eléctrico, con varias personas, entre ellas mi novia [Neife Rigau], a la plazoleta Las tres esquinas, en Camagüey. El vehículo entró por una calle y al final había agentes de la policía. La protesta estaba a dos o tres cuadras. No pudimos llegar porque apenas me bajé, dos agentes me agarraron, me empujaron para quitarme el teléfono, me inmovilizaron, me esposaron y me ubicaron en una patrulla. Grité varias veces mi nombre y profesión para que la gente que estaba en el lugar lo reportara. De ahí me llevaron directo a la Segunda Unidad de la Policía, donde estuve desde el domingo hasta el jueves; el jueves me trasladaron a la Unidad Provincial de Operaciones, que es un centro de interrogatorio, con doble puerta de riesgo cada celda, y donde hay todavía más incomunicación entre los detenidos. También detuvieron a mi novia, Neife Rigau, y a Iris Mariño, una colega. Estuvimos allí hasta el miércoles 21 de julio. Nos liberaron por un cambio de medidas: la prisión provisional la cambiaron por reclusión domiciliaria, en espera de juicio. Nos acusan de desorden público, que puede llevar de 3 meses a 5 años de prisión, dependiendo de los agravantes.
-¿Hay agentes de seguridad custodiando su domicilio en este momento?
-Ayer vi un individuo en plan de vigilancia, de civil, pero no todo el tiempo los veo. Yo estoy adentro trabajando, publicando, conversando con colegas, trato de no asomarme mucho tampoco. Solo una vez he visto la vigilancia.
-¿Cómo fueron esos días de detención? ¿Sufrió golpizas o violencia física? ¿Pudo tener contacto con familiares o abogados?
-En todo el tiempo de detención tuve 11 eventos de interrogatorio, de coerción. A veces eran más bien charlas. Había desde simples capitanes de la seguridad del Estado, hasta el teniente coronel del departamento de instrucción penal de Camagüey. La herramienta principal que usaron contra mí, lo más duro, fue la amenaza. Ya no por promover las protestas, que yo nunca promoví, yo sólo me movilicé el 11 de julio para cubrirlas, sino por mi trabajo en La Hora de Cuba. Para ellos mi trabajo responde a un esquema de dominación sobre Cuba por parte del imperialismo norteamericano, sin ningún tipo de prueba. Yo soy completamente independiente. En base a esas acusaciones me hablaron de que podía tener de 10 a 20 años de prisión. Entonces ya no se trataba de las protestas, porque yo ni siquiera llegué. Tenemos imágenes mías, que todavía no publiqué, siendo detenido en la plazoleta, rodeado de policías, que demuestran que no estaba en la manifestación. Los interrogatorios eran prácticamente todos los días; el aislamiento fue muy riguroso, no tenía manera de recibir información del exterior, ni siquiera sobre la salud de mi novia, quien tuvo problemas con la alimentación. Lo peor fue la incomunicación y las amenazas, y un fuerte allanamiento que sufrí a mi vivienda. Me llevaron a mi casa esposado mientras hacían el registro. Llegué a contar 23 individuos, entre ellos coroneles, teniente coronel, cuatro boinas negras, y varios vehículos en la calle. Todo para registrar mi domicilio. Se llevaron bienes digitales para revisar todo el material audiovisual. El día que me liberaron me los devolvieron.
“En todo el tiempo de detención tuve 11 eventos de interrogatorio, de coerción. Para ellos, mi trabajo de periodista independiente responde a un esquema de dominación sobre Cuba por parte del imperialismo norteamericano”
-¿Ya había estado detenido alguna vez?
-Si, estuve tres o cuatro veces. Por mi profesión, siempre por intentar cubrir algún evento.
-¿Qué diferencia hubo de aquellas veces a esta última?
-En esas ocasiones la duración fue menor, el máximo no había llegado a tres días. Esta vez estuve diez días detenido. Además, la evolución legal del proceso. Una sola vez se inició una investigación, pero no llegó a la Fiscalía. No hubo un expediente en manos de la Fiscalía, esta vez sí. Eso implica un riesgo probable de prisión, o al menos molestias y preocupaciones durante bastante tiempo.
-¿Teme que lo condenen a prisión?
