Incluso quienes siguen muy de lejos la política brasileña saben lo que es el PT. El Partido de los Trabajadores se consolidó en los 90 como la principal fuerza opositora en el país y probablemente como el partido de izquierda más importante de América Latina. El reconocimiento creció exponencialmente tras la llegada de Lula da Silva a la presidencia en 2003.
Pero la disputa electoral en Brasil corre por dos carriles paralelos. En las elecciones presidenciales, el voto se concentra en un puñado de partidos. En las legislativas y estaduales, se pulveriza. Entonces, el PT podía sacar el 48% de los votos en una primera vuelta presidencial, pero debía conformarse con el 17% de los diputados, el 19% de los gobernadores y el 11% de los alcaldes.
Por distintas características del sistema, el poder territorial —del que dependen tanto los gobernadores como los legisladores— está totalmente fragmentado. Las elecciones municipales celebradas la semana pasada mostraron la profundización de esa tendencia, que coincide con otra: el debilitamiento de los partidos nacionales.
El caso más claro es el del PT. En las municipales de 2012 terminó tercero a nivel nacional, con 632 alcaldes sobre los 5.570 que hay en el país. Cuatro años después, perdió más de la mitad de las localidades que tenía y cayó al noveno lugar, con 261. El domingo pasado terminó en el puesto 11, con apenas 179. Es cierto que podría sumar algunos más, dado que aún quedan por definirse el resultado de algunos municipios, como los 57 en los que hay segunda vuelta el 29 de noviembre. Pero está claro que va a sufrir un retroceso.
Más grave es la situación del otro partido que estructuró la competencia electoral entre 1994 y 2014, el Partido de la Social Democracia Brasileña, con el que Fernando Henrique Cardoso ganó las elecciones en 1994 y 1998. El PSDB, que ocupó en el período la centroderecha del espectro ideológico, fue luego la principal oposición al PT.
Pero también se hundió con la crisis política derivada de la prolongada recesión, los escándalos de corrupción, el Lava Jato y la destitución de Dilma Rousseff en 2016. Pasó del 33,5% en las presidenciales de 2014 a 4,7% en 2018. En las municipales, los tucanos pasaron de estar segundos con 793 municipios en 2016, a estar cuartos con 512 en 2020.
Los grandes ganadores de los comicios del domingo pasado son un grupo de partidos ignorados fuera del país, pero que incluso muchos brasileños tendrían dificultades para identificar. Se los conoce como centrão, porque se supone que están en el centro, que no son de izquierda ni de derecha. En realidad, cuando se indaga en el pensamiento de muchos de sus líderes, no hay forma de no ubicarlos en la derecha, porque son socialmente conservadores y están muy a favor de las políticas de mercado. Pero están en el centro en un sentido práctico: como una bisagra, han prestado su apoyo tanto a los gobiernos del PSDB como los del PT.
“El PT y el PSDB, que vertebraban la disputa política, colapsaron. La consecuencia de esto es una hiperfragmentación partidaria y un presidente sin partido, que es popular por la ayuda de USD 120 mensuales que dio para 66 millones de personas. El centrão se benefició de esta situación por el hecho de que estas elecciones fueron no programáticas“, dijo a Infobae Marcus André Melo, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Federal de Pernambuco.
Son los máximos representantes de lo que en Brasil se conoce como la política “fisiológica”, desprovista de ideología y de objetivos programáticos. El único fin de quienes la practican sería satisfacer sus necesidades materiales: dar apoyo parlamentario a los gobiernos a cambio de cargos y recursos públicos. Por eso, pueden respaldar a presidentes con orientaciones opuestas y votar por la destitución de una mandataria de cuyo gabinete eran parte.
