A nivel mundial se han registrado numerosas irregularidades en las campañas de vacunación: algún concejal que se salta la fila, un familiar que pone el brazo antes que el personal médico de primera línea. En Perú, la corrupción y los “favores” para acceder a las dosis comenzaron incluso antes de la aprobación de las fórmulas, en septiembre, durante la etapa de ensayos clínicos, cuando hasta el entonces presidente Martín Vizcarra, sus familiares, ministras, empresarios y hasta líderes religiosos, 487 personas en total, se inmunizaron en secreto, a espaldas de la población.
El mayúsculo escándalo revelado en los últimos días, bautizado #Vacunagate, parecería ser el corolario de cinco años de profunda crisis política y social, pero la situación parece nunca tocar fondo, a menos de dos meses de las elecciones generales y a cinco meses de que el país cumpla el Bicentenario.
Lo que sí alcanza de inmediato es la fibra de indignación de los votantes (en medio del angustiante colapso sanitario y la escasez de oxígeno medicinal para tratar el COVID-19), quienes todavía tienen un alto nivel de indecisos y una gran dispersión de apoyo entre los candidatos: si tenemos en cuenta el margen de error, hay hasta un quíntuple empate en la cima. Claro, la mayoría tiene menos de 10 puntos en las encuestas.
“La campaña va a calentar en marzo, pero las encuestas muestran la desafección de la gente, no ve a nadie que responda a sus demandas, ni un liderazgo claro. Vivimos una crisis muy profunda, con un escándalo que no solo debilita el proceso de vacunación, también afecta a todo el sistema institucional y el proceso electoral”, destacó Iris Jave, docente Comunicación Política en la Universidad Católica del Perú.
La politóloga advirtió que todavía hay expectativa por conocer nuevos detalles sobre las irregularidades de la vacunación, ya que podría haber más figuras políticas involucradas en la lista divulgada, que por ahora incluyen a choferes, hijos, lobbystas y hasta dueños de restaurantes que, según la explicación oficial, estaban en contacto con el grupo médico encargado de los estudios clínicos de Sinopharm. De todos modos, se puede ver quiénes son los más afectados políticamente hasta el momento.
Si bien el actual presidente interino, Francisco Sagasti, ya no es candidato (retiró su postulación a la vicepresidencia), indudablemente el Partido Morado está ligado a su gestión, en la que todavía estaban dos ministras inoculadas, ya renunciadas. Así, Julio Guzmán, líder del movimiento, ve seriamente afectadas sus perspectivas de cara a abril. También pierde posibilidades Daniel Salaverry (Somos Perú), ya que su lista al Congreso es encabezada por el vacunado ex mandatario Vizcarra.
No obstante, la indignación a raíz de una crisis no es una novedad para el votante peruano, ni es un fenómeno único en el mundo. La antropóloga Leonor Lamas recordó que los movimientos Occupy Wall Street en Estados Unidos o el Movimiento 15-M en España, entre otros, compartían el mismo sentir, pero no desembocaron en cambios políticos inmediatos. “Lo que hay es un cinismo, sentir que no hay salidas y que la política formal no genera soluciones, un hartazgo de las figuras tradicionales”, explicó. Además, sostuvo que este descontento y el crecimiento de la “antipolítica” expone con claridad la demanda por soluciones rápidas y por líderes autoritarios, y la posible emergencia de outsiders abre la puerta a discursos intolerantes. “Hay mucha gente insatisfecha con las promesas de crecimiento social que nunca se cumplieron”, dijo la investigadora, coautora de de Deconstruyendo el rombo: consideraciones sobre la nueva clase media en el Perú.
Ante este río revuelto, también hay candidatos que intentan tomar ventaja para sumar algunos puntos clave, sobre todo aquellos identificados con la mano dura como Keiko Fujimori (de Fuerza Popular, en su tercer intento por llegar a la Presidencia) o el general en retiro Daniel Urresti (Podemos Perú), y otros cuya principal promesa es acabar con la corrupción, como el empresario conservador Rafael López Aliaga (Renovación Popular).
Una encuesta publicada esta semana señaló que solo el 18% de los peruanos ya tiene decidido su voto, por lo que la volatilidad de cara a las elecciones casi no podría ser más alta.
“Alcanza un 6% para ser considerado ‘presidenciable’. Es la primera vez en décadas que a esta altura no hay ningún candidato seguro para la segunda vuelta. La gran víctima es el elector, que no tiene tiempo de informarse, está ocupado sobreviviendo a la pandemia y no puede conocer los planes de cada uno”, indicó el analista Álvaro Zapatel, especialista en Políticas Públicas y profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
“Lopez Aliaga puede intentar cosechar más de esta crisis, con su discurso incendiario contra los caviares”, añadió Zapatel, en referencia a la élite progresista peruana caricaturizada por los sectores conservadores como desconectados de la realidad social. Jave complementó sobre la plataforma del empresario: “Se da esta paradoja de la antipolítica, de decir que el establishment no lo representa, pero termina repitiendo las mismas prácticas y fórmulas de la política tradicional. Es más que nada un gesto de rechazo”.
