A 12 días de los comicios presidenciales en los Estados Unidos, el nombre Trump vuelve a protagonizar un proceso electoral. Pero en otro país, Brasil, y sin ningún vínculo de familia con el mandatario estadounidense. Se podría decir que la relación es puramente publicitaria.
De los más de 500.000 candidatos que se presentan en las elecciones municipales de este domingo, tanto para alcalde como para concejal, ninguno llamó tanto la atención de la prensa mundial como Miguel Simões Leal. Este político de 49 años, que se postula por el partido DEM a una banca en el concejo municipal de Macapá, en el estado de Amapá, en el norte del país, figurará en la boleta electrónica como “Trump”.
La legislación electoral brasileña, una de las más laxas del mundo, les permite a los candidatos usar nombres de fantasía. La idea es que si alguien es conocido por su sobrenombre pueda utilizarlo para presentarse ante los votantes, prescindiendo de su identidad oficial.
Algunos usan efectivamente sus apodos, como una forma de mostrarse más cercanos a los electores, pero otros aprovechan este recurso para nombrarse de alguna manera que llame la atención. En ciertos casos, induciendo incluso a la confusión de los ciudadanos, algo que la Justicia Electoral trata de evitar, pero no siempre logra.
Leal asegura que le dicen Trump por su presunto parecido con el presidente estadounidense. Pero en una entrevista reciente con el periódico británico The Guardian buscó diferenciarse. “Yo soy el Trump bueno, no predico la misma religión (...) No me gustan las cosas feas. Es un tipo egoísta. Las cosas que dice, la forma en que actúa”, afirmó.
Leal tendrá que esperar un poco para someterse a la voluntad popular porque la Justicia suspendió esta semana la votación en el municipio a causa de los constantes cortes de luz que sufre el estado desde hace varios días. La nueva fecha es el 13 de diciembre, cuando se espera que esté resuelto el problema.
De todos modos, no es el único Trump que se postula. Los habitantes de Ribeirão Preto, San Pablo, que votan este domingo como el resto del país, podrán elegir como concejal a Ronaldo de Oliveira, que se presenta como “Ronald Trump” por el partido Patriotas.
“La legislación electoral brasileña permite la utilización de nombres, apodos, apellidos o cualquier otra denominación por la que se conozca al candidato. Esta apertura es una señal del fuerte personalismo y de la poca relevancia de las instituciones partidarias en Brasil. La adopción de estas denominaciones ficticias permite a los postulantes, especialmente a los outsiders, aportar al terreno de la disputa electoral el prestigio ganado en otros campos de sus vidas. Esto reduce o elimina la relevancia de sus posiciones ideológicas y políticas. El uso de nombres de políticos reconocidos es también un fuerte indicio de personalismo, pero una versión más grave, ya que no se trata de resaltar las cualidades personales del aspirante, sino las de otra persona”, explicó Ednaldo A. Ribeiro, profesor de ciencia política de la Universidad Federal de Paraná, consultado por Infobae.
Estas candidaturas exóticas podría dar la impresión de que son comicios que carecen de importancia, pero no es así. Las municipales son las únicas elecciones de medio término que se realizan en Brasil, ya que el Congreso se renueva cada cuatro años, junto con la presidencia. Como los 5.570 municipios en los que se divide el territorio nacional eligen autoridades, es posible tener al menos una indicación del estado de las preferencias ciudadanas.
La atención estará repartida entre hoy y el domingo 29, cuando se realice la segunda vuelta en las 95 ciudades que cuentan con más de 200.000 electores, siempre que ningún candidato supere el 50% de los votos. Entre estas dos jornadas —y el 13 de diciembre, cuando se vote en Macapá—, se ponen en juego 67.800 cargos públicos.
“Nuestros comicios municipales son elecciones intermedias. Por lo tanto, ayudan a redefinir el patrón de la competencia en la base del sistema político. A partir de los resultados se puede proyectar la mayor o menor fortaleza de los partidos en las elecciones parlamentarias dentro de dos años. Jair Bolsonaro dejó el PSL, la formación por la que fue elegido en 2018, así que sus partidarios participan dispersos entre diferentes partidos. A veces en la misma ciudad dos o tres candidatos se declaran vinculados a él. Pero sin una coordinación efectiva probablemente habrá una lectura negativa de su desempeño en esta elección”, dijo a Infobae el politólogo Antonio Lavareda, presidente del Consejo Científico del Instituto de Investigaciones Sociales, Políticas y Económicas (IPESPE).