Desde hace algunos meses, respaldan a Jair Bolsonaro, el otro gran perdedor de los comicios del domingo. Como no tiene partido, se limitó a apoyar a algunos candidatos desperdigados en distintas fuerzas y a la mayoría le fue muy mal. Con su avance en estas elecciones, creció la capacidad del centrão para extorsionar a Bolsonaro y pedirle más a cambio de su acompañamiento. Al mismo tiempo, un interrogante permanece sin respuesta: ¿a quién apoyarán en las elecciones de 2022, en las que el presidente va por la reelección?
La fluidez del centro
El término centrão surgió en la Asamblea Constituyente de 1988, encargada de redactar la Constitución que rige en Brasil desde el regreso de la democracia. Se usó para designar al bloque mayoritario que se formó en el centro, que rechazaba posturas extremas por izquierda y por derecha. Pero no designaba una forma particular de hacer política ni un tipo de partido.
El vocablo, ya con su interpretación actual, volvió a ser muy popular a partir de 2014. El personaje clave fue Eduardo Cunha, entonces líder del MDB. El Movimiento Democrático Brasileño fue uno de los dos partidos creados por la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, que mantuvo abierto el Congreso. Era la fuerza encargada de representar a la oposición tolerada por el régimen. La contraparte oficialista era la Alianza Renovadora Nacional (ARENA).
Haber sido el único partido opositor aceptado le permitió tejer una red de dirigentes y activistas en todo el territorio nacional, que con la democracia se convirtió en una maquinaria política que sobrevive hasta hoy. Con 2,1 millones de afiliados, tiene la plantilla más grande del país.
El MDB fue el primer representante de lo que hoy se conoce como centrão. Solo tuvo un presidente constitucional elegido por el partido que fue José Sarney en 1985, aunque su elección fue indirecta, por el Congreso, como parte de la transición democrática. Luego se limitó a ser la principal base de sustentación de los demás presidentes hasta el triunfo de Bolsonaro, sin estar en el primer plano. Esa plasticidad ideológica, combinada con la voracidad por los cargos, es lo que define al centrão.
Pero el MDB dio un paso al frente en 2014. Porque Dilma Rousseff pretendía que el PT presidiera la Cámara de Diputados, pero Cunha quería quedarse con el cargo. A pesar de que formaba parte de la coalición, Cunha lideró una rebelión parlamentaria con el apoyo de muchos partidos más chicos y fue nombrado titular del cuerpo. Dos años después, propició el inicio del juicio político que desalojó a Rousseff y permitió que el vicepresidente Michel Temer, el otro líder nacional del MDB, terminara el mandato.
Lo que vino después no fue feliz para el partido. Cunha fue destituido y arrestado en el marco del caso Lava Jato y Temer terminó siendo el presidente más impopular de la historia de Brasil. Pero muchos de los partidos que acompañaron al MDB sin exponerse tanto son los que más crecieron en los últimos años.
El mayor obstáculo que hay para analizar al centrão es que no es una coalición formal. De hecho, es un término del que casi nadie se hace cargo, porque hoy es usado despectivamente en Brasil. Evoca la imagen de políticos sin principios, a veces corruptos, capaces de apoyar cualquier cosa a cambio de los incentivos adecuados.
“Lo que permite especificar qué es el centrão es la forma en que los partidos que lo componen intervienen en la orientación del Estado. Son organizaciones que buscan participar del gobierno por medio de la adhesión. Eso les permite acceder a recursos públicos, legales e ilegales, que utilizan para enriquecerse y expandir su influencia política, sirviendo a sus votantes y a sus asociados políticos con fondos. Por otro lado, para ingresar al gobierno deben ser, sobre todo, pragmáticos. En estos partidos, los valores políticos importan menos que el resultado efectivo de la política, entendida como el grado de influencia sobre el gobierno. Esta forma de pensar y actuar tiende a ser más fuerte en el interior del país, principalmente por lo fácil que es para los líderes locales controlar sus bastiones”, explicó Leonardo Belinelli, doctor en ciencia política por la Universidad de San Pablo e investigador del Centro de Estudios de Cultura Contemporánea, consultado por Infobae.