-Todo puede pasar. El régimen está en crisis por lo que pasó el 11 de julio. Las probabilidades son grandes. Nos liberaron por la presión que había en los medios, por diferentes grupos... Mi novia tiene mucha visibilidad en la iglesia católica, y yo al ser vicepresidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP, había mucho revuelo. Todo eso ayudó. Pero cuando estás con amenaza de juicio, es un riesgo latente, pueden apretar el acelerador en cualquier momento. Puede disolverse con el tiempo también, o terminar en otra medida, pero también puede terminar en una condena a prisión breve, que ya lo han hecho otras veces. El hecho de que no haya evidencias en mi contra no me sirve porque conozco casos de personas que sin pruebas han sido condenadas. El aparato judicial no lo controlan los fiscales ni los jueces, lo controla el Ministerio del Interior.
-Varios periodistas fueron detenidos durante las protestas...
-Es prácticamente una lucha de supervivencia continua. En primer lugar porque para hacer periodismo necesitas publicaciones de historias, y conseguir eso implica un riesgo constante. Cada vez que hay eventos, la policía está atenta a todo y a todos. En Camagüey hace bastante que no pasaba algo grande, por eso hasta ahora no había vigilancia constante, pero imagino que a partir de ahora habrá cada vez más. Es una tarea muy dura. Publicar contenidos es muy complicado, entre la vigilancia y los cortes de internet. Dirigir un medio es como estar subido a una tabla en el océano en medio de un tifón. Todo el tiempo tienes que estar pensando cómo sobrevivir y evitar que tus colaboradores sean enviados a la cárcel. Además Cuba está atravesando una crisis económica más grande de la que teníamos. No sólo somos periodistas, somos ciudadanos a los que nos impacta esta realidad.
“Dirigir un medio es como estar subido a una tabla en el océano en medio de un tifón. Todo el tiempo tienes que estar pensando cómo sobrevivir y evitar que tus colaboradores sean enviados a la cárcel”
-Pasaron más de dos semanas del estallido de las protestas. ¿Cómo sigue la situación en el país? ¿Pese al gran despliegue de las fuerzas de seguridad continúan las manifestaciones o bajó la tensión?
-No he recibido reportes recientes. Hay vigilancia en las calles, de civiles y militares. Algunas zonas están tomadas por los boinas negras. Hay una tranquilidad forzada porque el despliegue paramilitar y oficial es abrumador. La gente además está recuperándose de las heridas: muchos han sido detenidos, otros pasaron mal rato o tienen algún familiar detenido, y eso inmoviliza a la gente. Pero los problemas de la población siguen ahí, entre apagones, salarios bajos, escasez, el coronavirus, la ausencia de vacunas, y decenas de problemas más. Mientras, en el régimen sigue el mismo grupo de personajes que ya tanta gente detesta, que solo saben reprimir. Apenas han hecho algunos pequeños cambios cosméticos, como autorizar a viajeros la entrada de medicamentos y alimentos, autorizar alguna venta de crédito, pero más nada. El Estado también anunció que va a repartir un módulo de alimentos, pero estamos hablando de tres libras de arroz, un poco de frijoles, dos latas de pescado, cantidades que no alcanzan ni para 15 días, y para toda una familia. Ojalá estén pensando en cambios profundos, pero yo creo que están guardando esa posibilidad sólo como carta de cambio con el gobierno de Biden, para que Estados Unidos flexibilice ciertas cosas. Nos tienen como rehenes ante los americanos, por eso no creo que eviten los problemas que ya hay.
-¿Y ve alguna posibilidad de acercamiento con Estados Unidos ahora con Biden en el poder?
-Biden ha dado señales con el tema de las remesas y la ampliación del personal de la embajada. Es una intención de marcar cierta diferencia. Pero si ahora hacen concesiones pueden verse demasiado débiles ante una dictadura represiva. La esperanza del régimen a que Biden restablezca varias cosas hizo que sean más suaves en la represión, porque podríamos haber visto una represión aún mayor. Pero la represión que hubo, que fue fuerte, puede congelar los impulsos de Biden. Ellos siguen recibiendo ayuda de China, Rusia, la Venezuela de Maduro, todos países que no acatan las medidas del embargo.
