Pedro Castillo es la pieza de un enigma a armar. El maestro rural de la sierra central peruana baja a la costa para gobernar el Perú. Una figura del realismo mágico andino del extraordinario escritor Manuel Scorza. Y que como su “Garabombo, el invisible” no se sabe bien dónde ubicar. “Se impregnaba de un poder que derrotaba al viento, a las montañas, a las estrellas. ¡Ahora sí seré invisible! Cruzaré los pueblos, entraré a las casas, caminaré en los pasadizos. ¡Nadie me distinguirá! En vano colocarán vigilantes. Ni puestos de control, ni compadres, ni espías les valdrán”. Castillo aparece y desaparece como Garabombo mientras sobrevuela las zonas más alejadas de las elites y ahora, de golpe se posa sobre el Palacio de Pizarro de Lima. Un fantasma a develar. ¿Se trata de un revolucionario que convertirá al país en un extemporáneo soviet o de un hombre sencillo que apenas quiere que su pueblo tenga una mejor vida? Como con la novela de Scorza, habrá que llegar al final del libro para conocer quién es el verdadero Garabombo.
En tanto, sabemos que se trata de un hombre complicado. Se define como socialista, populista y conservador en temas sociales. Su partido, Perú Libre, en cambio, se define como “marxista-leninista-mariateguista”. Dijo que nombrará como ministro de Economía a un asesor con credenciales de “liberal”. Cree que Venezuela tiene un “gobierno democrático”. Anunció que va a respetar las inversiones mineras. Pero les advirtió que va a hacer que “el 70% de las ganancias se quede para el país y se lleven el 30%, no al revés como es hoy”. También dijo que respetará a ultranza la libertad de prensa, pero pidió una regulación más estricta de los medios. Se expresó contrario al enfoque de género en el currículum escolar de los estudiantes, la legalización del aborto, la eutanasia y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Nació en el pueblo de Puña, en la sierra de Cajamarca, en 1969. Es el tercero de nueve hermanos. Para esa época, su padre se vio beneficiado por la reforma agraria del general Juan Velazco Alvarado y obtuvo una parcela para el sustento familiar. En una reciente entrevista, Castillo dijo que siendo muy joven fue “rondero” de su región. Se refería a las rondas campesinas de autodefensa que se enfrentaron a los extremistas maoístas de Sendero Luminoso. En 1995 se graduó de maestro y comenzó a ejercer la profesión, se casó con otra maestra y tienen dos hijos. Pronto se convirtió en representante de su gremio y surgió como figura sindical con una extendida huelga del magisterio en 2017. Intervino el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski quien inició negociaciones, pero excluyó a los representantes de las bases lideradas por Castillo, por “estar relacionado con el Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (MOVADEF)”, un referente del remanente de Sendero Luminoso en la región serrana. Castillo lo negó y puso como ejemplo su participación en las rondas.
En 2002 se había postulado a un cargo municipal por el partido del ex presidente Alejandro Toledo, Perú Posible. Y militó en ese partido de centro-izquierda por 12 años, hasta que le suspendieron la filiación. Se convirtió en un líder sindical extrapartidario que muchos quisieron “fichar” para su equipo. Finalmente lo logró Vladimir Cerrón, un neurocirujano, ex gobernador de la región de Junín entre 2011 y 2014 reelegido cinco años más tarde hasta que la asamblea regional lo destituyó por corrupción. Está acusado de favorecer a un “consorcio amigo” en una obra de saneamiento que nunca se hizo. Tiene una sentencia de tres años de prisión suspendida. Eso le impidió ser candidato, pero fundó un nuevo partido “Perú Libre” y convenció a Castillo de ser el candidato. En la primera vuelta sacaron el 18% de los votos, pero ante la fragmentación general pasaron a la segunda vuelta con Keiko Fujimori, la hija del ex dictador que permanece en la cárcel por sus crímenes.
Cerrón es considerado el “Rasputín” de Castillo, el verdadero “poder en las sombras”. El hombre que está cerca de asumir la presidencia de Perú asegura que a él no lo domina nadie y que “seré quien gobierne”. Cerrón tiene credenciales complicadas: se formó como médico en Cuba, vivió en la isla durante once años y está casado con una cubana, se declara profundo admirador de Fidel Castro, también de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro. La campaña de Keiko Fujimori lo denunció como “agente de los servicios de inteligencia cubanos” aunque no hay ninguna evidencia al respecto más allá de algunos vínculos políticos con funcionarios del actual dictador Miguel Díaz Canel. Sí, es cercano a Evo Morales y muchos comparan a su protegido, Castillo, y lo denominan como “el Evo peruano”.
