“Saquen fotos mentales porque no sabemos si vamos a volver”, les dice Lorena Ponce de León a sus mellizos de 15 años, Violeta y Luis. Y también a Manuel, de 13. Lo dice y mira todo con nostalgia: el jardín, las paredes, los muebles. Es el último mes que estarán en su casa del barrio privado Lomas de la Tahona. Pronto, la familia del Presidente uruguayo Luis Lacalle Pou se trasladará al Prado, en Montevideo.
Vestida de jeans, camisa blanca y botas marrones, Lorena recibe a Infobae en su casa de buen humor. Mientras habla se mueve de acá para allá y prepara un mate. No lo ofrece por la Covid, pero hace notar su amabilidad. “Yo creo que hay etapas en la vida, pero un poco de nostalgia me va a generar irnos, lo lindo del recuerdo y la añoranza. Yo siempre le digo a mis hijos, saquen fotos mentales. Son cinco años que no sabemos si vamos a volver acá o no”, dice.
La primera dama de Uruguay -aunque en el país no usan el término como tal- es clave no solo en la vida sino también en la carrera del Presidente: “Luis saca sus miserias para afuera y las habla conmigo, comparte sus dudas y sus miedos. Y eso lo ayuda a dilucidar”, cuenta.
Eran dos adolescentes la primera vez que salieron. Él tenía 19 años y ella 16. Lorena trabajaba en un local de ropa. Luis era el hijo del presidente uruguayo Luis Alberto Lacalle (1990-1995). La llamó por teléfono un día y la invitó a salir. Ella aceptó. “En ese momento en Uruguay salías con el chico que te llamaba”, cuenta. Tuvieron una cita que fue un completo fracaso. “Nos aburrimos muchísimo”. Y cada cual siguió por su camino.
Lorena comenzó a estudiar Paisajismo. Luis abogacía. Tuvieron otras parejas. No supieron que era de la vida del otro. Hasta que un día, cinco año después, él se recibió de abogado y ella fue invitada al festejo por una amiga. Entonces ya no se aburrieron tanto. Pero no sabían, ni por asomo sabían, cómo sería el resto de su película. “Creo en la reencarnación y que las almas se encuentran, y creo que lo nuestro estaba predestinado”, dijo alguna vez ella sobre su propia historia de amor.
Algunos ingredientes de esa historia: se casaron pocos meses después de aquel reencuentro (él con 24, ella con 21). Trabajaron en diferentes emprendimientos. Mucho después comenzó la carrera política de Luis, que tuvo tropezones y -ya es sabido- la actual cumbre en la presidencia. Pero el principal y más difícil sueño de la pareja fue el de formar una familia. Ella, lo dijo siempre, quería ser madre antes de los 30. La vida sin embargo se interpuso y tuvieron que atravesar una odisea irrenunciable para ser padres.
Cuando empezaron a buscar, todo se complicó. Decidieron intentar por medio de la inseminación artificial pero no funcionó. Probaron una vez más, tampoco. Un tercer intento. Nada. Con el objetivo claro de formar una familia, optaron por la fecundación in vitro. Tampoco.
“Por primera vez me sentí derrumbada”, contó Lorena. “Hasta ese momento pensaba que podía construir un edificio en un desierto, pensaba que todo se podía, pero eso era ajeno a mí. No podía levantarme de la cama. Un día me puse a llorar en un supermercado mientras miraba una lechuga. Busqué ayuda y tomé antidepresivos para sacarme un poco de ese dolor”.
No se rindieron, ni siquiera ahí. La pareja había congelado embriones y, finalmente, les llegó la buena noticia. No solo eso: se convirtieron en los primeros padres de mellizos nacidos por fecundación in vitro con embriones congelados.
Ella fue la persona que, cuando Lacalle Pou perdió en el ballotage de octubre de 2014 contra Tabaré Vázquez, le dijo: “Agarra tu bolso y anda a recorrer los barrios porque es lo que te hace feliz: estar con la gente”.
“Es que cuando entendiste que los tropezones fuertes son aprendizajes, no lo ves como una derrota”. Parece saber de lo que habla, y antes de iniciar la entrevista, vuelve a recomendarle a sus hijos que saquen fotos mentales de todo.
