Es la armada ilegal con la que Xi Jinping se propone tomar como propios los mares de todo el mundo. Más de 17 mil buques pesqueros chinos se reparten por las costas de los países más indefensos para saquear sus riquezas marítimas. Pocos son los Estados que pueden combatir el acoso permanente de esta flota que burla las leyes internacionales y arrasa con la biodiversidad y el medio ambiente.
Ecuador, en América Latina, es una de las naciones que más lo padecen. Luego de que el Gobierno de Lenín Moreno denunciara abiertamente la actividad ilegal y responsabilizara la pereza del régimen chino en actuar, el embajador del régimen en Quito dijo que tendrían “tolerancia cero” contra los barcos pesqueros. Fue lo más parecido a una burla que escuchó el gobierno local por parte de Beijing.
Los buques chinos tienen una larga experiencia en esquivar las normas internacionales. Esquivan radares silenciando los propios para que ninguna autoridad marítima -ni en Ecuador ni en ningún otra costa del mundo- pueda detectar dónde están pescando. Cuando lanzan sus redes, recogen más kilos de alimento que el permitido. Al vaciar el fondo del mar cercanos a las costas de países en desarrollo, en muchas ocasiones privan del alimento a las poblaciones locales, cuyo único sustento para sobrevivir es la pesca con precarios instrumentos. Comunismo del Siglo XXI.
Lo cierto es que informes recientes demuestran que el régimen conducido por Xi Jinping invierte en la flota de ultramar. Subsidia la pesca a través de exenciones de impuestos, permitiéndoles comprar combustible a bajísimo precio. El total de la ayuda estatal para esta industria por parte de Beijing supera los 16 mil millones de dólares cada año. El régimen no puede hacerse el desentendido.
En el Océano Pacífico, las islas Galápagos -riquísima en biodiversidad y Patrimonio de la Humanidad- es uno de los centros más acosados por la piratería china. Beijing anunció que sancionaría a capitanes y buques que operen en la clandestinidad. Sin embargo, nadie cree que fuera a cumplir con leyes que ya no cumplía ni hacía cumplir.
“Más allá de este anuncio unilateral, el problema sigue siendo el mismo. Estos barcos operan sin observadores a bordo, no regresan a puerto, transbordan su captura a los buques nodriza, que desembarcan la captura en los puertos. Entonces, en pocas palabras, están pescando todo el tiempo, la operación de pesca no se detiene“, dice Pablo Guerrero, director de conservación marina de Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) Ecuador al diario inglés The Guardian.
Por su parte, Miren Gutiérrez, del Instituto de Desarrollo de Ultramar (ODI, por sus siglas en inglés), señaló que a simple viste la china “parece una flota muy fragmentada”, y agregó: “Pero sospechamos que el núcleo probablemente esté en manos de unas pocas empresas. Luego de haber agotado las poblaciones de peces en aguas nacionales y alentadas por los subsidios, las flotas pesqueras de aguas distantes de China han estado viajando cada vez más lejos, y sus empresas han estado construyendo más y más embarcaciones para satisfacer la creciente demanda de productos del mar”, agregó Gutiérrez.
“Para cambiar la dinámica es necesario que haya una transparencia radical. Hasta ahora, la evidencia no ha demostrado que el Gobierno chino haya ido más allá de la retórica”, indicó Philip Chou, un experto en pesca en aguas distantes en Oceana, un grupo de conservación marina que conoce a la perfección cómo opera la armada pesquera de Xi Jinping.
El Gobierno de Ecuador parece solo ante el poderío naval que burla sus controles y que cuenta con la solapada anuencia del régimen asiático. Pero el gobierno de Moreno no es el único que padece semejante acoso marítimo. Ni América Latina es el único subcontinente que ve cómo sus aguas son saqueadas. En el mar Meridional de China -que Beijing intenta apropiarse- otros países ven cómo los pesqueros ilegales surcan sus aguas. En África también ocurre.
Steve Trent, director ejecutivo de la Environmental Justice Foundation, advirtió que la fauna marítima continuará en peligro si no se produce “un cambio estructural a gran escala por parte de China y el sistema de gobernanza global del océano para asegurarse de que los chinos cumplan con la ley. Las personas que sufren primero y peor son casi siempre las comunidades costeras que dependen de esas pesquerías para su supervivencia, bienestar y alimento. Exactamente lo que pasa en las Galápagos pasa en lugares de todo el mundo y es aterrador“, concluyó el experto.
Ahora, 340 buques chinos sin permiso permanecen agazapados en las cercanías de esas islas. Saben que la vigilancia de la armada ecuatoriana no durará por siempre: implica gastos extraordinarios para cubrir un área de unos 197.300 kilómetros cuadrados en la zona marítima exclusiva continental, mientras que en la del archipiélago son unos 419.700 kilómetros cuadrados.
Galápagos -Patrimonio de la Humanidad, de acuerdo con las Naciones Unidas- cuenta con uno de los ecosistemas más ricos en biodiversidad del planeta. “Mientras vamos en los cruceros hemos visto que en la playas de lugares remotos existen bastante botellas chinas”, remarcó días atrás Natali Constante, una guía de la isla.
Para peor, esa voracidad pesquera atenta contra los pobladores locales de aquellas islas. Contra su economía y contra su plato diario. La pesca comercial está permitida en algunas áreas de la exclusiva reserva. La langosta, por caso, es una importante fuente de ingresos para la población del lugar. Además, los pescadores de Ecuador viajan regularmente a la zona en busca de dorado, tiburón y atún. Hoy, si levantan la vista, podrían divisar un confín de barcos chinos.
“China actúa como un poder imperial que ilegalmente explota los recursos naturales a cambio de vender mercadería barata”, se quejó hace una semana un empresario europeo con sede en América Latina que conoce cómo actúan estos grupos ilegales. Prefiere resguardar su identidad para así mantener su licencia de pesca.
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