Pedro Castillo y Keiko Fujimori parecen ser los candidatos que competirán por la presidencia de Perú en la segunda vuelta del próximo 6 de junio. La líder de fuerza popular, que había comenzado la jornada en el cuarto puesto, superó durante el transcurso del escrutinio a Hernando De Soto y aumentó su ventaja durante el transcurso del día, prácticamente asegurando su lugar en el ballotage. Con más del 95 por ciento de los votos escrutados, obtiene el 13,3 por ciento de los votos, contra el 11,6 del titular de Avanza País. Prácticamente la misma cantidad obtiene el empresario ultraconservador Rafael López Áliaga.
La presencia de Castillo en la segunda vuelta, en tanto, estaba prácticamente garantizada desde el cierre de urnas. El líder de Perú Libre confirmó desde el inicio del conteo su crecimiento en las encuestas durante las últimas dos semanas -que no lo tenían como opción probable para llegar allí- y obtiene el x por ciento de los votos, x por ciento por sobre Fujimori y más que suficiente para asegurarse el pase en un campo electoral extremadamente atomizado. La última actualización del escrutinio le da el 19,09 por ciento de los votos.
Fujimori ha pedido esperar resultados con “prudencia”, pero dijo estar “muy ilusionada con la oportunidad que el pueblo peruano me viene dando en la carrera a la segunda vuelta”. También le ofreció “trabajar juntos” a De Soto y añadió que confrontará a la izquierda representada por el candidato Pedro Castillo.
Castillo, por su parte, ya había celebrado los resultados en la noche del domingo, asegurando que “al pueblo peruano se le acaba de quitar la venda de los ojos”. “Esto es una expresión del pueblo”, dijo el candidato de izquierda en la sede del partido que lidera en Tacabamba, en la provincia de Chota.
El dirigente afirmó que la verdadera gran alianza en el ballotage la hará con el “pueblo peruano” y advirtió que no se someterá a las exigencias de otros partidos. No obstante, de efectivamente ser elegido deberá entablar negociaciones con numerosos actores del arco político, considerando la importante fragmentación que tendrá lugar en el Congreso.
La composición del ballotage implica que el escenario político de Perú una vez más se divide en base a su clivaje de las últimas décadas: fujimorismo contra antifujimorismo. Sin embargo, a diferencia del ballotage de 2016 (cuando se enfrentaron dos candidatos derechistas), esta vez también está en debate el modelo económico.
El ascenso vertiginoso del líder sindical es comparado con el que logró el entonces desconocido Alberto Fujimori en 1990, cuando venció en segunda vuelta al escritor liberal Mario Vargas Llosa prometiendo políticas de izquierda (que nunca aplicó, sino todo lo contrario). No obstante, Castillo sí ha tendio un recorrido político, aunque es igual de incógnita cuánto realmente aplicaría de su plan de gobierno en caso de triunfo.
Se espera que los rivales de Castillo le endilguen su afinidad con el régimen venezolano, en particular la que ha mostrado el líder del partido Perú Libre, el ex gobernador Vladimir Cerrón, quien fue el autor del plan de campaña y tiene una condena por corrupción.
También, los principales ataques girarán en torno a las alianzas que hizo como líder sindicalista, acercándose a grupos como Movadef (Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales), que pide la libertad de Abimael Guzmán, líder de la guerrilla Sendero Luminoso.
En las últimas semanas, afirmó que no aplicaría un impuesto a las grandes fortunas, ya que el meollo de su plan redistributivo está en la nacionalización del gas y la renegociación de contratos y tratados, así como en la obligación de que las multinacionales inviertan una parte de sus ganancias en el país. El mayor rol del estado en la economía estaría basado en una nueva Constitución, que propone a través de una Asamblea Constituyente.
Aunque Castillo se declara de izquierda, tiene posiciones conservadoras: está en contra del enfoque de género en el currículo escolar, se opone al aborto, el matrimonio igualitario y la eutanasia. De esta forma, le costará convencer a los votantes progresistas, pese a que suelen ser antifujimoristas.
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