Vilma Núñez, 82 años, decidió con desconfianza ir el 8 de abril pasado a uno de los puestos que el Ministerio de Salud dispuso en Managua para vacunarse contra el COVID-19. Su desconfianza era doble: por un lado, temía los efectos que la vacuna podría provocarle, y por el otro, como ella es una reconocida defensora de derechos humanos, podía sufrir acoso pues vive constantemente asediada por los simpatizantes del régimen de Daniel Ortega.
“No puedo ni ir a cobrar mi pensión todos los meses, porque siempre me sacan diciendo que ando cobrando el dinero que me regala Daniel (Ortega)”, dice riéndose. Incluso, pensó vacunarse en otro país como Costa Rica o Estados Unidos para no caer en manos del régimen, pero al final el trámite era demasiado engorroso y caro para su presupuesto.
Primero consultó con su médico de confianza. “Ponete la vacuna. Es segura”, le aconsejó. Y luego decidió ir en la tarde, cuando esperaba que las filas estuviesen más cortas. Al llegar al puesto, su primera sorpresa es que un hombre en la entrada la reconoce y la anuncia a viva voz:
—¡Vilma Núñez! —gritó.
Dos enfermeras salieron solícitas a recibirla y con gestos sobreactuados la condujeron hasta una silla al frente de todos. Poco después supo, cuando vio su fotografía expuesta en redes sociales y medios de comunicación afines al régimen, que la pusieron en esa silla para poder ser fotografiada desde donde una mujer con uniforme de enfermera la enfocaba discretamente.
“Vilma Núñez, vendepatria golpista, vacunándose gracias a nuestro buen gobierno”, dice uno de los cientos de mensajes que circularon profusamente en las redes sociales durante esos días con esas primeras fotos que le tomaron en la espera. Hubo más fotos mientras la vacunaban, y no dejaron de fotografiarla incluso cuando pasó a “una especie de galerón” donde los vacunados esperan media hora por cualquier reacción adversa.
La doctora Vilma Núñez de Escorcia es una antigua luchadora por los derechos humanos. Comenzó en su juventud defendiendo a los sandinistas que la dictadura de Anastasio Somoza encarcelaba. Ella misma fue detenida y torturada. Al triunfo de la revolución sandinista, en julio de 1979, fue nombrada vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia, y actualmente es la presidente del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), organismo que fue ilegalizado y confiscado su edificio por el régimen de Ortega.
En esta primera etapa de vacunación se atendería a enfermos crónicos y personas mayores de 60 años, anunció el gobierno. “¿A quiénes vamos a vacunar? Al censo de pacientes, en base al censo de pacientes con cáncer, cardiopatías, enfermedades crónicas, personas que serán, pacientes que serán citados previamente para acudir al centro de vacunación que les corresponde, en cada municipio iremos avanzando. Son 167.500 primeras dosis con la vacuna Covishield”, explicó Rosario Murillo, vicepresidente y vocera del gobierno.
Aunque el gobierno anunció una gestión de compra de vacunas por el orden de los 115 millones de dólares, hasta ahora solo han llegado a Nicaragua seis mil dosis de Sputnik V donadas por el gobierno ruso, 135 mil dosis de la Covishield o AstraZeneca, donadas a través del mecanismo Covax de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras 200 mil dosis de esta misma vacuna donadas por el gobierno indio.
El caso de Vilma Núñez fue el inicio de una campaña de acoso y escarnio contra los opositores nicaragüenses que acudieron a vacunarse, sobre todo, con las caras más conocidas.
A Fabio Gadea Mantilla, 89 años, empresario radial y excandidato a la presidencia en las elecciones de 2011, un grupo de jóvenes sandinistas lo rodeó en el centro de vacunación y se hicieron fotos donde se ve a Gadea de gorra y bastón, serio e incómodo, y a ellos celebrando y marcando con los dedos de la mano el numero “dos” que representa la casilla en que competirá el gobernante Frente Sandinista en las elecciones generales de noviembre próximo.