“Hay una tranquilidad forzada porque el despliegue paramilitar y oficial es abrumador”
-¿Esa represión que hubo es síntoma de debilidad? ¿Cómo ve por estas horas a la cúpula de la dictadura?
-Después de un primer momento de unidad en el que todos se vieron en riesgo, debe haber bastantes diferencias de criterio. Sobre todo en el tema de cuánto reprimir. Algunos deben desear reprimir más, pero ahora hay miles de opositores, antes eran muchos menos. La gente ya probó lo que es protestar, gritar… Saben que dentro del país hay un grave peligro. Los que no tienen las trazas de Castro deben preferir no llenarse las manos de sangre. También debe haber un debate fuerte de qué hacer con internet. Todo empezó por las redes sociales. Las bloquearon, pero han tenido que normalizarlas. El uso de las redes sociales es una fuente de ingreso muy grande, no se pueden dar el lujo de perderla. Es muy caro el internet en la isla. Debe haber preocupación de qué hacer con eso; seguramente evalúan penetrarlas al máximo. El monopolio de las comunicaciones es parte del monopolio de la familia Castro, por eso deben estar pensando qué hacer con ese tema. Otro punto que deben estar analizando es qué hacer con los americanos: ¿reprimimos más o soltamos gente para ver si Biden da más concesiones?
-¿Preocupa que a fuerza de represión y detenciones el régimen logre bajar la tensión, o lo que ya ocurrió marcó un antes y un después?
-El 11 de julio amanecimos con la seguridad de que no iba a haber esa magnitud de protestas. A la tarde pensamos radicalmente lo opuesto. Estamos más que satisfechos. Nos quedamos cortos en lo que pensábamos, los ingredientes están ahí. Si se disuelve, o no queda en nada, es poco probable, pero se ha avanzado más de lo que se pensaba.
-¿Cómo analiza la respuesta de la comunidad internacional? ¿Hay mayor conciencia sobre lo que ocurre en la isla? En la OEA varios países se negaron a tratar el tema en una sesión extraordinaria, ¿por qué piensa que evitan abordar la crisis cubana?
-Las imágenes de la represión ayudaron a que algunos actores se movieran con más claridad. Hubo un pronunciamiento de Josep Borrell, más fuerte de lo que se esperaba. Sin ser fuerte como quisiéramos, ya no echaba la culpa al bloqueo. Eso indica un avance. La represión ha sido incontrastable. Por supuesto la maquinaria diplomática cubana es enorme. El número de embajadas nuestras en el mundo es superior a las de España. El esfuerzo por ganarse partidarios por todo el planeta, sobre todo en las Américas, es enorme. En el caso de la OEA, la diplomacia de los médicos esclavos cubanos, que son empobrecidos para venderlos a buen precio, sobre todo a países del Caribe, funciona. Son países que saben que si muestran una relación agresiva con el régimen cubano pueden perder los médicos, que ayuda a determinados políticos a ganar elecciones. Muchos se cierran ante la represión, piensan en su política exterior. Al margen de que ahora hay varios gobiernos simpatizantes del régimen castrista, como López Obrador en México, y el nuevo presidente de Perú [Pedro Castillo]. Todo termina repercutiendo en Cuba de esa manera, como con las posturas más suaves de la Unión Europea, que tiene a los hoteles españoles dominando las playas cubanas.
-Para muchos este estallido social es el principio del fin. Otros, en cambio, son más escépticos. ¿Cómo ve el futuro de Cuba?
-Hay muchísima gente que se ha despertado, que entendió que somos un pueblo como todos los demás, con gran capacidad de poner en jaque al régimen. La sociedad civil ya sabía que podía rebelarse, pero los demás no sabían. Ahora perseguidos y todo, sienten que se puede protestar, con riesgo, pero se puede. Antes la justificación era que más nadie los iba a seguir, “somos un pueblo de carneros”, decían algunos. Todo eso se ha derrumbado. Ellos mismos saben que no están enfrentados a un pueblo pasivo, están enfrentados a un volcán activo, y eso da tremenda esperanza. Aunque todo se silencie y se retome una cierta normalidad, basta que los de arriba cometan un error para que todo vuelva a empezar. Los cubanos han aprendido de la represión, la próxima no será igual.
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