Para estimar el valor de estas elecciones como termómetro político basta revisar las últimas, celebradas en 2016, a dos meses de la destitución de Dilma Rousseff. El PT perdió más de la mitad de las alcaldías que tenía y se quedó con solo 254, una sola de una capital: Rio Branco, del estado Acre. Los partidos de derecha avanzaron ostensiblemente: el MDB ganó en 1.038 localidades y el PSDB en 803. Es cierto que a ambas fuerzas les fue muy mal en las elecciones de 2018, pero porque el grueso de sus votos fueron para Bolsonaro, que derrotó claramente a Fernando Haddad, el candidato del PT.
Este es un presidente atípico, que no tiene partido, ya que rompió el año pasado con el PSL, con el que había llegado a la presidencia. Si bien apoya a algunos candidatos desperdigados en distintas fuerzas, no va a ser fácil tener una medida de cómo le fue, aunque se descuenta que muy pocos alcaldes le van a responder.
El mayor interrogante a develar es si hay una recuperación de partidos de izquierda como el PT, el PDT o el PSOL. Si es así, sería una señal de alarma para Bolsonaro, que está pensando en cómo conseguir la reelección en 2022. Si no hay un resurgir, el ex capitán del Ejército tendrá razones para sentir que al menos no salió perdiendo.
El carnaval electoral
“En nuestro sistema proporcional de lista abierta los candidatos compiten individualmente —dijo Lavareda—. Entonces, se permiten todos los medios para facilitar que sean conocidos e identificados. No hay consecuencias más graves derivadas específicamente de esto. El problema es en realidad la no utilización de una lista cerrada, lo que debilita a los partidos y transfiere gran parte de la competencia a su interior”.
Brasil tiene un sistema electoral que favorece la fragmentación partidaria y la personalización de la política. Si bien las distintas fuerzas políticas presentan listas de concejales, los electores deciden a qué candidato le dan el voto. Eso lleva a postulantes de un mismo partido a competir entre sí, lo que dificulta enormemente una acción común. Que además puedan ponerse un nombre de fantasía es una muestra más de que lo que importan son las personas, no los partidos.
“Es posible votar por un partido en las elecciones de concejos municipales, pero históricamente más del 90% de los votos son nominales, para candidatos individuales. Esto indica que el votante brasileño ya está bastante acostumbrado a la libertad de elección que ofrece el sistema de listas abiertas. Por otro lado, cada municipio tiene su propia dinámica pragmática de alianzas y coaliciones entre partidos, que puede no tener ninguna coherencia ideológica con las coaliciones que se hacen a nivel estadual y federal. Esta estructura debilita aún más la imagen de los partidos, que de por sí tienen una confianza muy baja por parte de los votantes”, dijo a Infobae Tiago Prata Storni, doctor en ciencia política por la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
Bolsonaro es un ejemplo extremo de este fenómeno. Pasó por distintos partidos a lo largo de su carrera, que fue siempre unipersonal, sin comprometerse demasiado con ninguno, y a menos de un año de haber asumido rompió con el PSL, con el que había ganado las elecciones. Trató de formar uno propio, la Alianza por Brasil, pero el proyecto no prospera porque no logra sumar los avales necesarios.
Muchos políticos menores sueñan con ser el nuevo Bolsonaro. De hecho, más de 100 postulantes lo incluyeron en su nombre, completo o con alguna modificación. El caso más curioso es el de João Sá Teles Santana, que buscaba una banca en Brusque, Santa Catarina, combinando las identidades de los mandatarios de Brasil y Estados Unidos, que tanta afinidad tienen entre sí: trató de presentarse como “Donald Trump Bolsonaro”.
Pero a la Justicia le pareció tan burdo que no se lo permitió. Consultado por Folha, confesó sin ningún pudor: “Fue simplemente una estrategia de marketing. Quería ganar publicidad gratuita”. Incluso dijo que evaluaba identificarse como “Coronavirus”, pero desistió tras darse cuenta de que, tal vez, no era la mejor propaganda. Finalmente, tuvo que conformarse con una versión acortada del nombre que le pusieron sus padres: “João Santana”.
A Marcos Roberto Vinotti también le pareció mala idea llamarse como un virus que ya mató a más de un millón de personas en el mundo, más de 160.000 en Brasil. En cambio, consideró que sería bien recibido un nombre que recuerda a uno de los terroristas más peligrosos del mundo: Osama. Se postula por Patriota en la ciudad de Blumenau, Santa Catarina.
