Jacqueline Chanel, una recién consagrada pastora evangélica de 56 años, se acaba de convertir en la fundadora de la primera iglesia en Brasil creada para personas trans.
El camino para conseguir la que dice es la mayor bendición de su vida, comenzó cuando apenas tenía 11 años y fue abandonada por su familia en la puerta de una iglesia. Desde esa temprana edad ya mostraba que era diferente y comenzó a sentir el rechazo sistemático al que estaría sometida durante toda su vida.
“Mi madre ya percibía que yo era una persona afeminada y no quería tener problemas conmigo. Fue desesperante”, dice Jaqueline en conversación con el sitio RT.
Ella vivía en una pequeña ciudad de Brasil llamada Belém, ubicada en la zona amazónica del país, en el estado de Pará. Ahí también quedaba el templo donde la abandonaron y donde vivió por años bajo la custodia de su pastor, al que llegó a considerar como un padre. En esos años pudo recibir educación y aprendió del servicio colaborando con los quehaceres del templo.
A los 19 años otro duro golpe le cambió la vida. El pastor de la iglesia murió acribillado a tiros, dejando a Jaqueline nuevamente desamparada. Ella trató de buscar ayuda de su familia pero volvieron a rechazarla así que empezó a forjarse un camino sola.
A los 23 años comenzó con su transición de género y a los 28 decidió mudarse a Sao Paulo, la ciudad más grande de Brasil en busca de un mejor futuro y de un entorno que estuviera más libre de prejuicios.
Pero ahí todo fue peor pues fue expulsada de la “Iglesia Universal”, a la que llegó en busca de refugio espiritual. Además, pese a tener formación en administración de empresas, conseguir un trabajo, por su aspecto, era una tarea casi imposible, por lo que terminó trabajando en salones de belleza.
“Cuando estaba en el fondo de la iglesia, pensaban que era una mujer, pero al acercarme me identificaban como a un travesti e inmediatamente era marginada. Hace 20 años toda esta cuestión era muy fuerte. Sufrí mucho por el rechazo de la iglesia”, dice Jaqueline.
Esta búsqueda constante por poder expresar su fe terminó llevándola hace unos diez años a una “iglesia inclusiva”, templos en los que principalmente se aceptan a hombres homosexuales, pero que le sirvieron para empezar a concebir lo que sería su propio templo.
El primer paso fue crear el Proyecto Séforas, nombre que hace referencia a la esposa de Moisés en la Biblia, el cual recibe a transexuales y travestis que son rechazados en otras iglesias. La iniciativa hoy cuenta con respaldo de la Iglesia de Comunidad Metropolitana (ICM) un movimiento religioso fundado en 1968 en Estados Unidos por el pastor gay Troy Perry. Dicho movimiento hoy cuenta con presencia en casi 40 países y acoge feligreses que se identifican con todo tipo de sexualidad.
La iniciativa de Jaqueline llegó a reunir a casi 200 mujeres trans, la mayoría de ellas trabajadoras sexuales y en alto estado de vulnerabilidad. Esto no es de extrañar, pues Brasil es uno de los lugares del mundo más hostiles para los transexuales.
De acuerdo con datos de la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales (Antre), solo en 2020 175 transexuales fueron asesinados en Brasil, es decir, una muerte cada dos días. Esto hace al gigante sudamericano el lugar más mortal para las personas trans en todo el mundo.
La misma organización advierte que el problema es mucho más grave, pues no hay cifras oficiales que registren todas las muertes violentas contra las personas trans, lo que hace a sus registros solo una foto limitada de una situación mucho más compleja.
De las víctimas registradas en 2020, un 56% tenían entre 15 y 29 años y un 47% de los crímenes mostraba alguna señal de que estaban motivados por el género diverso de las víctimas. Heridas de golpes o disparos en partes específicas del cuerpo como la cara, cabeza, senos o genitales son indicios de esto.
En Sao Paulo, donde Jaqueline fundó su ministerio, se presentaron la mayor cantidad de homicidios (29) a personas trans. Antra también señala que la mayoría de las personas trans en Brasil -un 90%- termina en la prostitución como única vía de subsistencia.
Con esa población discriminada, empobrecida y vulnerable, Jaqueline empezó un trabajo de acompañamiento, guía espiritual y ayuda humanitaria. Comenzó a prepararles comida, ofrecer un espacio para asearse, cambiarse de ropa o descansar, y establecer así un lugar seguro para ellas.
Cuando la pandemia golpeó, la iglesia cerró y Séforas también. Pero Jaqueline continuó su trabajo humanitario junto con un grupo de voluntarios con los que se organizó para seguir repartiendo comida en la calle, incluso organizó un crowdfunding para financiar la operación.
Toda esta labor a través de los años la hicieron merecedora de su consagración como pastora, y la autorización para fundar un ministerio independiente dentro de la Iglesia de Comunidad Metropolitana para continuar brindando apoyo espiritual a las personas trans.
“Es un premio por todo lo que he vivido y por ese trabajo volcado en la inclusión y acogida de mi comunidad que vive en la vulnerabilidad. La mayoría ha sido expulsada de casa, de su fe y demonizada por las iglesias tradicionales”, dice Jaqueline.
Lo más probable es que en los próximos años Brasil siga siendo un lugar peligroso y hostil para los trans, cuya expectativa de vida en el país no supera los 35 años mientras que la media nacional está en 75 años. Labores como la de Jaqueline Chanel, no obstante, son vitales para que esta cruda realidad empiece a cambiar.
SEGUIR LEYENDO