Como no es bloque unificado, quienes apoyaron a Cunha en ese momento no actuaron siempre juntos desde entonces. Así que hay discusiones respecto de a qué partidos incluir y a cuáles no. Si se considera como parte del centrão solo a los partidos que integran la bancada actualmente dominante en el Congreso, la lista es corta. En orden de importancia según el número de escaños son: el Partido Liberal (PL), Progresistas, (PP), el Partido Social Demócrata (PSD), Solidariedade y Avante. Entre los cinco suman 135 de los 513 diputados que tiene la cámara. Al frente de ellos está Arthur Lira, de PP, quizás la figura más prominente del grupo.
Pero hay otros dos partidos que actúan en bloques separados y, sin embargo, suelen ser incluidos en el colectivo porque han tendido a votar siempre de la misma manera: Republicanos y el Partido Laborista Brasileño (PTB). Esos siete podrían considerarse el núcleo del centrão. Llegan a 178 diputados, 34,7% del total. Suman 4,5 millones de afiliados, 27,6% de todos los registrados, según el Tribunal Superior Electoral.
No obstante, hay otros seis partidos que, aunque se mueven con mayor autonomía, comparten la mayoría de las rasgos distintivos de esta forma de hacer política y muchos analistas coinciden en considerarles parte de lo que podría definirse como un “centrão ampliado”. Los dos más importantes son el MDB y Demócratas (DEM). Este último es el más problemático porque, a diferencia de los otros, nunca integró los gobiernos del PT. Actualmente tiene a los presidentes de las dos cámaras: Rodrigo Maia en Diputados y Davi Alcolumbre.
Carlos Ranulfo Felix de Melo, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Federal de Minas Gerais, cree que DEM no debería ser incluido. “El centrão está compuesto por un grupo de partidos ubicados a la derecha del espectro político. En materia económica apoyan reformas pro mercado en detrimento de una mayor participación del Estado y son conservadores en temas clave como el aborto, la reducción de la edad de imputabilidad y el matrimonio entre personas del mismo sexo. El hecho de que estén en busca de cargos y recursos públicos no cambia este diagnóstico, pero sí sirve para diferenciarlos de DEM, que no forma parte del centrão. Fue el único que no se unió a los gobiernos del PT, prefirió tomar una posición política y se fue a la oposición. Le costó caro, porque entre 2002 y 2014 perdió decenas de diputados, cientos de alcaldías y desapareció de los gobiernos estatales. Todos los otros partidos del centrão estaban en los ministerios de Lula y Dilma, aunque no dudaron en votar con fuerza el impeachment”.
Los otros cuatro serían el Partido Republicano del Orden Social (PROS), Podemos (PODE), el Partido Social Cristiano (PSC) y Patriota. Si, obviando las cosas que los separan, se unen estos seis partidos a los primeros siete llegan a 276 diputados, que representan el 53,8% del cuerpo, y superan los 9 millones de afiliados, el 54,7 por ciento.
“La fuerza mostrada por el centrão en los últimos años proviene, en gran medida, de la acción conjunta de los partidos políticos que lo componen en el Congreso, donde actúan como un bloque informal —dijo Belinelli—. En el plano ideológico, varían entre el centro y la derecha. Sin embargo, lo que los unifica es la labilidad ideológica que les permite integrarse al gobierno en funciones”.
Una evidencia de esa plasticidad ideológica es la circulación de muchos dirigentes entre ellos. Es muy habitual que un diputado que se presenta en una elección por un partido, se postule por otro en la siguiente. El propio Lira, por ejemplo, estuvo en el PTB y en DEM antes de liderar a PP.
Otro aspecto llamativo es cómo muchos van cambiando de nombre. Como DEM, que era antes el Partido del Frente Liberal, o el Partido Liberal, que era el Partido de la República. A esto se suma que los nombres suelen tener poco que ver con las orientaciones políticas.
