El choque de Jair Bolsonaro con los militares brasileños: cómo se gestó y hasta dónde puede llegar la crisis

El despido del general Fernando Azevedo del Ministerio de Defensa desató un inesperado enfrentamiento entre el Presidente y la cúpula de las Fuerzas Armadas, que renunció en bloque esta semana en un hecho sin precedentes

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La foto que publicó Jair Bolsonaro de su época como capitán del Ejército el 31 de marzo, en el aniversario del último golpe militar en Brasil
La foto que publicó Jair Bolsonaro de su época como capitán del Ejército el 31 de marzo, en el aniversario del último golpe militar en Brasil

Jair Bolsonaro tuvo siempre un vínculo difícil con la jerarquía castrense. Desde que era un militar activo, primero como paracaidista y luego como capitán del Octavo Grupo de Artillería de Campaña. El hecho que lo catapultó a la fama fue un artículo publicado el 3 de septiembre de 1986 en la sección “Ponto de Vista” de la revista Veja, en el que reclamaba por los bajos salarios.

La publicación enfureció a la cúpula del Ejército y Bolsonaro fue arrestado por insubordinación. Pero recibió la adhesión de muchos soldados de todos el país y fue liberado 15 días después. El Superior Tribunal Militar lo absolvió, pero era evidente que ya no tenía futuro como uniformado. En 1988 pasó a la reserva y comenzó su carrera política como candidato a concejal de Río de Janeiro.

Treinta años más tarde, cuando una serie de circunstancias únicas e irrepetibles lo dejaron a las puertas de la presidencia de la república, Bolsonaro decidió acercarse a esa jerarquía militar que lo había rechazado. Mostrarse como parte de una institución que en Brasil conserva buena reputación era una forma de proyectar una imagen de orden, fortaleza y certidumbre, algo que no le sobraba a su errática campaña. Para la Fuerza, era una oportunidad única de volver a influir en la política nacional como nunca antes desde el retorno de la democracia.

El presidente Jair Bolsonaro, y el vicepresidente Hamilton Mourao durante una ceremonia el Palacio de Planalto en Brasilia, en febrero de 2021 (REUTERS/Ueslei Marcelino)
El presidente Jair Bolsonaro, y el vicepresidente Hamilton Mourao durante una ceremonia el Palacio de Planalto en Brasilia, en febrero de 2021 (REUTERS/Ueslei Marcelino)

La decisión de elegir al general Hamilton Mourao como compañero de fórmula fue el primer paso en una dirección que profundizaría durante su gobierno. Sobre todo, cuando al cabo de un año en el Planalto se encontró en un enfrentamiento total con los otros poderes del Estado, el Legislativo y el Judicial, que amenazaba con trabar a su gobierno. La intención fue entonces darle incluso más poder a los militares, nombrándolos en puestos clave del gabinete, para apoyarse en ellos.

Esa estrategia, que ya venía crujiendo desde hace meses, terminó de quebrarse el lunes con el despido de Fernando Azevedo, general muy respetado por sus pares, que había asumido como ministro de Defensa después de ser jefe del Estado Mayor del Ejército. Los jefes del Ejército —Edson Leal Pujol—, la Marina —Ilques Barbosa— y la Fuerza Aérea —Antonio Carlos Bermudez— presentaron el martes su renuncia.

Bolsonaro asiste a la graduación de oficiales de la Academia Militar de Agulhas Negras en Resende, el 1 de diciembre de 2018 (REUTERS/Paulo Whitaker/Foto de archivo)
Bolsonaro asiste a la graduación de oficiales de la Academia Militar de Agulhas Negras en Resende, el 1 de diciembre de 2018 (REUTERS/Paulo Whitaker/Foto de archivo)

La salida de Azevedo, su principal canal de comunicación con el gobierno, fue vista como un intento de someter políticamente a las Fuerzas Armadas. Por eso, los jerarcas renunciaron diciendo que no participarían de ninguna “aventura golpista”, desatando la mayor crisis militar en cuatro décadas.

“La llegada de Bolsonaro al poder representó para las Fuerzas Armadas una nueva posibilidad de protagonismo político, esta vez sin ruptura institucional, volviendo a ocupar puestos clave en la administración pública”, dijo a Infobae Douglas Biagio Puglia, doctor en historia y profesor del Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología de Minas Gerais. “Para Bolsonaro, contar con el apoyo de una parte de los militares es importante porque es un grupo que aún goza de prestigio en algunos sectores de la población. No diría que el vínculo está totalmente roto, porque la mayoría de los militares siguen en el gobierno, pero claramente hay una grave crisis. Bolsonaro ha amenazado a menudo a la democracia en sus declaraciones. A pesar de apoyarlo en algunas reivindicaciones, las Fuerzas Armadas no quieren consentir una nueva ruptura constitucional, sobre todo de forma brusca”.

