“Es sábado en la noche, así que ¿por qué no hacerle bullying a un par de “incómodos” pagados con la chequera de un evasor de impuestos que quería ser Presidente pero no ganó ni las primarias?”, escribió el mandatario de El Salvador en la noche del 24 de abril. Los “incómodos” son los periodistas y con esta convocatoria arrancó un embate feroz. Es que Twitter es hoy una suerte de arma de destrucción masiva, y Nayib Bukele pulsa el botón rojo cada vez más seguido.
El salvadoreño se convirtió en un caso de estudio en Latinoamérica. Es, por lejos, el presidente más popular de su país y uno de los más apoyados en el mundo. En todas las encuestas, incluso en las más críticas, supera el 80% de imagen positiva. Mientras los líderes regionales experimentan cómo su respaldo se desintegra por las dramáticas cifras de la pandemia del coronavirus (América Latina representa el 35% de los muertos del mundo), y los estragos económicos hacen añicos las frágiles economías del continente, Bukele se hace fuerte con sus bonos de USD 300, los paquetes alimentarios y una baja pronunciada en la tasa de homicidios en uno de los países más violentos del mundo.
Capitalizó el hartazgo de una sociedad y logró mantener el respaldo en el tiempo. “Es el presidente populista más popular del mundo”, definió Carlos Dada, uno de los fundadores de El Faro, el prestigioso medio de investigación que se ha transformado en uno de los blancos preferidos del Presidente, en su intervención en el Coloquio Iberoamericano de Periodismo Digital.
Y mientras en el mundo se extiende una potente corriente que denuncia el bullying en las redes sociales, el autodenominado “primer presidente cool y twittero” es también el primero en reivindicar el acoso virtual para ajusticiar detractores… Después de cada mensaje de Bukele, se activa la maquinaria. Sus seguidores escrachan y él retuitea. “Hay un circuito de troles que operan cuando un periodista o una noticia que no le gusta se convierte en tendencia”, denuncia en diálogo con Infobae el periodista Sergio Arauz, y explica que es casi automático cómo también se activan lo que él llama voceros del bukelismo, “sus perros de batalla”, en las redes sociales.
Ni Bukele ni sus ministros hablan con los medios que no consideran afines. En general, el mandatario no da entrevistas, muchos periodistas están bloqueados en sus redes sociales y hay orden explícita de no dialogar ni siquiera en off de record con ellos. “Conocemos de personas que por la solo sospecha de hablar con nosotros tienen que hacer una prueba de polígrafo, pasar por detectores de mentiras, investigan si tienen relación con periodistas… Es de ciencia ficción”, revela Arauz.
Dada asegura que Bukele dividió el país entre los que están con él y sus enemigos intensificando la persecución a los periodistas e impulsando nuevas plataformas mediáticas que se dedican a repetir su discurso. “Sus plataformas sirven para el linchamiento público que él mismo lidera en su cuenta de Twitter, sus ‘sábados de bullying’ son un ejemplo claro”, afirmó. En su opinión, lo que se vive en el país es un populismo despojado de ideología y más cercano a la práctica del poder por cualquier vía. “Esto requiere el desmantelamiento de las instituciones democráticas y la eliminación de las voces críticas, y ahí entramos los periodistas”, advirtió.
Laura Andrade, directora del Instituto de Opinión Pública de la Universidad centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador, explica que cualquier voz crítica es víctima de esta campaña de desprestigio, y advierte que en algunos casos terminan en un “asesinato político”. “Nuestra preocupación está vinculada a la reacción ciudadana del sector más fanático que apoya al Presidente. Es una bola de nieve que se hace cada vez más grande porque él la alimenta, y traslada el mensaje a la población de que estos periodistas son enemigos y, por lo tanto, blancos en este entorno sociopolítico tan confuso”.
Según revela Andrade a Infobae, hay un grupo instalado en la Casa Presidencial para monitorear todas las publicaciones sobre el Gobierno que se hacen en las redes sociales: “Una vez separados los cuestionamientos, identifican un mensaje clave con el cual pretenden desenfocar la atención que la sociedad salvadoreña le da a esos temas y cuando los periodistas quieren abordar esos puntos en conferencias de prensa hay una afrenta directa, un cuestionamiento en el que al final el mandatario no solo no solventa la duda planteada, sino que contrainterroga a los periodistas sobre quiénes los financian o qué relación tienen con organizaciones internacionales”.
“Bukele confunde a los periodistas con su adversario, ya derrotó en las urnas a todos sus opositores, los medios es lo que le queda”, explica Arauz. “No está acostumbrado a una prensa incómoda, confunde la labor de un relacionista público con el de la prensa”, agrega para explicar su relación con los periodistas pero también su forma de ejercer el poder, personalista.
El periodista de EL Faro pone en contexto la situación, cuenta que en los últimos 30 años El Salvador estuvo gobernado por los partidos de la Guerra Fría, Arena y el FMNL. “El poder de Arena nos tachaba de comunistas, subversivos, izquierdistas… En 2009 cuando llega al poder Mauricio Funes -que adoptó todos los vicios y hoy está asilado en Nicaragua-, y nosotros nos mantuvimos con la misma actitud crítica y fiscalizadora del poder, nos empezaron a señalar como los vendidos, los derechistas, los fachas”. Pero Bukele, que hizo una campaña muy efectiva asegurando que estaba por encima de las ideologías y retuiteando las investigaciones de corrupción, tampoco soportó las coberturas periodísticas profundas. “Ciertamente, no está acostumbrado a que disientan con él”.
“No hay una apertura al diálogo, busca imponer una visión inequívoca, oficial, con la que todos deberíamos acordar porque, supuestamente, es lo que la población quiere”, critica Andrade.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos en su resolución del 4 de febrero pasado emitió medidas cautelares para la protección de 34 periodistas. Y, según la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), en lo que va de 2021 las vulneraciones al ejercicio periodístico han crecido en más del 100%, en comparación al mismo período de 2020. Entre enero y abril de este año, el Centro de Agresiones a Periodistas de APES ha verificado 113 agresiones a periodistas, contra 54 del año pasado. “Claramente se ve cómo el Gobierno de Nayib Bukele está utilizando las instituciones del Estado para perseguir aquellos medios de comunicación que le son, en sus palabras, incómodos”, dijo a Efe Angélica Cárcamo, presidenta de APES.
Reporteros Sin Frontera también identificó graves problemas en el acceso a la información y el acoso a los periodistas. En su último Ranking de Libertad de Prensa dado a conocer en abril pasado destacó que El Salvador se ubica en el puesto 82 de los 180 países que conforman el listado: cayó ocho puestos con respecto al último año. “Es una de las caídas más grandes del ranking”, advirtió RSF en su informe.
Bukele conoce el poder de las redes sociales, sabe que son terreno súper fértil para el bullying y las usa cobijado en sus impactantes índices de popularidad. Es un hábil twittero, el asunto es que también es el Presidente...
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