Por si faltase incertidumbre, George Forsyth (Victoria Nacional), ex futbolista de 38 años y quien lidera las últimas encuestas (con hasta 20% hace unos meses), podría quedar fuera de carrera: el Jurado Electoral Especial lo suspendió por omitir datos de sus empresas en sus documentos de candidatura y la apelación en última instancia está en manos del Jurado Nacional Electoral. Zapatel destaca que toda opción es posible en esa instancia: “Hay mucha discrecionalidad. El JNE debería ser un organismo técnico, pero en un país con institucionalidad enclenque, responde también a presiones políticas. Si la expectativa de triunfo de Forsyth cae, como viene pasando, el Jurado podría estar más incentivado a fallar lo que dice la norma. Y eso revolvería el gallinero, abre una caja de pandora”, adelantó Zapatel.
A su vez, Jave apuntó que ha habido un reciente crecimiento de López Aliaga y el centrista Jonhy Lescano (Acción Popular), pero aclaró que podría ser una lectura sesgada porque se registra particularmente en redes sociales, en un país con limitada conectividad digital.
De todas formas, quien pueda aprovechar el escenario tan disperso pondrá en serios apuros al resto de contendientes. “Hemos involucionado a una etapa en la que priorizamos a un caudillo, pero ya no encarna un ideal, sino una coyuntura”, dijo Zapatel. “Desde el año 2000 hay una decadencia programática. No hay un voto positivo porque nadie cree en nada, no hay propuestas aspiracionales. El voto se basa en las simpatías y antipatías más elementales, y por eso es muy fácil caer en la decepción. La gente tiene vergüenza de querer creer en un candidato por la frecuencia con la que sucede el desplome moral. Antes de elegir uno, se vota en contra de otro”, añadió.
En abril también será la primera o segunda votación presidencial de buena parte de la llamada “Generación del Bicentenario”, aquella que salió masivamente a las calles en octubre para exigir la salida de Manuel Merino, luego de la destitución de Vizcarra. No obstante, los reclamos de esa movilización se han ido apagando. “Ya pasó el potencial momento de cambio social y lo que parece que se viene articulando es una solidificación de liberalización de la economía, que ya estaba encaminada. Las crisis dan oportunidades para que los sistemas se solidifiquen y se expandan los intereses particulares. Por ejemplo, ahora se presenta a la privatización de la vacuna como única opción viable, y esa propuesta se hace más factible” en medio del escándalo, consideró Lamas.
César Vallejo, el famoso poeta citado por Sagasti en su primer discurso como presidente, preguntaba cabizbajo en La Cena Miserable cuándo terminará el valle de lágrimas. “Hasta cuándo la cena durará, hay alguien que ha bebido mucho, y se burla”, lamentaba el vanguardista andino hace poco más de un siglo. La denuncia de pobreza y desigualdad que reflejaba su lírica bien podría repetirse hoy, a solo unos meses de que el Perú cumpla los 200 años desde la proclamación de su independencia.
“No hay nada que celebrar, tenemos que definir qué tipo de sociedad pretendemos, qué tipo de país. El Vacunagate demostró que hay una gran exclusión. Gente que tiene privilegios y que considera que tiene derecho a hacer uso de ellos. Argumentaron que no pensaron que (vacunarse) estaba mal. No hay un pensamiento de bien público, de bien común, de una población urgida. Tenemos que visibilizar estas formas y prácticas que llevan a la exclusión permanente del otro”, sostuvo Jave. Zapatel añadió que en dos siglos de historia, nunca se logró una cohesión social y que lo único que hermanó al país fue “algo tan primitivo como el alimento, la gastronomía”.
El Perú, pese al cimbronazo de la caída del fujimorismo en el 2000, tampoco logró una reconstrucción institucional. Para trazar una comparación con aquella crisis, Jave prefiere no referirse al Vacunagate puntualmente, sino a todo el último lustro: la vacancia de Pedro Pablo Kuczynski, el cierre del Congreso por parte de Vizcarra, la destitución de este a manos de un nuevo parlamento, los cinco días de Merino en el poder y el interinato de Sagasti. “Lo que más me aterra es que vivimos de salto en salto sin recomponer las cosas, y lo peor es que ahora tenemos un nuevo proceso (electoral) y tendría que venir un respiro, pero no hay muchas perspectivas de calma o tregua”, expresó.
Es que nada avizora una estabilidad. Bajo el panorama actual, el próximo gobierno tendrá una representación muy baja en el Congreso y, si carece de habilidades de concertación y negociación, otra vez el presidente estará enfrentado con el Legislativo. Por ello, Zapatel considera probables nuevos juicios políticos contra el Ejecutivo en los próximos años. “Con estas reglas de juego, con un Congreso fragmentado y sin temor a usar la medida de vacancia, y con un presidente de endeble popularidad, es posible caer en una ecuadorización o bolivianización (de frecuentes destituciones presidenciales). Hay una precarización del sistema, necesitamos un mínimo de gobernabilidad”.
En tanto, Lamas señaló que es importante el espacio de reflexión que se ha generado. “Era hora de que nos bajemos de la nube celebratoria de 10 años de crecimiento económico. Ya festejamos lo suficiente, es momento de ponerse serios y ver qué hay detrás de esta crisis. Vemos herencias históricas, políticos corruptos, pero también es parte de un sistema”. Tomando prestada una frase del feminismo, señaló que los políticos (y empresarios) involucrados en el escándalo no son desviaciones deshonestas, sino “hijos sanos del sistema neoliberal” y del uso de privilegios. Mirando al futuro, señaló: “No creo en los líderes que se postulan, pero sí hay esperanza en un despertar, un intento serio por entender estas visiones políticas y los privilegios que están en todo lugar”.
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