El ex Ministro de Defensa de Brasil, Fernando Azevedo (EFE/ Joédson Alves/Archivo)
El ex Ministro de Defensa de Brasil, Fernando Azevedo (EFE/ Joédson Alves/Archivo)

Un acuerdo que no funcionó

Toda la trayectoria política de Bolsonaro, desde 1988 hasta 2018, fue un largo unipersonal. Nunca formó realmente parte de un partido ni de algo parecido a un proyecto colectivo. Pareció conformarse siempre con ser un diputado aislado, conocido por sus propuestas extremas y sus comentarios agresivos contra diversas minorías.

Como así llegó a la presidencia, creyó que de la misma manera podía gobernar. Pero la idea de presidir un país en soledad, impracticable en cualquier parte, es especialmente utópica con un sistema político de la complejidad del brasileño. Como el poder está fragmentado entre los distintos niveles y ramas de gobierno, sólo a través de amplios acuerdos es posible gobernar.

Transcurrido el primer año en el Planalto, ya no habían dudas del fracaso de la apuesta de Bolsonaro a quedarse en minoría parlamentaria, en lugar de formar una coalición con otros partidos a cambio de lugares en el gabinete, como habían hecho sus predecesores. Como sus proyectos legislativos no avanzaban, se hundió en un enfrentamiento cada vez más violento con los líderes del Congreso.

El ex comandante del Ejército de Brasil, el general Edson Leal Pujol (EFE/Jo�dson Alves/Archivo)
El ex comandante del Ejército de Brasil, el general Edson Leal Pujol (EFE/Jo�dson Alves/Archivo)

Su respuesta inicial ante esa debilidad fue mostrar fortaleza apoyándose aún más en los militares. El nombramiento como jefe de gabinete del general Walter Souza Braga Netto, hasta ese momento número 2 del Ejército, fue la señal más clara en ese sentido. Nueve de los 22 ministros de Bolsonaro pasaron a ser militares.

“La presencia de las Fuerzas Armadas en el gobierno de Bolsonaro es la mayor desde la redemocratización —dijo Biagio Puglia—. Son alrededor de 6.000 puestos, algunos ocupados por militares activos y otros de reserva. Es decir que sigue habiendo una gran presencia militar en el gobierno. Brasil no ha resuelto la cuestión de la memoria sobre la dictadura y aún hay defensores de lo que fue uno de los períodos más crueles de la república. Además, todavía hay mucha política en los cuarteles”.

El Presidente se propuso mostrarles al Congreso y al Supremo Tribunal Federal que tenía el respaldo total de las Fuerzas Armadas, y que oponerse a su gobierno suponía oponerse a ellas. Con el recuerdo fresco de la última dictadura militar, que gobernó entre 1964 y 1985, y que se fue tutelando la transición democrática, el mensaje era al menos inquietante.

El ex comandante de la Aeronáutica, teniente brigadier Antonio Carlos Moretti Bermudez (EFE/Joédson Alves/Archivo)
El ex comandante de la Aeronáutica, teniente brigadier Antonio Carlos Moretti Bermudez (EFE/Joédson Alves/Archivo)

“Bolsonaro logró cooptar a gran parte de los militares, tanto por afinidad ideológica como también gracias a la reestructuración de la carrera, al aumento de los sueldos y al nombramiento de miles de ellos en los distintos niveles de gobierno”, explicó Diogo Cunha, doctor en historia y profesor de la Universidad Federal de Pernambuco, consultado por Infobae. “Pero, por otro lado, la evaluación del manejo gubernamental de la pandemia es cada vez peor, su popularidad está disminuyendo y los miembros de las Fuerzas Armadas están crecientemente insatisfechos con la asociación de la institución militar con la gestión del gobierno”.

Rápidamente quedó claro que los uniformados no estaban dispuestos a darle a Bolsonaro lo que él pretendía de ellos. En todo momento, trataron de recalcar que quienes ocupaban puestos en el gabinete lo hacían a título personal, no en representación de la institución, que no estaba dispuesta a asumir al gobierno de Bolsonaro como propio.

El contrapunto se hizo notorio el 20 de abril de 2020, cuando cientos de seguidores del presidente convocaron a una manifestación frente a la sede del Ejército, para pedir que intervenga contra los otros poderes del Estado. Sorpresivamente, Bolsonaro se hizo presente en la protesta, legitimándola. “Nosotros no queremos negociar nada. Queremos acción por Brasil”, dijo en un improvisado discurso desde una camioneta.