Otra fotografía publicada en el oficialista boletín 19 Digital y expuesta en las redes sociales de simpatizantes del régimen, muestra en silla de ruedas y asediado por una batería de personas con uniformes blancos de salud, al doctor Carlos Tünnermann, 87 años, expresidente de la opositora Alianza Cívica y actualmente miembro de la Comisión de Buena Voluntad, organismo que busca unir a los diferentes grupos opositores.
También fueron acosados y expuestos el periodista Carlos Fernando Chamorro, el disidente sandinista, Luis Carrión y el veterano cronista deportivo Edgard Tijerino, entre otros. “Vacunan contra la rabia y contra el covid19 a la zarrapa vendepatria Carlos Fernando Chamorro”, dice uno de los muchos mensajes.
“Así empieza el ritual del escarnio con el que pretenden exhibir a los críticos del régimen recibiendo la vacuna, para remarcar que la vacunación de la COVID-19, como otros servicios sociales, no son derechos de todos sino una dádiva que se otorga, discrecionalmente, gracias al “comandante y la compañera”, relató Chamorro en Confidencial, el medio de comunicación que dirige.
La periodista y también crítica del régimen, Sofía Montenegro, 66 años, dice que acudió con una amiga al puesto de vacunación con temor a sufrir escarnio y “una sensación de sentirse agredida y acosada gratuitamente”, pero cree haberse salvado porque no fueron reconocidas por los medios oficialistas y operadores políticos que estaban en el lugar. “Éramos un par de viejas más en la fila, con gorras y mascarillas”, dice.
Montenegro responsabiliza a Rosario Murillo de estar tras esta campaña de acoso a opositores. “Aquí no hay nada espontáneo. Es absolutamente dirigido y refleja la actitud, el carácter y la personalidad invasiva, asfixiante y controlista de Rosario Murillo. Esto es consistente y sistemático, en todos los lugares y todo momento”, señala.
“El mensaje es: todo lo decido yo, todo es mío, hasta lo que es regalado. No hay idea del bien público”, agrega. “La política de Rosario (Murillo) es como un virus. Es el endiosamiento de ella. Todo me lo deben a mí, todo se lo deben a este régimen y obligan a toda la gente a hacerles el reconocimiento: Gracias al comandante (Ortega) y a la compañera (Murillo) es que tenemos vacuna, tengo agua, tengo luz…”
La defensora de derechos humanos, Vilma Núñez, atribuye también el comportamiento de los simpatizantes del régimen “al discurso de odio” que propaga Murillo en sus alocuciones diarias del mediodía, trasmitidas en cadena por los medios oficialistas. “No creo que sea solo fanatismo. Es inducido. La inducción a cometer agresiones, que se refleja en la reacción de la gente. Están dividiendo al país. Ya no esperás que te agreda solo la Policía o los paramilitares, (porque) todos los días esta señora (Murillo) está envenenando a la gente, a tal punto que se sienten cumpliendo una misión con el escarnio”.
Las críticas, más que a los mensajes ofensivos de los simpatizantes del régimen, que ya son una constante, es a la decisión gubernamental de permitir y, aparentemente, organizar el acoso dentro de los puestos de vacunación, donde la entrada es restringida y no se permite el ingreso a medios de comunicación independientes.
Núñez dice que le indigna el uso de los trabajadores de la salud o sus símbolos. “La persona que yo vi tomándome fotos, o era enfermera o estaba vestida de enfermera. Vi un enfermero varón. O son ellos que están haciendo doble función o, sería peor, que dejen a los que andan retratando que se pongan uniformes de médicos o enfermeras”.
Cree que su llegada, por ser de las primeras, tomó de sorpresa a los operadores del régimen, porque luego vio coberturas más elaboradas con otros opositores. “La aplicación de la segunda dosis ya no va a ser sorpresiva. Ahora ya saben qué día y a qué hora nos va a tocar. Hay que estar preparados”, dice.
Sin embargo, aconseja a todos ir a vacunarse, a pesar del acoso gubernamental. “Mi consejo es que vayan y se vacunen. Es nuestro derecho. No nos están regalando nada. Si nosotros defendemos los derechos, los tenemos que reclamar, hay que ir a vacunarse”, afirma Vilma Núñez, quien en 2005 estuvo entre las 1000 Mujeres nominadas para recibir el Premio Nobel de la Paz.
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