Augusto Álvarez Rodrich, el influyente periodista, columnista y ex director del diario Perú 21, irónico, dice que “alguna gente habla de que lo que haría Castillo sería una especie de chavismo a la peruana, yo discrepo. Creo que va a ser un chavismo pero no de Hugo Chávez, sino de un chavismo del Chavo del Ocho”. De esto están convencidos muchos en Lima y el resto de la costa peruana. Su figura de campesino con su alto sombrero blanco lo convierte en “un meme viviente”. No tiene título universitario. Viajó apenas dos veces al exterior y las dos fueron a Bolivia. No sabe nada de economía. Toda su impronta política está basada en su experiencia sindical y en su sensibilidad que le permite comprender a ese Perú profundo que nunca antes tuvo representatividad importante en los centros de poder.
Carlos Meléndez, politólogo y columnista peruano e investigador de la Universidad Diego Portales, lo explica así: “En Perú la forma cómo se reta al establishment es a través de un outsider antisistema. Lo que pasó con Fujimori en las elecciones de 1990 está volviendo a pasar con Pedro Castillo ahora. Eso es lo que estamos viendo: una grieta entre los que defienden el status quo y lo que quieren un cambio que este caso tiene una connotación de modalidad constitucional, que el debate constitucional se pone en discusión en esta campaña”. Su colega Álvarez Rodrich coincide con este análisis: “La comparación es absolutamente válida y pertinente. Se han repetido fenómenos que ocurrieron entonces. En 1990 hubo un aspecto social, que significó el terrorismo, donde murieron 70 mil personas según los registros de la Comisión de la Verdad. Hoy, con la pandemia, han muerto 180 mil personas al menos. Somos el país con la mayor tasa de muertos per cápita por la pandemia. Y eso produce mucha confusión y búsqueda de cambio inmediato, casi mágico. Alguien que venga de afuera y arregle el desastre más allá de quien sea”.
La situación de Perú, como la de buena parte de América Latina, necesitaría más de estadistas que de “paracaidistas del realismo mágico”. La pandemia generó una crisis económica brutal. Un colapso donde el PIB del año pasado cayó en 11,3%, una de las mayores depreciaciones del mundo. Hubo una pérdida de 2 millones 200 mil empleos formales y no hay vistas de que se puedan recuperar. Todo engrosa la ya extendida informalidad característica de la economía peruana. La pobreza subió un 10%. Son 3,3 millones de peruanos que se volvieron pobres en un año y la clase media cayó de 46% a 34% en ese mismo año. Una tercera parte de la población está bajo todos los niveles de pobreza. Hay una crisis sanitaria, social, económica y política.
El famoso “termómetro de los mercados” indica una fiebre de infierno. La bolsa de Lima cayó 7% y tuvieron que cerrarla para evitar un mal mayor. Ya durante la campaña, cuando la figura de Castillo empezó a crecer, se suspendieron el 75% de las inversiones de corto plazo de las empresas privadas en el país. La desconfianza que se ve en los indicadores es altísima. “La señal más importante que debería mostrar Castillo en este momento es qué personas van a ocupar cargos como el Banco Central, el Ministerio de Economía, el presidente del Consejo de Ministros, el Tribunal Constitucional”, comenta el analista Álvarez Rodrich. “Esas serán señales muy claras de hacia dónde va el gobierno. Y como en el Perú tenemos instituciones tan débiles, todo funciona con personas. Recuerdo que cuando Ollanta Humala fue elegido presidente al día siguiente la bolsa de valores cayó 12% y cerraron la bolsa. Al día siguiente él dijo `mi presidente del Banco Central es Julio Valverde y mi ministro de Economía es el señor Luis Miguel Castila´. Todos entendieron de qué se trataba y se recompuso todo. Vamos a ver cuáles son las señales que se da en ese sentido, pero hasta ahora las cosas no van muy claras”.
Estamos en la Era de la Incertidumbre a nivel global. Y el tren errante ahora se detuvo en la estación de Lima. Castillo es el conductor del convoy. Cerrón es el guarda que pica los boletos. Los pasajeros son los 32 millones de peruanos. Y entre ellos, seguramente, está un Garabombo como el que imaginó Scorza, el que gritó en la novela: “¡Soy de humo! Sintió que se disolvía. Y se rió con una carcajada tan formidable que los animales de la noche interrumpieron sus amores, sus trabajos, sus fatigas”. Necesitará de ese realismo mágico andino para gobernar.
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