Bolsonaro participó de una protesta que respaldó una intervención militar en abril de 2020

Esa aparición del presidente golpeando la puerta de los cuarteles cayó muy mal en la cúpula militar. Y marcó un punto de inflexión. Porque a Bolsonaro le sirvió para darse cuenta de que no podía contar con los uniformados para cualquier cosa.

“Las Fuerzas Armadas estuvieron siempre involucradas en la política brasileña, aunque había una posición clara de distanciar a la institución del gobierno. Lo que hay ahora es la presencia de un ala militar en el gobierno de Bolsonaro. Sin embargo, es una apuesta fallida, pues estos generales creían que podían controlar a Bolsonaro. De ahí surgió su cansancio ante sus incompetencias y la corrupción, que comenzaron a afectar la imagen de los militares en el país”, sostuvo Paulo Cunha, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Estatal Paulista, en diálogo con Infobae.

Resignado, Bolsonaro debió sellar un pacto con el centrão, un grupo de partidos políticos sin ideología definida, que a cambio de cargos y de recursos le dio el apoyo parlamentario que necesitaba para sacar adelante sus iniciativas y evitar un juicio político. Ese acuerdo se mantiene y es hoy el principal sostén del gobierno.

El general del ejército brasileño Walter Souza Braga el 30 de agosto de 2018, dos años antes de asumir como jefe de gabinete de Bolsonaro (REUTERS/Ricardo Moraes)
El general del ejército brasileño Walter Souza Braga el 30 de agosto de 2018, dos años antes de asumir como jefe de gabinete de Bolsonaro (REUTERS/Ricardo Moraes)

Las diferencias con los jefes militares se profundizaron con el correr de los meses y con el agravamiento de la pandemia. Las Fuerzas Armadas nunca avalaron la negativa de Bolsonaro a tomar medidas de contención contra el coronavirus. La diferencia se vio en mayo del año pasado, cuando el presidente le tendió la mano al general Edson Leal Pujol y éste le respondió con el codo, para resaltar que los protocolos sanitarios debían cumplirse.

Fue la negativa de la jerarquía militar a apoyar el plan de Bolsonaro de intervenir en los estados para impedirles a los gobernadores decretar confinamientos y cierres lo que aceleró la ruptura. El despido de Azevedo no fue más que el detonante.

“El día de la renuncia del general Azevedo se especuló mucho sobre las motivaciones reales —dijo Diogo Cunha—. La nota que emitió fue muy significativa: dijo que había intentado preservar a las Fuerzas Armadas como una ‘institución de estado’. La versión más creíble es que Bolsonaro estaba disconforme por la falta de apoyo de los comandantes militares, especialmente del general Leal Pujol. Según los informes, el Presidente pidió su dimisión, pero fue rechazada por el ministro, lo cual llevó a su destitución”.

Jair Bolsonaro, el vicepresidente Mourao (izquierda) y el ex jefe del Ejército, Edson Pujol (derecha) en un acto en 2019 (REUTERS/Adriano Machado/File photo)
Jair Bolsonaro, el vicepresidente Mourao (izquierda) y el ex jefe del Ejército, Edson Pujol (derecha) en un acto en 2019 (REUTERS/Adriano Machado/File photo)

Braga Netto, que tomó las riendas de Defensa en su lugar, intentó calmar a los jefes de las fuerzas, pero sus esfuerzos fueron infructuosos. Sin la jerarquía ni el rango de su predecesor, y visto como alguien demasiado cercano al presidente, no era un interlocutor válido para la cúpula.

“Bolsonaro quiere que las Fuerzas Armadas sean órganos de gobierno y los comandantes quieren que sean órganos del estado”, dijo a Infobae Jorge Zaverucha, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Federal de Pernambuco. “Esto no encaja en los planes de Bolsonaro, que pretende utilizar la alternativa militar para sus fines políticos. Obviamente, Bolsonaro sale debilitado de este episodio. No esperaba una reacción semejante por la destitución del ministro de Defensa”.

Concentración de los partidarios del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, contra el gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, y el Tribunal Supremo, pidiendo una intervención militar (Europa Press)
Concentración de los partidarios del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, contra el gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, y el Tribunal Supremo, pidiendo una intervención militar (Europa Press)

Posibles consecuencias de una crisis inédita

No fue sólo la triple renuncia lo que dejó expuesto a Bolsonaro. La manera también fue humillante. Que jefes militares dimitan diciéndole a un presidente civil que no están dispuestos a participar de aventuras golpistas es una muestra clara de que el presidente está aislado.

