El primer santuario en arder fue la Iglesia San Francisco de Borja, usada por el cuerpo policial de Carabineros para sus ceremonias institucionales. Horas más tarde fue la Iglesia de la Asunción, una de las más antiguas de la capital, con más de un siglo y medio de historia, la cual fue destrozada por el fuego y el saqueo.
Ambos templos se encuentran en los alrededores de Plaza Italia, el epicentro de las movilizaciones que este domingo que resultaron ser las más masivas tras las medidas sanitarias adoptadas por el Gobierno de Chile por la pandemia.
Esta mañana el escenario era desolador en la más afectada de las iglesias, la de la Asunción, muy cerca de la embajada Argentina en la Avenida Vicuña Mackenna, una de las principales arterias de la capital chilena. Hombres y mujeres que transitaban vieron con asombro la escena. “Toda mi vida la he hecho en este barrio. Me casé aquí y jamás me imaginé que iba a ver este lugar como esta ahora, destruido, con los santos botados hecho pedazos en la calle”, declara Alamiro, de 72 años, vecino quien se acercó a constatar con sus propios ojos, lo que antes sólo había visto por televisión.
El barrio Bustamante está dentro del casco antiguo de la capital, en medio de casonas y edificios de larga data, y en el que ya muchos de los que antes vivieron aquí, ya no están, se han ido. “Este es un barrio muy tradicional, y quedamos muy expuestos por todo esto que está pasando. Nos llegan los olores del fuego de las barricadas y las bombas, permanentemente, pero esto nos vino a calar en los más profundo. Es una pérdida que no se justifica, la acción de esta gente no se justifica. Imagínese que mis recuerdos están aquí, yo enviudé hace ocho años y me casé aquí, vino mi familia, estuvo mi mujer”, advierte emocionado Alamiro.
Infobae conversó con una voz autorizada para referirse a la pérdida histórica y cultural consecuencia de los incendios: el abogado, teólogo, ex sacerdote y ex diputado, Hugo Zepeda Coll. A sus 84 años, el también vecino del barrio Bustamante lamenta profundamente la pérdida. “Primero aclaremos que ninguna de las dos iglesias tenían cúpula, las cúpulas de las iglesias son ovaladas y huecas por dentro. Se pueden ver desde su interior. Estas iglesias, las dos que fueron incendiadas tienen torres, que son estructuras independientes de la construcción”, aclara.
El teólogo hace referencia a la importancia cultural que estos templos tienen, las dos están ubicadas muy cerca entre sí, y la de Carabineros, puntualmente, la destaca como “una joya arquitectónica”. “Esta era la capilla del Hospital San Borja Arriarán, cuyas dependencias antes estaban instaladas en este sector, del mismo barrio San Borja. Tenía unos parques muy grandes y la iglesia era el lugar en el que se congregaban funcionarios, familiares de los enfermos que iban a pedir los milagros que la medicina, muchas veces, no era capaz de otorgar. Era un hospital sumamente grande. Cuando se cerró éste, se construyeron las Torres de San Borja, y ahí se cierra definitivamente el centro hospitalario, esto hace cuarenta años. La iglesia tiene un lugar pequeño a un costado que es donde vive el sacerdote, un pequeño lugar. Está compuesta por un diseño arquitectónico que, al igual que muchas de sus figuras profanadas, fueron importadas de Europa. Imágenes traídas desde afuera y otras diseñadas por artistas nacionales. Unos vitreaux marvillosos y esculturas que, por lo que pude ver en las imágenes, no se salvaron muchas. Esta iglesia tiene una torre, no es cúpula. Cúpula es como la de la basílica de San Pedro, y de esas hay muchas réplicas en Chile, pero este no es el caso,” declara Zepeda.
De estilo neogótico e inspirada en la Sainte Chapelle de París, fue inaugurada el 4 de mayo de 1876 con el nombre de Sagrado Corazón de Jesús y servía como capilla del hospital San Borja. Los 29 vitrales, la roseta central y las imágenes fueron encargados a Francia.
Por su parte, la que registró mayor destrucción fue la iglesia de la Asunción, ubicada a pocas cuadras del otro templo siniestrado, en el barrio Bustamante. “La iglesia de la Asunción es en honor a la asunción de la virgen María. Esto es muy importante porque el dogma de la asunción de la virgen María se proclamó en 1950 por el Papa Pío XII, y en época esta iglesia ya existía. Fue construida en 1876, se llamaba la Asunción, por aquí pasaron célebres párrocos, por ejemplo ahí estuvo el famoso presbítero Pedro Nolasco Donoso, un hombre muy combativo. Era la parroquia de todo el sector. Aquí está la calle Seminario, que fue bautizada así por el seminario, dependiente de esta parroquia, y ya había sido atacada el año pasado, cuando quemaron una casona patrimonial también, la de la Universidad Pedro de Valdivia”, cuenta Zepeda.
Fue inaugurada en 1876, bajo la administración del Monseñor Rafael Valentín Valdivieso, y se erigió debido a que otros tres templos católicos de la ciudad habían sido demolidas por la expansión urbanística de Santiago en esos años.
“Condeno el hecho, duele mucho. Recuerdo la palabra de Jesús cuando estaba colgado en el madero de la Cruz en el calvario, y dijo: perdónalos Señor, porque no saben lo que hicieron. Ahora yo repito lo mismo, perdónalos Señor, porque no saben lo que hacen”, declara el ex sacerdote.
La máxima autoridad de la Iglesia Católica en Chile, monseñor Celestino Aos, publicó una declaración a través de redes sociales en las que condenó los hechos. “La violencia es mala, y quien siembra violencia cosecha destrucción, dolor y muerte. Nunca justifiquemos ninguna violencia. Los pobres son los más perjudicados. Esperábamos que no se repitieran esas acciones y esas imágenes. Las acciones violentistas y las imágenes vandálicas las padecemos de nuevo hoy. Sentimos la destrucción de nuestros templos y otros bienes públicos; pero sentimos sobre todo el dolor de tantas personas chilenas de paz y generosidad. Esas imágenes no solo impactan y duelen en Chile, sino que impactan y duelen en otros países y otras gentes del mundo, especialmente hermanos cristianos”, dijo el representante del Vaticano en Chile.
En las próximas horas, ambos lugares serán evaluados por equipos del Consejo de Monumentos Nacionales del Ministerios de las Culturas de Chile, quienes entregarán un catastro definitivo de los daños.
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