Candidato centrista de Comunidad Ciudadana, este historiador y periodista de 67 años afirma que entró a la política con “la idea de estar en el centro de las cosas y trabajar para moverlas y cambiarlas”.
Carlos Diego de Mesa Gisbert, nacido el 12 de agosto de 1953 en La Paz, es descendiente de una familia de Alcalá la Real (España) y era “outsider” en política hasta hace dos décadas, cuando se vio sumergido en el ojo de la tormenta.
Elegido vicepresidente en 2002, presentó su renuncia un año después mientras el presidente liberal Gonzalo Sánchez de Lozada reprimía una rebelión popular que se saldó con más de 60 muertos. “Los muertos te van a enterrar”, le reprochó entonces al gobernante, según evoca en su libro “Presidencia sitiada”, en que recoge episodios de esa época.
Criticado por ser supuestamente pusilánime, Mesa sucedió luego a Sánchez de Lozada en la presidencia. Renunció dos veces -la primera fue rechazada por el Congreso- y se fue finalmente en 2005.
Su amigo Alfonso Gumucio, con quien comparte la pasión por la crítica cinematográfica, afirma que Mesa es “un hombre que reflexiona, quizás también un hombre que sueña”. En un papel escrito en 2008 para el lanzamiento de “Presidencia sitiada”, Gumucio revela rasgos del exmandatario: “Es un hombre increíblemente metódico y sistemático, no solamente en su trabajo, sino en su vida cotidiana, capaz de registrar todos los goles del Bolívar o los detalles de cómo pilotear un DC-3”.
“Si hay algo que se le puede reprochar a Carlos es su fundamentalismo en eso de no beber una gota de alcohol. Lo más cerca que llega a ello es a oler una copa de buen vino; incluso es capaz de aconsejar una cepa o una bodega de su predilección”, agrega.
Quienes lo conocieron en su juventud lo recuerdan con barba y melena compitiendo en el programa de televisión “Premio del saber”. Años después, obtuvo el premio Rey de España, en 1994, y después el Premio Nacional de Periodismo en 2012.
Comicios anulados
Mesa fue presidente de Bolivia sin un partido que lo respaldara, situación que le complicó la gestión y lo llevó a dimitir. Agobiado por una presión social e inestabilidad política incontrolables, dejó la silla presidencial al juez Eduardo Rodríguez Veltzé, quien llamó a elecciones en 2005, ganadas por Evo Morales.
Sin la lección aprendida, Mesa volvió a postularse en 2019 sin partido propio, sino con la sigla prestada del Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), un partido minoritario del extinto líder maoísta Oscar Zamora, quien terminó aliado con la derecha en la década de 1990.
En torno al FRI conformó Comunidad Ciudadana, un colectivo de partidos pequeños, plataformas ciudadanas y líderes regionales.
En las elecciones de 2019 Mesa terminó en segundo lugar detrás de Morales, según el escrutinio oficial. Pero los comicios fueron anulados tras denuncias de fraude y protestas que condujeron a la renuncia del presidente.
“Bolivarianismo nefasto” -
En la presente campaña, Mesa ha propuesto acabar con la ideologización en la integración latinoamericana, selló que -según afirma- le imprimieron el extinto presidente venezolano Hugo Chávez y aliados como Morales.
“El bolivarianismo del siglo 21 que fue nefasto para la integración latinoamericana”, dijo. Además, ha minimizado los logros económicos de Morales y de su ministro y delfín Luis Arce.
Mesa asegura que estos logros no se consiguieron “por mérito propio”, sino gracias a los altos precios de las materias primas que exporta Bolivia, principalmente hidrocarburos.
A pesar de sus marcadas diferencias con Morales, Mesa aceptó ser el vocero de la demanda marítima que Bolivia presentó en 2013 ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, por lo que visitó varios países en busca de apoyo a la causa.
Sin embargo, el 1 de octubre de 2018, la Corte dictaminó que Chile no tenía obligación de negociar un acceso al mar para Bolivia.
Días después de este traspié nacional, Mesa lanzó su postulación para disputarle el poder a Morales, desafío que ahora repite frente a Arce.
Con información de AFP
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