El árbitro de la política brasileña
“Bolsonaro fue elegido rechazando el presidencialismo de coalición por considerarlo corrupto —dijo Melo—. Pero una serie de factores lo llevaron a conformar con el centrão una alianza peculiar, pero formal, con distribución de puestos en el gabinete. El principal motivo fue el riesgo de padecer un juicio político por su injerencia en el Ministerio Público y en la Policía Federal”.
Desde 2014 está cada vez más claro que el centrão se está convirtiendo en una suerte de árbitro en las disputas políticas que dividen al país. En 2016 posibilitó la destitución de Rousseff y luego salvó a Temer, sobre quien pesaban acusaciones más graves. Si Bolsonaro se acercó a ellos es porque temía ser él mismo víctima de un impeachment.
Los resultados del domingo van a afianzar al centrão en ese rol. Los siete partidos del núcleo duro pasaron de tener el 32,2% al 42% de los municipios del país entre 2016 y 2020. El centrão ampliado pasó de controlar el 58,9% de las localidades a superar el 70 por ciento. Faltan dos años para las elecciones parlamentarias, pero la tendencia es que las municipales sirvan de anticipo.
A nivel individual, el único que sufrió un retroceso significativo es el MDB, que perdió 253 alcaldes, pero igual mantiene el primer puesto, con 774. Probablemente, la merma se deba a que quedó muy pegado a personajes como Cunha y Temer, repudiados por la opinión pública. Uno de los que más creció es PP, que sumó 187 y escaló al segundo lugar del ranking nacional, con 682. Y el otro es DEM, que ganó 194 nuevos distritos y llegó a 459, casi el doble de los que tenía.
Muchas son las posibles causas de este avance. La más obvia es que las dos fuerzas tradicionales, que son el PT y el PSDB, no detienen su caída. La ciudadanía continúa culpándolos por una crisis de la que el centrão es igualmente responsable, pero con la ventaja de pasar desapercibido. Otra razón es que, al no tener partido, Bolsonaro no pudo traccionar el apoyo que tiene a nivel nacional, que más allá de la pandemia, supera el 35 por ciento.
Esa combinación de factores hizo que muchas personas consideren a los partidos del centrão como la mejor alternativa disponible. Se podría agregar un elemento adicional: en un país muy polarizado políticamente, con expresiones extremas por izquierda y por derecha, algunos ven al centrão como un factor de moderación.
“Con la izquierda y la derecha no pudiendo coordinar sus campañas y sus líderes enfrentando un gran rechazo de los votantes, que aún recuerdan las deficiencias de sus gobiernos, hay un vacío de poder por llenar. Cualquiera que haya seguido las elecciones brasileñas de cerca dirá que los votantes se ven afectados por una asombrosa cantidad de candidatos para varios cargos que deben cubrirse siguiendo reglas intrincadas, lo que dificulta incluso que los electores interesados comprendan. Estas condiciones favorecen a la entidad amorfa que llamamos centrão, compuesta por una combinación de políticos tradicionales, entusiastas recién llegados y una multitud de personajes aleatorios sin un plan claro. El centrão es muy atractivo para los ciudadanos que no están políticamente alineados con ninguno de los extremos del espectro o están decepcionados con sus candidatos”, sostuvo Gabriel Pimenta, doctorando en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de California, Riverside, en diálogo con Infobae.
En una columna publicada el 15 de junio en Folha de S. Paulo, titulada “El centrão es una fuerza moderadora”, Lira defendió el rol que cumple este colectivo en el sistema político. “Somos una gran mayoría de parlamentarios, de varios partidos, que convergen en ideas centristas. Somos, en cierto sentido, gobernabilidad, previsibilidad institucional. Somos el espacio mayoritario que apoya el consenso en el territorio de los disensos”, escribió.
