Los Montenegro Centeno son una familia campesina de 12 hermanos asentada en Kilambé, Jinotega, un macizo montañoso del norte de Nicaragua, que desde hace dos años está siendo perseguida, prácticamente cazada, por policías y sicarios. Cuatro de sus miembros han sido asesinados en diferentes circunstancias y dos más están en la cárcel y son considerados presos políticos por los organismos defensores de derechos humanos. Otros miembros de esta familia han huido al exilio, y el resto vive escondido o temeroso que en cualquier momento llegue una nueva noticia fatal.
Esta semana la familia Montenegro difundió videos donde se ven a policías asediando, y tratando de forzar la entrada a la casa de los patriarcas del clan: don Bibiano Montenegro y doña Ángela Centeno. Días antes denunciaron el secuestro del joven Dorling Montenegro, quien este miércoles fue presentado por la policía y acusado inicialmente de la muerte de un miembro de su propia familia.
“Nos echan sal en la herida”, dice Enoc Montenegro, tío del acusado, para quien en ellos se ha visto la cara “más retorcida de la justicia de la dictadura”, pues ha dejado en la impunidad los asesinatos a su familia, y ahora achaca la muerte de uno de ellos a otro de sus miembros.
“No solo es que no han quitado la vida, también el derecho a un trabajo digno, todo fuimos removidos de nuestros empleos, perseguidos, humillados y violentados. Vivimos en zozobra, la fatalidad, ese sentimiento de que en cualquier momento nos arrebatan a otro miembro de la familia es constante”, lamenta Elia Montenegro. “Todo el tiempo vivimos con preocupación. Para movilizarnos buscamos contacto con amistades, preguntamos si el camino está seguro. Tenemos hermanos en el exilio, los que pudieron irse se han ido”, dice.
Enoc y Elia son hermanos de Edgard y Oliver Montenegro, tíos de Yalmar Zeledón y cuñados de Francisco Blandón Herrera, todos ellos asesinados en un lapso de ocho meses. También son tíos de Oliver Montenegro (hijo), condenado a 10 años de cárcel, y Dorling Montenegro, acusado finalmente por la Fiscalía este jueves ante el juez del intento de asesinato de tres policías.
A pesar de este ambiente de persecución y asedio, dice Enoc, ellos, sobre todo las mujeres, atienden sus fincas, dedicadas principalmente a la crianza de animales y al cultivo del café.
Uno de los hermanos Montenegro, Oliver, murió en esas labores. Dormía escondido en la montaña por las noches y en el día llegaba por ratos a trabajar a la finca. El 23 de enero de 2019 lo acribillaron a balazos cuando halaba unas mulas para sacar el café cosechado. Un testigo, según Enoc, asegura que entre los sicarios que emboscaron a su hermano vio a hombres con uniformes de policías. Nunca se investigó esta muerte ni se llamó al testigo a declarar.
El hermano mayor, Edgard, un antiguo guerrillero que combatió al gobierno sandinista en la década de los 80, se enmontañó, desenterró unos fusiles y grabó un video llamando a la lucha armada contra la dictadura de Daniel Ortega. La familia Montenegro asegura que sufrió una persecución implacable que lo obligó a refugiarse con su hijo Yalmar en el país vecino de Honduras, como en los viejos tiempos de la lucha contrarrevolucionaria.
Ahí estaban, creyéndose seguros, cuando el 27 de junio de 2019 Edgar y Yalmar fueron emboscados y asesinados mientras se movilizaban en moto por una carretera del municipio hondureño de Trojes.
La cacería continuó. Dos meses más tarde, 29 de agosto de 2019, Francisco Blandón Herrera, esposo de otra hermana Montenegro, Thelma, fue asesinado cuando regresaba a su casa en el Kilambé, por un tirador que huyó en una moto, según testigos.
La persecución a esta familia se origina, según Enoc, en las protestas que comenzaron en abril de 2018 contra el régimen de Daniel Ortega. Los Montenegro, con una larga tradición antisandinista, se convirtieron en líderes de las marchas y barricadas de protesta que se instalaron en esas comunidades del norte de Nicaragua.
“Estuvimos dirigiendo marchas en Wiwilí, El Cuá, Pantasma y en la cabecera departamental de Jinotega”, dice Enoc. “Coordinamos levantamientos de tranques (barricadas) en el empalme de La Marañosa, El Cuá, y Santa María de Pantasma. La Policía nos criminalizó por eso”.
Sin embargo, la cacería comenzó cuando la Policía les acusó el 15 de septiembre de 2018 de la muerte de Héctor Moreno Centeno. “Un grupo de terroristas golpistas que se dedicaban a cometer crímenes en el tranque de Wiwilí, encabezado por el terrorista Edgar Montenegro Centeno, alias El Cabezón, asesinó con armas de fuego y armas blancas al trabajador y policía voluntario Héctor Moreno Centeno, de 30 años”, anunció en su momento a través de un comunicado la Policía.
“Héctor Moreno era un reconocido paramilitar que la Policía armó en este contexto, que misteriosamente desapareció para esas fechas o fue asesinado, e inmediatamente la Policía, sin ninguna investigación, en cosa de horas sacó una nota de prensa donde nos vinculaban y nos señalaban de ser una banda, la banda de Los Cabezones, porque en la guerra de los 80 ese era el seudónimo de Edgard. A raíz de eso se desató toda una persecución de parte de la Policía y grupos paramilitares”, explica Enoc Montenegro.
“Nosotros señalamos como autores intelectuales al comisionado Marvin Castro, jefe policial de Jinotega, y a Leónidas Centeno, secretario político (del Frente Sandinista) de Jinotega”, agrega.
Elía Montenegro dice que no tienen confianza en acudir ante ninguna autoridad en Nicaragua. “Si sos sandinista no sos culpable de ningún delito y si estás en contra se te inventan los delitos y se te condena. Así se administra la justicia en este país”.
La abogada Yonarqui Martínez, quien defendió a Oliver Montenegro Muñoz en el proceso por el cual fue condenado a 10 años de prisión, dice que la familia Montenegro ha sufrido todo el repertorio de represión del régimen de Daniel Ortega.
“Es un claro ejemplo de todas las represiones en una sola familia. Todos los mecanismos de venganza han repercutido en una familia, son víctimas de asesinatos, de exilio, de torturas, de procesos ilegales, y hasta de discriminación en el socorro ante desastres naturales, porque Thelma Montenegro perdió su casa con las lluvias del reciente huracán y el gobierno le negó la ayuda”, señala.
Enoc Montenegro dice que es “extremadamente” difícil vivir así. “Nos han violentado de todas las formas posibles, nos han allanado propiedades, nos han invadido las casas, nos han destruido bienes, nos han ultrajado en general. El mismo Estado que debería protegernos es el que nos violenta”.
“La única forma en que podremos recuperar la paz y la tranquilidad, es un cambio de sistema, que esta dictadura se tenga que ir. La justicia la vamos a tener una vez que recuperemos el estado de derecho”, concluye.
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