Para Arthur Leandro Alves da Silva, profesor de ciencia política de la Universidad Federal de Pernambuco, la idea es que las personas puedan identificarse en las elecciones tal como se presentan en su vida diaria. "Por ejemplo: quien es conocido como ‘profesor Paulo’, porque se llama Paulo y es maestro en una escuela primaria, se puede identificar de la misma manera. Los votantes brasileños están acostumbrados al mecanismo: la ley permite que se registren apodos desde 1997. Sin embargo, existen restricciones: se prohíben los nombres que violen la modestia, sean ridículos o irreverentes, así como las expresiones o siglas que pertenezcan a cualquier departamento de la administración pública. Además, después de la inscripción, los nombres se someten a la aprobación de la Justicia Electoral”, contó a Infobae.
A diferencia de Santana, muchos otros candidatos recibieron autorización para homenajear al Jefe de Estado en la boleta. Un caso es el de Andréia Dos Santos, que se puso “Andréia Bolsonarista” en Lages, Santa Catarina. Otros son más curiosos, como Antonio Carlos Weidgenant, de Brusque, que se bautizó “Gargamelbolsonaro”, un mashup entre el villano de Los pitufos y el presidente.
Entre todos esos postulantes hay dos Bolsonaro auténticos. Uno es su hijo Carlos, que va por un nuevo mandato como concejal de Río de Janeiro, cargo que ostenta desde 2001. La otra es su madre, Rogeria Bolsonaro, ex esposa del presidente. Ambos compiten por Republicanos.
A los candidatos con apelativos inventados se suman los que verdaderamente tienen nombres poco habituales y tratan de aprovecharlos electoralmente. En ese segmento hay varios que acompañan a Trump en la lista de presidentes estadounidenses. Por ejemplo, en Lages hay dos Nixon: Nixon Airton de Oliveira y Juliano Nixon de Souza.
El primero, de Podemos, se dejó solo su primer nombre, es decir, el apellido del único presidente estadounidense que renunció al cargo. El segundo es más llamativo. Decidió figurar como “Juliano Nixon” a pesar de ser un militante de izquierda de 28 años, que se presenta por el partido PSOL, y que repudia al mandatario estadounidense. Dijo que su objetivo es “redimir el nombre”.
En Macapá hay otros dos contendientes que se referencian con mandatarios estadounidenses. Uno es Ed Lincoln Vilhena Botelho, del PSC, que se dejó solo “Lincoln”. El otro es Washington Brandão, del partido Cidadania.
Elecciones de impacto nacional
Los comicios municipales no solo son importantes como termómetro. Son decisivos para la configuración del reparto del poder territorial. El resultado condiciona las posibilidades de cada actor en las elecciones parlamentarias y de gobernadores, que se realizan en dos años.
La carrera de João Doria lo ejemplifica muy bien. En 2016 ganó la alcaldía de San Pablo apuntalado por la ola anti-PT. Desde esa plataforma, ganó en 2018 la gobernación del estado, con un discurso bastante extremista, cercano al de Bolsonaro. Ahora aspira a competir por la presidencia en 2022.
Es cierto que por la lógica política que cultivó a lo largo de su trayectoria, a Bolsonaro no le interesó nunca desarrollar poder territorial. Es algo que sufrió mucho en la primera parte de su gobierno, ya que tuvo siempre muchas dificultades para conseguir que avancen sus iniciativas en un Congreso en el que solo tenía una pequeña representación. La ruptura con el PSL agravó la soledad porque lo dejó con menos legisladores propios.
Meses atrás tejió un alianza con el Centrão, un grupo de partidos del establishment sin identidad definida, que le dio gobernabilidad legislativa. Pero sin un partido propio y sin posibilidad de montar una estructura capaz de presentar candidatos en todos los municipios del país, Bolsonaro dijo en agosto que se iba a abstener de participar en las municipales, sobre todo en primera vuelta. Entonces planteó que solo se expediría en algunos casos en la segunda vuelta.
Sin embargo, tras ver lo mal que les estaba yendo en las encuestas a los pocos candidatos que lo apoyan abiertamente en las ciudades más importantes, decidió intervenir. También lo impulsó la derrota de Trump en los Estados Unidos, que para sus adversarios podría ser una señal del debilitamiento de los populismos de derecha en el continente.
