El ex banquero Guillermo Lasso asume este lunes 24 la presidencia de Ecuador sabiendo que los cambios económicos liberales que prometió en esta última campaña electoral, y en otras dos anteriores, serán más difíciles de poner en práctica de lo que había previsto. Llega al palacio presidencial de Carondelet con un mandato débil, recursos fiscales limitados y una dura oposición en el Congreso. En la primera vuelta de las elecciones de este año, Lasso sólo obtuvo el 20% de los votos, y su partido perdió escaños en la legislatura. De hecho, ganó la segunda vuelta de abril con menos votos que en las elecciones que perdió en 2017, gracias a un nivel histórico de votos de protesta.
Aun así, los inversionistas internacionales y empresarios locales tienen grandes esperanzas de que Lasso pueda revertir años de estancamiento económico, ahora exacerbado por la pandemia. Los bonos de Ecuador se dispararon el mes pasado tras la sorprendente victoria sobre Andrés Arauz, el candidato impuesto por el ex presidente Rafael Correa. De todos modos, va a tener que caminar por una línea muy fina entre su programa de liberalización por un lado y un Congreso dominado por los indigenistas y una población cansada y frustrada por el otro.
En el Congreso de 137 escaños, los aliados de Correa tendrán el bloque más numeroso, con 49 asientos, y el partido indígena de izquierda Pachakutik tendrá una influencia sin precedentes, con unos 45 votos en alianza con el bloque de Izquierda Democrática. El partido de centro-derecha Creación de Oportunidades (CREO) de Lasso tiene sólo 12 legisladores, y una temprana alianza con el Partido Social Cristiano de derecha se deshizo el 14 de mayo.
La primera movida en el Congreso mostró la posibilidad de que Lasso se apoye en Pachakutik para avanzar en algunos aspectos de su plan legislativo. Por lo pronto, los liberales de CREO votaron a favor de Guadalupe Llori, del bloque indígena, que resultó electa como presidenta de la Asamblea Nacional. “Estamos ante la gran oportunidad de todos los partidos para trabajar en una verdadera reconciliación nacional”, dijo Llori en su discurso. Esta abogada defensora del medio ambiente en la Amazonia estuvo varias veces presa durante la presidencia del populista Rafael Correa acusada de terrorismo por organizar protestas contra las empresas petroleras que contaminan el medio ambiente. Los activistas indígenas protestaron enérgicamente contra las políticas de austeridad del presidente saliente Lenin Moreno, favorable al mercado, pero también tuvieron importantes discrepancias con Correa, al que acusaron de dar prioridad a la producción de petróleo sobre el medio ambiente y las comunidades indígenas. Lasso se comprometió a renovar los contratos de producción de crudo para atraer más inversiones al sector, pero también prometió limitar las perforaciones en la región amazónica, la más sensible desde el punto de vista medioambiental.
Sobre todo, Lasso asegura que mantendrá la austeridad fiscal regida por el Servicio Ampliado del Fondo (SAF) ecuatoriano y una financiación “creativa” del gobierno por parte del Banco Central. También se beneficiará de la reciente aprobación por parte de la Asamblea Nacional de la Ley de Defensa de la Dolarización, que limita la emisión monetaria –Ecuador adoptó el dólar como moneda del país en 1999-. Pero mucho dependerá de las presiones sociales y las difíciles compensaciones para equilibrar los objetivos de crecimiento y fiscales. Para gobernar, tendrá que flexibilizar algunas de sus propuestas más favorables al mercado en temas clave como la reforma fiscal, laboral y de la seguridad social, y hacer importantes concesiones políticas para asegurarse el apoyo legislativo. Por ejemplo, aunque Lasso ha descartado la promulgación de nuevos impuestos, es probable que sus potenciales aliados en el Congreso exijan algún tipo de impuesto progresivo, aunque sea temporal, sobre la renta, el patrimonio o las grandes empresas. La pandemia ya ha provocado debates similares en otros países de América Latina.
El último informe de la calificadora de riesgos Fitch Ratings dice que “Lasso, promete seguir alejándose de las políticas heterodoxas que han socavado los fundamentos económicos de Ecuador en la última década. Sin embargo, cualquier mejora importante dependerá de los difíciles ajustes fiscales y de las reformas para mejorar el crecimiento, que están lejos de estar aseguradas”.
El gobierno de Lasso también tendrá que lidiar con una sociedad extremadamente frustrado por la disminución de los ingresos, la pérdida de empleos y la falta de vacunación contra el Covid. En ese sentido, la nueva administración correrá la misma suerte que la de sus pares en todo el mundo. Juzgarán a Lasso en función de si es capaz de reactivar la economía, apoyar a los más vulnerables y protegerlos de la pandemia. Como le sucedió a Biden en Estados Unidos y a todos los líderes que asumieron en el último año, su máxima prioridad en los primeros meses de gobierno tendrá que ser la del combate al coronavirus. La pandemia empujó a un tercio de la población de más de 17 millones a la pobreza y dejó a casi medio millón de personas en el desempleo. Pero la crisis y el ajuste venían de antes. El presidente Lenín Moreno impuso dolorosas medidas de austeridad como parte de un acuerdo por US$6.500 millones con el FMI.
El precario contexto social enfrentará a Lasso con una dura resistencia, principalmente del electorado correísta, pero también de muchos votantes indígenas del altiplano que probablemente mostrarán poca paciencia hacia el nuevo gobierno. Las recientes protestas en Colombia contra la reforma fiscal ponen de manifiesto lo delicado que es el panorama social en gran parte de la región. En Ecuador la amenaza de disturbios masivos continúa latente desde las explosivas protestas de octubre de 2019, podría materializarse fácilmente de nuevo.
Aunque hay un importante sector del indigenismo que en principio votó por el candidato liberal y que se mostró hasta ahora muy cercano en el Congreso. El movimiento populista de la Revolución Ciudadana que impuso al economista Rafael Correa en 2007 y gobernó el país durante diez años, nunca logró conectar con los movimientos indígenas. Tampoco pudo hacerlo en las elecciones su candidato impuesto, Andrés Aráuz, que no logró ampliar su base electoral. Franklin Ramírez, profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Ecuador, cree que “existe una desconfianza histórica de buena parte del movimiento indígena con Correa que Arauz no logró revertir”. Y agrega que “en todos estos años, la Revolución Ciudadana no terminó de reconciliarse con los antagonismos que había generado. El correísmo se protegió a sí mismo, no tuvo un discurso más sincero con su pasado y eso hizo que se reafirme el voto duro correísta pero que no exista posibilidad de ampliación”. El resultado fue que a pesar de que el candidato indígena Yaku Pérez llamó a la abstención, la mayoría de sus votantes se volcaron a favor de Lasso.
Si esos dos sectores, el del correísmo que parece estar más preocupado en la impunidad de su líder exiliado en Bélgica que por otra cosa (en su mensaje de Twitter para saludar al nuevo presidente, Correa le pidió que termine con “la lawfare que me acosa”), y el del indigenismo continúan con sus desavenencias, Lasso tiene una buena oportunidad para hacer las reformas económicas y sociales que fueron postergadas. Pero si fracasa o la sociedad no percibe mejorías en poco tiempo, esas corrientes podrían salir a la calle –más allá de que sus reivindicaciones sean diferentes- como se vio en Chile y Colombia.
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