Cada día a nivel mundial, 300 millones de mujeres y niñas menstrúan, sin embargo, no todas pueden acceder a toallas higiénicas, tampones, copas menstruales, etc., que son necesarios mes a mes. La pobreza menstrual es un problema que afecta también a más de 4 millones de mujeres ecuatorianas que están en edad reproductiva. Además, la pandemia ha agravado el acceso a estos productos porque el impacto económico del COVID-19 ha obligado a que las mujeres y niñas deban priorizar otros gastos sobre los productos menstruales.
Según un estudio de la fundación Friedrich-Ebert-Stiftung de Alemania, las mujeres ecuatorianas gastan, en promedio, 42 dólares solo en toallas sanitarias al año, siempre y cuando la mujer use 25 toallas sanitarias en un mes o 323 en un año y que cada una cueste 0,13 centavos. Este valor representa “un costo alto especialmente en aquellas familias con ingresos básicos y en las que hay más de dos mujeres”, según lo explica Plan Internacional Ecuador.
El estudio indica que existen “impuestos sexistas” que gravan con la tarifa más alta a los productos de higiene que necesita una mujer menstruante: “En la mayoría de países, la tarifa aplicada a las toallas higiénicas, tampones y copas menstruales es la máxima existente, lo que insinúa erradamente que son mercancías de lujo, dado que solo se gravan con la tarifa máxima los artículos suntuarios”. En el Ecuador, la recaudación por el impuesto a las toallas sanitarias supera los 6 millones de dólares anuales.
La doctora Ana Lucía Martínez, experta en género y desarrollo, explicó a Infobae que “existen diferencias importantes de género cuando se trata del acceso masivo a productos que son considerados de primera necesidad para la vida y salud de las mujeres”. Por ello, Martínez cree que es necesario que las toallas higiénicas, los tampones, las copas menstruales, entre otros, deben ser “considerados productos de primera necesidad para las mujeres” en el Ecuador.
En un comunicado, Rossana Viteri, directora de Plan International Ecuador, explica que la pobreza menstrual es una derivación de la pobreza económica: “Las desigualdades sociales que existen en el país provocan que muchas niñas y adolescentes que no cuentan con los recursos necesarios gestionen su menstruación con métodos no adecuados o, incluso peor, no puedan gestionarla y su vida se vea afectada, por ejemplo, dejando de asistir a la escuela”.
Cuando una mujer no tiene acceso a los productos de salud menstrual, debe buscar la forma de manejar su ciclo, a veces usando materiales que le podrían causar una infección como retazos de ropa vieja, trapos, hojas o papel de periódico.
Desmitificar la menstruación
Uno de los retos del Estado, según Martínez, es la “desmitificación de la menstruación”. La experta considera que la información sobre este proceso biológico debe incluirse, a edades tempranas, “dentro de los programas de salud reproductiva y salud sexual”.
La pobreza menstrual también es consecuencia de que la menstruación aún sea un tabú. Plan Internacional explica que “durante años se ha silenciado obsesivamente los períodos menstruales, lo que ha generado un impacto negativo en las niñas. Muchas de ellas llegan a sentirse avergonzadas de hablar sobre su ciclo menstrual, lo que puede tener consecuencias sobre su salud”.
Catalina Vaca, líder de programas de Plan Internacional, en una entrevista con el medio digital ecuatoriano GK, dijo que se requieren tres condiciones básicas para mejorar la salud menstrual de las mujeres: el acceso a insumos para la higiene menstrual, la educación sobre sexualidad e higiene menstrual y medios que garanticen el desecho de los insumos utilizados.
La organización no gubernamental alemana Agua, Saneamiento, e Higiene (WASH) explica que el confinamiento, producto de la pandemia, intensificó el impacto de los tabúes y estigmas a nivel del hogar en mujeres y niñas.
Estos tabúes dificultan el manejo de la menstruación. Por ello, WASH señala que se deben explorar alternativas a la comunicación interpersonal, como la comunicación en línea, radio, teléfono y servicios de mensajería para brindar información y alternativas para quienes no pueden acceder a los productos menstruales.
Plan Internacional coincide con la WASH. Los estudios que han llevado a cabo demuestran que los estigmas sociales y la falta de discusión sobre la menstruación provoca que muchas niñas se sientan rechazadas, aisladas y no tengan información en materia de salud sexual y reproductiva, para entender su ciclo y asimilarlo como un proceso natural y sano.
Martínez indica que además de desmitificar la menstruación el Estado debe crear “una regulación que permita que sean de libre acceso, incluso tomando en cuenta situaciones de movilidad humana o en situación de calle”. Por el costo, “estos productos pasan a ser un lujo para algunas mujeres”, explica la experta.
El Banco Mundial asegura que hay millones de mujeres en el mundo que no pueden manejar su menstruación de manera segura, higiénica y con confianza y dignidad, lo que es fundamental no solo para su salud y educación, sino también para el desarrollo económico y la igualdad de género en general.
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