Juan Carlos Andrade es dueño del “Motel Paraíso” de Quillota, a unos 120 kilómetros de Santiago. Reconoce que los clientes están con muchas ganas de pasar un rato en un motel. “Se ha visto por el incremento de visitas a estas instalaciones”, dice, lo que es recibido con algarabía en su rubro después de tres meses de haber permanecido cerrados por las restricciones sanitarias de la pandemia. Reabrió hace dos semanas, tras permitirse la circulación y apertura de este tipo de recintos y hasta “hacen fila” para ingresar.
En las instalaciones de su motel de Quillota, está el avión que fue rematado, en 2014, por el Servicio de Aduanas de Chile tras una disputa legal que impidió que este Boeing 737-200 que perteneció a Aerolíneas Argentinas (y también fue utilizado por “Austral”, de hecho, tenía los nombres de ambas empresas a un costado y otro), continuara volando. Andrade, de 65 años, se había enterado de tal remate, ya tenía la idea de adquirir un avión para convertirlo en cabañas para su negocio. “En Canadá nació la idea. Allá hay varios lugares así que empezaron a innovar con vehículos o medios de transporte convertidos en habitaciones o cabañas. Vi allá un avión, pero chiquito, que lo habían convertido en una habitación. Solamente entraba una pareja, así es que yo le dije a mi hija, me voy a comprar uno, pero grande para ponerlo allá en Chile”.
Con dos moteles en la zona, Andrade quería ofrecer a sus clientes una alternativa a las tradicionales cabañas o habitaciones temáticas, requeridas típicamente por ciertas parejas que buscan algo más atrevido en sus escapadas. Un avión, a su juicio, era toda una apuesta, y muy atractiva para atraer la atención de los pasajeros. “Saqué los costos de lo que me salía hacer una cabaña y lo que me costaba traer un avión y me atreví”.
Pero la explicación a la proliferación de esta tendencia, que en Chile ya tiene cuatro moteles con habitaciones instaladas en aviones reales, tiene una nueva arista según Paula, quien por su experiencia como azafata define al avión, como una de las fantasías más cotizadas. “Siempre ha existido un juego, una fantasía con el tema del sexo en el avión, el estar en altura, en vuelo, también por el cuento de la relación entre la azafata y el pasajero, o el piloto con la azafata. Además, hacerlo en un avión tiene una adrenalina especial, por lo prohibido, el exhibicionismo, hacerlo a escondidas. Esto se da en viajes largos y de noche especialmente. Muchos se atreven, y ahora, que los viajes están restringidos y no es fácil tomar un avión y salir a respirar nuevos aires, la alternativa de ir a un lugar acondicionado como un avión, para parejas que están acostumbradas a viajar, es una muy buena opción”, dice.
La fantasía de volar, hacerlo en la altura, es el denominador común de quienes han visitado las habitaciones de un avión motel. El actor chileno, Juan José Gurruchaga, tuvo la experiencia. “Una vez me tocó grabar unas escenas candentes para una serie y la producción consiguió grabar en un motel que tenía un avión habilitado con piezas para las parejas, pero esa vez estuvimos en una habitación con otra ambientación. A mi me llamó la atención que existiera un lugar así. El dueño me dio su número y, tiempo después, pensé en la posibilidad de ir a conocerlo, así es que llamé al dueño y le reservé. Llevé a mi pareja, le puse una venda en los ojos, la puse frente al avión aún en el auto, y cuando le descubrí los ojos, como que no le gustó mucho la idea”.
A juicio del Magister en Psicología Clínica y Doctor en Sexualidad humana, Rodrigo Jarpa, estas preferencias de la pareja no están circunscritas a una sola nacionalidad. “El tener sexo en lugares inusuales es de interés generalizado, de hecho hay países donde ya se ofrece el servicio de tener sexo en un avión a varios pies de altura. Los moteles con esta temática serían una versión bastante menos turbulenta para la billetera. La idea de los moteles temáticos nos conecta con el juego, la aventura y con llevar la transgresión compartida “portarnos mal juntos”, ir un paso más allá”.
