Al menos unos 2,7 millones de negocios tendrán que cerrar en América Latina -la mayoría de ellos pymes- por el terremoto económico que ha causado la pandemia de COVID-19, según informó este viernes en un reporte la consultora estadounidense Boston Consulting Group (BCG).
El trasiego que domina las calles de las ciudades latinoamericanas y que las hace vibrar a diario está cimentado en gran parte en las miles de pequeñas y medianas empresas - restaurantes, teatros, tiendas de barrio - que han este año han tenido que bajar sus persiana por las cuarentenas y las condiciones sociales provocadas por la pandemia.
El estudio lamenta que, pese a que los gobiernos y algunas empresas han otorgado ayudas, esta “todavía no es suficiente”. Y preocupa el ensañamiento que una segunda ola de COVID-19, de la que alertó esta semana la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en países como Brasil o en Centroamérica, pueda tener sobre los pequeños comercios.
La informalidad: marca de las pymes latinoamericanas
La particularidad de las pymes latinoamericanas es que una parte importante del sector es informal. Y esto, al inicio de la cuarentena, puso en aprieto a muchas de ellas, considerando que contaban con “un colchón financiero muy limitado para enfrentar los tiempos difíciles” explicó a Efe Luke Pototschnik, director general y socio principal de la oficina de Nueva York del BCG.
En promedio, en los países en desarrollo, “los negocios hoteleros solo cuentan con dos o tres semanas de ahorros” graficó. En Brasil, donde el sector de la hospitalidad representaba el 8% del PBI y del empleo en 2019, uno de cada cuatro bares y restaurantes había cerrado permanentemente para septiembre.
Ante la dramática situación, una retahíla de noticias sobre créditos de ayuda desde dentro y fuera de los países latinoamericanos encabezaron las medidas para asistir a las pequeñas o medianas empresas. Por ejemplo, la Corporación Financiera de EEUU para el Desarrollo Internacional aprobó un préstamo de 200 millones de dólares para un banco local de Guatemala (el Banco Industrial) para ampliar préstamos a pymes.
Por su parte, la gobernadora de Puerto Rico, Wanda Vázquez, anunció en junio el desembolso de 115 millones de dólares en pagos de estímulo a pequeños y medianos negocios afectados por la pandemia.
Aunque los créditos suponen un gran impulso, muchas pymes “carecen de conexión directa con los gobiernos y las instituciones financieras de las que podrían recibir ayuda”, destaca el estudio.
“Puede ser difícil para las empresas menos sofisticadas navegar por los sistemas para solicitar fondos con éxito” y es “más probable que “enfrenten retrasos en la recepción de fondos”, indicó Pototschnik.
Por ende, es un reto para “las empresas informales no bancarizadas que existen fuera de la economía formal aprovechar esta palanca de apoyo. Se estima que para el 2016 el 30% del PBI se encontraba en la economía informal” añadió el investigador.
Además, les fue imposible migrar al teletrabajo. El 45% de las pymes en países con economías menos robustas dependen de empleos que viven del contacto “intensivo” y solo el 20% pueden hacerse de forma remota, como recogió el FMI en un informe del que se hace eco el BCG.
A nivel mundial, se estima que el 23% del PBI en 2016 fue generado por la economía informal. Esas cifras son aún mayores en los países en desarrollo. Por ejemplo, en Brasil, la economía informal generó aproximadamente un 37% del PIB en 2016, recoge la investigación de la consultora.
Así, la crisis por la pandemia provocó una sucesión de cierres de pequeños negocios informales en América Latina.
Pototschnik apunta que más “del 12% de los minoristas de alimentos y bebidas en Colombia cerraron en marzo y abril de 2020” y que, en Brasil, “el Río Times informó en septiembre de que el 25% de los bares y restaurantes -unos 250.000- habían cerrado”.
“Por el contrario, entre junio y agosto de 2020, menos de 500 restaurantes cerraron permanentemente en Berlín” enfatiza el investigador.
Las más perjudicadas fueron las mujeres, que en sectores como el hotelero representan un “porcentaje desproporcionadamente alto de la fuerza laboral: el 56%, y en los países en desarrollo, el 70%” argumenta Pototschnik.
Las cifras macroeconómicas lo constatan: en Colombia, por ejemplo, las mujeres se han enfrentado a una reducción del empleo del 28 % entre abril de 2019 y abril de 2020, frente a una reducción del 18 % en el empleo de los hombres.
Temor a la segunda ola
Para Pototschnik, una segunda ola puede acrecentar los retos que las pymes ya estaban asumiendo al “reinventar las medidas de bioseguridad, adaptarse a las restricciones horarias, y estar pendientes de las cambiantes políticas gubernamentales y de la confianza de los consumidores”.
En mercados como los de América Latina las pymes “de media tienen menos de tres semanas de reserva de efectivo disponible, lo que hace muy difícil sortear estos embates” y puede que los negocios “no tengan la escala y la fortaleza financiera para sobrevivir al próximo golpe”.
Además, deben adaptarse a las medidas de seguridad sanitaria y garantizar “el distanciamiento social, un saneamiento adecuado o pasar a prácticas digitales sin contacto cuando sea posible”.
En ese sentido, destaca la iniciativa de AB InBev y su plataforma en línea en América Latina, Tienda Cerca, para facilitar los pedidos en línea para la entrega y la recogida en la tienda. En Colombia, están apoyando a más de 65.000 tiendas.
“Anticipamos que este cambio permanecerá” advierte el investigador.
Urge un plan de recuperación
El BCG alerta de que el virus amenaza con destruir todos los logros sociales y económicos obtenidos por las pymes en los últimos 15 años, dado que tanto el FMI como el Banco Mundial prevén que América Latina tendrá la mayor disminución porcentual del PIB real en 2020 de todas las regiones en desarrollo.
Por ello, el BCG cree que “es de vital importancia desarrollar un plan de recuperación” que incluya a todos los actores de la sociedad; empresas, gobierno, sector financiero, etc, “para impulsar una recuperación económica para todos”.
Ares Biescas Rué para EFE
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