“El resultado fue un distanciamiento de los militares activos, entre los que Bolsonaro perdió el apoyo restante que tenía —dijo Paulo Cunha—. La renuncia no tiene precedentes en la historia de Brasil, pero el distanciamiento ya estaba en marcha. Lo más probable es que los militares esperen que su imagen quede totalmente desconectada de la del gobierno y de sus políticas. Bolsonaro ha perdido apoyo en varios ámbitos y es posible que no llegue a 2022. Y, si lo hace, será debilitado”.

Bolsonaro nombró el miércoles a los tres nuevos comandantes de las Fuerzas Armadas: el general Paulo Sérgio Nogueira de Oliveira en el Ejército, el almirante Almir Garnier en la Marina y el brigadier Carlos Almeida Baptista Jr en la Fuerza Aérea. Los expertos en asuntos militares coinciden en que fueron los ascensos lógicos siguiendo criterios como la antigüedad y la hoja de servicios. Difícilmente pueda materializarse cualquier anhelo que pudiera tener Bolsonaro de un mayor control sobre los militares con esos nombres al frente.

El ministro de Defensa de Brasil, Walter Souza Braga Netto, presenta a los nuevos jefes militares de las Fuerzas Armadas, el comandante de la Armada, almirante Almir Garnier, el comandante del Ejército, general Paulo Sergio, y el comandante de la Fuerza Aérea, brigadier Carlos de Almeida Baptista Jr., en Brasilia, Brasil, 31 de marzo de 2021. (REUTERS/Adriano Machado)
El ministro de Defensa de Brasil, Walter Souza Braga Netto, presenta a los nuevos jefes militares de las Fuerzas Armadas, el comandante de la Armada, almirante Almir Garnier, el comandante del Ejército, general Paulo Sergio, y el comandante de la Fuerza Aérea, brigadier Carlos de Almeida Baptista Jr., en Brasilia, Brasil, 31 de marzo de 2021. (REUTERS/Adriano Machado)

De todos modos, Eduardo Heleno, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos de la Universidad Federal Fluminense, sostuvo que si bien es cierto que hay oficiales que se han desilusionado con Bolsonaro, el vínculo no se ha roto totalmente. “El cambio en Defensa ya se esperaba en el escalafón superior, pero se hizo de forma chapucera y el retraso en revelar el nombre de los nuevos mandos dio lugar a diversas interpretaciones. Pero el modo en que se conformó el gobierno y cómo ha estado utilizando a los militares en puestos importantes deja en claro la fuerte conexión entre estos y Bolsonaro. El anticomunismo, el antipetismo y la campaña que llevó a Bolsonaro al poder politizaron al Ejército. Todavía hay muchos militares que lo apoyan”, dijo a Infobae.

En cualquier caso, que la crisis militar coincida con el peor momento de la pandemia en Brasil deja muy golpeado al gobierno. Sólo en marzo murieron 66.573 personas de COVID-19, más del doble que en el mes más letal de la primera ola, que fue julio de 2020 con 32.881.

Además de inviabilizar el discurso de Bolsonaro en contra de cualquier tipo de medida de contención, son cifras que obstaculizan cualquier expectativa de reactivación económica, su gran apuesta para la reelección. Aunque conserve una base de apoyo que gira en torno al 30% de la población, no le alcanza para quedarse cuatro años más en el poder.

Arthur Lira, presidente de la Cámara de Diputados (REUTERS/Ueslei Marcelino)
Arthur Lira, presidente de la Cámara de Diputados (REUTERS/Ueslei Marcelino)

La oposición parlamentaria presentó el miércoles un nuevo pedido de juicio político en su contra. El centrão todavía lo apoya, así que va a bloquear cualquier pretensión de impeachment. Pero le está cobrando cada vez más caro el respaldo.

En la renovación ministerial del lunes, en la que cambió otras cinco carteras además de Defensa, una de las novedades más importantes fue la incorporación de Flávia Arruda en la Secretaría de Gobierno. Arruda pertenece al riñón de Arthur Lira, presidente de la Cámara de Diputados y máximo referente del centrão.

El nombramiento fue la ratificación de que ese espacio gana cada vez más poder dentro del gobierno, que corre el riesgo de quedar a su merced. Y Lira hizo explícito la semana pasada que está lejos de ser incondicional. Tras una reunión con el presidente y con representantes de otros poderes en la que se pretendía mejorar la respuesta a la crisis sanitaria, pero que resultó muy poco fructífera por la obstinación de Bolsonaro, le hizo una cruda advertencia.

“Los remedios políticos del Parlamento son conocidos y son todos amargos”, dijo Lira en una clara alusión al impeachment. Bolsonaro lo entendió a la perfección, porque respondió designando a Arruda pocos días después. No obstante, si la imagen del presidente se sigue deteriorando y la crisis se agrava, ya no habrá más lugar para advertencias.

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