Jesús Fichamba fue una de esas víctimas inenarrables de la pandemia. Nació en 1947, en Otavalo, una prospera ciudad indígena del Ecuador. Por su gran fortaleza y agilidad, durante su juventud, supo que quería ser boxeador. En su primer enfrentamiento público derrotó a su adversario por nocaut tras propinar unos pocos golpes. Pero el destino lo separó de los cuadriláteros por un accidente que lesionó para siempre su columna vertebral.
En su nombre está grabada la fluidez de su alma buena y la virtud de bracear en los mares de las circunstancias. Para algunos, su apellido Fichamba podría provenir de las voces kichwas “icha”, para la raíz “ficha”, que corresponde al verbo “sea”, y “wampuy” para la terminación “amba”, que quiere decir “nadar”. Fichamba es el destinado a nadar y Jesús superó su accidente para zambullirse en las torrentosas aguas del arte latinoamericano.
Con 22 años, Fichamba empezó una carrera musical que lo llevaría al reconocimiento continental. En San Francisco de Milagro, una calurosa ciudad cañicultora del litoral ecuatoriano, instalada en una extensa llanura tropical, Fichamba ganó un concurso local de canto. A orillas del río Milagro, sorprendió con su potente voz, superando a los demás competidores que miraban con asombro cómo un indígena los vencía. Era el inicio de la década de 1970 y el racismo era otro de los contendientes del otavaleño en este nuevo cuadrilátero de la vida.
El premio para el ganador consistía en 500 sucres, que al cambio en ese momento podrían haber representado unos USD 140. Con ese capital en el bolsillo, Jesús Fichamba se embarcó en una travesía de intervenciones en teatros, paraninfos, radios y canales de televisión.
En 1983 su primer disco tituló como “Fichamba Internacional”. En 1985 grabó su segundo disco llamado “Soñando” y ganó el Festival de la Organización de Televisión Iberoamericana en Ecuador. El triunfo lo catapultó para competir en España con los ganadores de otros países en un nuevo certamen internacional.
La Organización Iberoamericana, u OTI por sus siglas en castellano, era una agrupación de cadenas de televisión en Latinoamérica, Estados Unidos, España, Portugal y Guinea Ecuatorial, que celebraba anualmente, desde 1972 y por 28 años consecutivos, el Gran Premio de la Canción Iberoamericana o llamado también Festival OTI de la Canción.
El 21 de septiembre de 1985, Jesús Fichamba representó al Ecuador en el XIV Festival OTI celebrado en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, en España. Fichamba se presentó muy orgulloso y elegante vistiendo el poncho y alpargatas característicos de Otavalo, e interpretó la canción “La Pinta, la Niña y la Santa María”, del compositor ecuatoriano Luis Padilla.
En la letra se describe el encuentro de dos mundos, sus complejidades, disputas y concordias. El cuarto verso y el su último coro de la canción dicen:
Soñé que en el alma del indio había cadenas/ De tantos que fuimos, tan solo unos pocos quedamos/ Aún yo escucho a Colón convenciendo a la Reina/ Con la esfera del mundo en sus manos cantando este tema.
Es redonda la ilusión/ Es redondo el ancho mar/ Una tierra gigantesca hay más allá/ Tiene forma de mujer/ Tiene senos de volcán/ Yo lo juro, pronto vamos a llegar.
La interpretación quedó en segundo lugar. El jurado prefirió a la representante mexicana cuyo pueblo pasaba por un devastador terremoto.
Jesus Fichamba será recordado como un notable latinoamericanista. En sus letras rebosan la unidad, la concordia y la reconciliación. Llegó a España con un mensaje de hermanamiento entre los pueblos hispanoamericanos que todavía se corea actualmente. Tanto amó a España como al Ecuador que se radicó en Palma de Mallorca, la mediterránea ciudad insular en las Islas Baleares, desde 2003.
El 14 de abril de 2021 fue hospitalizado en cuidados intensivos a causa de la COVID-19 en Guayaquil. Sin embargo, no logró recuperarse y falleció 12 días después de luchar en este cuadrilátero. La mañana del 26 de abril de 2021, a los 74 años, Jesús Fichamba se convirtió en ser que nada apacible en las aguas de la inmortalidad.