“En general, las elecciones municipales reflejan el ‘equilibrio de fuerzas’ de la elección anterior y crean las bases electorales para las próximas, que tendrán lugar en 2022, cuando Bolsonaro se postule a la reelección —dijo Da Silva—. El Presidente es consciente de ello y ha salido a apoyar públicamente a candidatos en las principales ciudades del país. Espera construir una base política en los municipios, de la que carece. El problema es que ni siquiera tiene partido y es una figura personalista, con dificultad para relacionarse con las principales fuerzas del Congreso”.
Desde el lunes, Bolsonaro empezó a difundir transmisiones de Facebook rodeado de algunos de los candidatos a los que apoya, en las que pide a sus seguidores que voten por ellos. La práctica es considerada ilegal por algunos especialistas en derecho electoral, ya que los partidos tienen asignado un tiempo de publicidad oficial de acuerdo con el resultado que obtuvieron en elecciones anteriores. Como las transmisiones se hacen desde el Palácio da Alvorada, con infraestructura del Estado, pueden ser consideradas como una forma de publicidad oficial. El propio presidente dijo que esos lives eran “horario electoral gratuito”.
Una de las candidatas que estuvo promoviendo fue Walderice Santos da Conceição, que es otra de las que adoptó su nombre. Esta ex asesora sospechada de haber cobrado un salario sin trabajar, se presenta como “Wal Bolsonaro” para ganar una banca en el concejo de Angra dos Reis, Río de Janeiro. “Si alguien puede votar por Wal en Angra se lo voy a agradecer”, dijo el presidente.
Otros postulantes por los que está haciendo campaña compiten por alcaldías de distritos importantes. Por ejemplo, Marcelo Crivella, que va por la reelección en Río de Janeiro, y Celso Russomanno, que quiere derrotar al alcalde Bruno Covas en San Pablo. Hasta el jueves, había promocionado a un total de 59 aspirantes. Pero el viernes se abstuvo de continuar por temor a represalias de las autoridades electorales contra sus candidatos. A muy pocos les está yendo bien en los sondeos de opinión pública.
“Las elecciones municipales son siempre muy importantes para todos los niveles de la vida política nacional —dijo Ribeiro—. La composición del Congreso depende en gran medida de la distribución del poder municipal y de las alianzas que los actuales diputados establecen con los alcaldes. El hecho de que el Parlamento prácticamente se detenga durante la campaña electoral municipal, con los diputados regresando a sus bases, es un signo de la importancia que se le atribuye a esta competencia. Este año la importancia se ve magnificada por la victoria de la extrema derecha en 2018 y la reciente derrota de Trump. Esta será una oportunidad para probar la consistencia de la elección de los votantes brasileños por la derecha, medida por la capacidad de Bolsonaro de transmitir su capital político a sus candidatos”.
Bolsonaro tiene la ventaja de que al no tener un partido propio puede decir que él no ganó ni perdió en caso de que le vaya mal a la mayoría de los dirigentes que publicitó. En última instancia, su proyecto fue siempre individual y, en todo caso, familiar. Y así llegó a la presidencia.
Pero enfrenta un riesgo que no puede desconocer: que la oposición de izquierda y de derecha se fortalezca después de estos comicios y empiece a formar alternativas competitivas hacia 2022. Si eso se plasmara en un reagrupamiento de fuerzas en el Congreso, y partidos que hoy apoyan a Bolsonaro pasaran a la oposición, al Gobierno podrían quedarle por delante dos años muy difíciles.
“Los gobiernos de extrema derecha, tanto a nivel federal como estatal, chocaron con la realidad. Tenían un gran optimismo inicial, pero tuvieron un desempeño bastante decepcionante. Las cuestiones más importantes para los votantes, que son la salud y el empleo, siguen estando mal y sin perspectivas de mejora. El apoyo del presidente a las candidaturas locales no ha ayudado a sus perspectivas de victoria, al contrario. En San Pablo, Río de Janeiro, Salvador, Belo Horizonte, Porto Alegre y Recife, ninguno lidera en las encuestas. Si se mantienen estas tendencias, los planes para 2022 se adaptarán a esta nueva realidad. En la derecha, el gobierno de Bolsonaro puede todavía ser capaz de guiar el debate ideológico, pero estará más presionado por no tener una coalición estable en el Congreso y por no ser capaz de manejar la agenda política. Sin crecimiento económico, los partidos conservadores más tradicionales pueden organizar alianzas más estratégicas para las próximas elecciones”, sostuvo Storni.
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