Guayaquil es la ciudad ecuatoriana calificada como la Wuhan del Ecuador. Solo en abril de 2020 concentró el 70% de los casos reportados por las fuentes oficiales, mientras los usuarios de las redes sociales denunciaban a diario las decenas de cadáveres desplomados en las calles, fallecimientos sin registro y la falta de respuesta pública al desbordante crecimiento de la pandemia.
Para julio de 2020, Ecuador fue considerado el país más ineficiente en la región al momento de gestionar los efectos de la crisis sanitaria, cuyo epicentro era precisamente Guayaquil, la ciudad portuaria, segunda en importancia nacional y ubicada a 418 kilómetros al suroeste de Quito, la capital ecuatoriana.
Esta es la situación de la salud pública que heredó el novel gobierno de Guillermo Lasso, cuyo vicepresidente Alfredo Borrero, un médico de 65 años especializado en neurocirugía, enfrenta actualmente como delegado del presidente en la transformación del sistema de sanidad pública nacional.
Borrero visitó el viernes pasado algunos hospitales, entre esos el Hospital Los Ceibos del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, en Guayaquil, y encontró sorpresas. Comprobó una capacidad hospitalaria de 500 camas, de las cuales sólo 208 unidades están ocupadas, 8 quirófanos operativos de los 11 disponibles y el registro de 20 cirugías al día de las 110 que se debería ofrecer. El vicepresidente además aseguró haber recibido maltratos, ocultamiento de información y obstaculización a su trabajo como segundo mandatario. Nos faltan al respeto “porque ocultan algo”, aseguró.
El vicepresidente ecuatoriano encontró pisos enteros sin utilizar, denuncias de pacientes sobre médicos que ordenan comprar los medicamentos externamente por la falta de insumos y escasez de reactivos para la elaboración de exámenes clínicos.
Esto sucede diez días después de que Borrero visitará por primera vez el mismo hospital. En la ocasión, el vicemandatario encontró todo en perfecto funcionamiento: bodegas bien abastecidas y una demanda de pacientes bajo control. Pero Borrero dudó y volvió pocos días después, en la madrugada y de manera sorpresiva.
A su encuentro salió un funcionario que lo detuvo exigiendo su identificación. “Más que ser el vicepresidente soy un ciudadano, soy médico y un señor apareció ahí a dar órdenes a decir quién podía pasar y quién no”, afirmó indignado. “Si maltratan al vicepresidente, maltratan igual a los pacientes” también aseguró. Pero el problema no supone solamente tratos prepotentes, sino mentiras y mafias enquistadas en el sector de la salud pública ecuatoriana, según la experiencia de Borrero.
Después de la primera visita, la gerente general del Hospital Los Ceibos, María José Agusto ofreció declaraciones que Borrero pudo contrastar con su segunda visita. Por esta experiencia el vicepresidente propondrá al presidente Guillermo Lasso una intervención en los hospitales del Seguro Social para depurar la corrupción.
Según la autoridad del Ejecutivo, “no es que falte dinero, porque el IESS en el área de Salud maneja 1.460 millones de dólares, sino que la corrupción está enquistada. (…) Cuando se roban, cuando se llevan, cuando construyen hospitales y se llevan 8 millones de dólares como el caso Pedernales no hay presupuesto que alcance”, sentenció.
“Creemos que tenemos que intervenir en los hospitales de manera urgente porque siguen (apoderados) los mismos que hicieron los negocios o negociados que todos conocemos”, aseguró Borrero.
El vicepresidente ecuatoriano también visitó el Hospital Teodoro Maldonado Carbo del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, en donde pudo confirmar un diagnóstico similar: falta de insumos, equipos sin funcionar, pacientes esperando en carpas y opacidad en la entrega de información.
Otras ciudades en donde Borrero visitó hospitales públicos fueron Alausí, Riobamba, Ambato y Latacunga, en la región interandina del Ecuador.
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