Lo que Lira no dijo es que al operar bajo una peculiar forma de anonimato, escondidos en una multiplicidad de partidos que nadie sabe muy bien qué representan, los legisladores del centrão pueden terminar respaldando medidas que no tienen absolutamente nada ver con lo que piensan las personas que los votaron, y sin tener que rendir cuentas de su accionar, un elemento constitutivo de la democracia. Pero lo cierto es que el centrão es la consecuencia de otro fenómeno, que es el verdadero problema de la democracia brasileña: la fragmentación extrema de un sistema de partidos que por momentos se vuelve inviable.
De todos modos, es verdad que desde que pactó una alianza con los partidos de este grupo, Bolsonaro se moderó. Si bien mantiene su discurso explosivo, cesaron las manifestaciones ante el Congreso y el Tribunal Supremo pidiendo una intervención militar. Y por primera vez parece haber cierta coordinación entre el Ejecutivo y el Legislativo, algo que no existió en el primer año y medio de gobierno.
Esto tuvo un precio. Para conseguir apoyo, Bolsonaro nombró a dirigentes de diversos partidos en organismos públicos que reparten recursos millonarios. El ABC de la política fisiológica que el Presidente juró combatir en campaña, antes de ganar las elecciones.
“A la derecha le fue mejor en su conjunto en estas elecciones, aunque el bolsonarismo, como su expresión más radical, fue el gran perdedor. Esta no es una buena noticia para Bolsonaro. Ya sea en el corto plazo, en la relación con los partidos que lo apoyan en Congreso, o ya sea dentro de dos años, en las elecciones presidenciales”, dijo De Melo.
El interrogante ahora es si, considerando el buen resultado que obtuvo el centrão y la pobre cosecha de Bolsonaro en las municipales, sus socios tratarán de cobrarle más caro el apoyo. O peor, apostar por otro candidato en 2022.
“Tradicionalmente —dijo Pimenta—, el centrão ha permanecido en el trasfondo de las elecciones nacionales, dispuesto a apoyar al ganador a cambio de influencia en las políticas y puestos en el gobierno. Pero no suele aventurarse en candidaturas presidenciales. Considerando la polarización ideológica, el centrão debe monitorear las condiciones políticas del país para entender si algún bando tiene ventaja. Es poco factible que Bolsonaro sea un claro ganador en 2022 sin el apoyo del centrão, así que es probable que veamos al presidente acercándose cada vez más. En el otro lado del espectro, es posible que un candidato de izquierda que quiera ganar busque al centrão. Y también puede que un postulante de un tercer partido con el respaldo del centrão se plantee capturar los votos de los partidarios menos entusiastas de ambos polos, pero el verdadero desafío sería encontrar un líder que no esté apegado a ninguna tradición política que pueda provocar rechazo”.
Las elecciones de 2018 hicieron muy evidente que el poder territorial y las elecciones presidenciales van por carriles diferentes. Poco antes de los comicios, el centrão apoyó la candidatura de Geraldo Alckmin, del PSDB, algo que para algunos observadores podía torcer el rumbo de la elección.
Sin embargo, Alckmin obtuvo apenas el 4,7% de los votos y Bolsonaro cosechó el 46% en la primera vuelta, que transformó en 55,1% en la segunda. El Presidente lo sabe y apuesta a mantenerse lo suficientemente popular como para que, con o sin el respaldo del centrão, quienes optaron por sus partidos en 2020 lo elijan a él en 2022.
Maria do Socorro Sousa Braga, profesora de ciencia política de la Universidad Federal de San Carlos, cree que mantener el acuerdo es lo que más les conviene a ambas partes. “Puede que algunos de estos partidos tengan su propio candidato en 2022, en torno al PSDB o a DEM, debido a su buen desempeño en estas elecciones —dijo a Infobae—. El MDB y DEM, que estaban en el centrão hace meses, no están allí ahora y en algunas capitales, como en San Pablo, decidieron apoyar al PSDB, con la idea de respaldar más tarde a sus candidatos presidenciales. Pero los partidos de la base bolsonarista salieron fortalecidos de las urnas. Deben seguir apoyando al gobierno para mantener la máquina estatal a su lado”.
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