Aunque el negocio de los aviones convertidos en habitaciones de motel, se presenta como atractivo y rentable, no siempre es fácil. Para Juan Carlos, quien se adjudicó el avión de Aerolíneas, el costo fue superior a los 65 mil dólares que desembolsó para adjudicárselo en el remate. “El costo fue alto también en términos humanos, porque el proceso de traslado fue muy difícil. Se demoró una semana el avión en llegar hasta Quillota, sólo el viaje, pero antes un mes y medio en desarmarlo, es decir, sacarle las alas, desmontar los motores, intervenir el chasis del avión, que es una pieza sólida y muy difícil de cortar. Todo esto se hizo en dos meses y medio en total. En el traslado gasté unos 18 mil dólares más. Después la instalación, y hubo que mandar a hacer unos pilotes bien fuertes para que quedara bien instalado, además, la confección interior de las cabañas. Les habilité televisión, servicios sanitarios y a la del piloto, un jacuzzi”.
En su experiencia en un avión motel, Juan José Gurruchaga, fue más allá. “Al principio se sorprendió. Me dijo que nunca había estado en un lugar así. ¿Cómo?, le dije yo, ¿nunca has estado en un motel? O sea, en un avión así nunca, me dijo. Si no te gusta, nos vamos al tiro, le ofrecí. Subimos la escalera, y claro, estaba todo ambientado. La cama muy bien armada, lo mejor de todo es que era un avión, no una réplica, las cortinas de las ventanas se suben y bajan, es ovalado el espacio. Es una fantasía a una escala menor. Porque claro, uno se imagina que está de viaje, como que uno logra situarse en un contexto, en una situación. Empiezas a acordarte de un viaje especial donde hubieras querido tener intimidad con la pasajera del asiento del frente, o con la azafata. En el baño, no sé. Como que se adaptan los pensamientos, eso yo creo que es la fantasía”.
Algo con lo que está de acuerdo el experto, Rodrigo Jarpa, quien da crédito a que las fantasías, en contexto de habitaciones ambientadas, logran despertar las representaciones mentales que se construyen desde la imaginación. “Podemos fantasear con lo que nos genera culpa, pudor o vergüenza, con lo que no le contaríamos nunca a nadie, con lo que se escapa de la represión, con lo prohibido, lo políticamente incorrecto, lo intensamente placentero y con lo no realizable; ya que en el caso de llevar la fantasía a la realidad; deja de ser fantasía y puede perder toda la magia que fluía mentalmente.
Para muchas personas el fantasear resulta de gran utilidad porque les permite volar más allá de la realidad, potenciando y dando espacio al deseo, al placer y a la excitación”, advierte Jarpa.
En Santiago, la capital, ya se instaló un avión motel, específicamente en la comuna de La Cisterna. En la costa central, ya suman tres ejemplares que ofrecen habitaciones montadas en aviones reales. Juan Carlos, dueño del “Motel Paraíso”, lugar donde se instaló el avión que perteneció a Aerolíneas Argentinas, ahora prepara un bus, para transformarlo en una habitación que se sume a las casi 25 cabañas que tiene como capacidad, incluidas las de su avión motel. Según el «Journal of Sexual Medicine», hombres y mujeres compartimos fantasías sexuales, aunque no en el mismo orden ni con igual intensidad. La idea de tener un encuentro sexual en un lugar inusual, resulta ser una fantasía atractiva para el 81,7% de las mujeres y el 82,3% de los hombres.
Dentro de los lugares inusuales más comunes, conocidos por el estudio, hacerlo en un avión está dentro de los top. Para ser más específico: en el baño de un avión. A su vez, la idea del motel sigue manteniendo alta popularidad. Muchas parejas rememoran “tiempos mejores” de cuando iban a moteles, así como hay otras que nunca lo han hecho y les llama profundamente la atención. Si sumamos los ingredientes pareciera que llegamos a una fantasía perfecta y a un costo reducido.
El actor, Juan José Gurruchaga, concluye su experiencia advirtiendo que rememoró viajes anteriores. “Se siente un viaje. Un destino, a donde podemos ir y cuando terminamos, queda la sensación de que la fantasía pueda convertirse en realidad. Al menos la adrenalina del despegue y el aterrizaje la sentí”.
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