-¿Cómo haces para que tus hijos tengan una vida lo más normal posible?
-Hace varios años con Luis nos pusimos algunas normas familiares porque a él la política siempre le demandó mucho tiempo. Entonces hacemos familia dos veces por semana y nos tomamos algún fin de semana entero. Pero con la pandemia estuvimos mucho tiempo juntos, nos vino muy bien familiarmente.
-Hablame de ellos...
-Son muy humildes. Con esto de que su padre sea Presidente no les creció el pelo. Y van a tener sus ventajas y desventajas, los chicos que no están tan expuestos pueden publicar lo que quieran en las redes y ellos no. Sobre todo por lo que pueden generar. Ellos lo entienden, pero obviamente que se van a equivocar. Es parte del crecimiento de esta etapa.
-¿Cómo era tu familia?
-Yo vengo de una familia distinta sobre todo para la época. A los 14 años se divorciaron mis padres, ambos ya venían de un matrimonio anterior. Yo soy la cuarta hija de mi madre y la primera de mi padre. Yo ya venía con hermanos muy grandes y en ese momento no era tan común. Era un poco la distinta. Nunca me sentí mal, simplemente tenía dos casas y tengo 8 hermanos que van desde los 50 a los 20 años. Tengo una mamá muy independiente, siempre trabajó y me hizo ser muy independiente. Admiro su capacidad de trabajo y siempre con una sonrisa, muy positiva. Pide muy poca ayuda.
-¿Cómo fue tu historia de amor con Lacalle?
-Yo tenía 16 años y en ese momento en Uruguay salías con el chico que te llamaba. Me llamó Luis para salir que en ese entonces era el hijo del Presidente, tenía 19 años. Dije que sí porque me divertía conocer gente y salimos a comer, pero la verdad no me acuerdo porque fue tanto lo que nos aburrimos los dos... Estábamos en sintonías distintas. No nos vimos más, por ahí nos cruzábamos en una fiesta pero la verdad es que no había quedado nada pendiente. Pasó el tiempo y yo estuve de novia cuatro años y él también. Un buen día Luis se recibe de abogado y una prima de él, muy amiga mía, me propone hacer un asado para agasajarlo. La cuestión es que eran sólo parejas menos Luis y yo. Nos divertimos mucho y me cambió el concepto, porque me pareció divertido y a mi siempre me gusto el humor.
-¿Es una persona con humor?
-Luis tiene esa cosa de humor inteligente, esa suspicacia y picardía. Esa noche me gustó. Y al día siguiente me invitó a un casamiento de un amigo de la facultad y me tocó una mesa llena de abogados que no paraban de hablar de anécdotas y temas de ellos, entonces me levanté y me fui a dar una vuelta. Con el tiempo me contó una amiga que estaba sentada al lado de Luis que cuando me paré y me fui, él le dijo: “Mirala bien porque con esta me voy a casar”. Y así fue como nos pusimos de novios en noviembre y en enero me dijo para casarnos. Así que ambos de inconscientes nos casamos. Fueron de esas cosas que se tienen que dar, naturales y lindas.
Lorena es una apasionada de su carrera: el paisajismo. Cuando comenzó con esta “aventura”, como la llama, era bastante atípico. Ella estaba convencida de lo que quería hacer pero no existía un trabajo ideal. “Quiero un kiosco, pero mío”, decía. Y es así como se involucró con el Proyecto Sembrando, que recorre Uruguay llevando información sobre el ecosistema emprendedor.
Sin dudas esa es su manera de militar activamente, aunque asegura que es una fanática del Partido Nacional hace veintidós años. “Lo que no soy es política, pero soy activísima”, explica. Cuando se pusieron de novios con Lacalle, “Luis empezó a militar con la lista de su madre en Montevideo. Yo comencé a acompañarlo en todas sus recorridas y ahí la política me encantó, más que nada de acompañante y no de protagonista”.
-¿De qué manera golpeó a tu familia cuando Luis Lacalle perdió contra Tabaré Vázquez?
-Cuando Luis decide presentarse contra Tabaré Vázquez, que en ese momento era una figura política muy importante ya que era por segunda vez candidato a presidente, él era diputado y no era en teoría su momento. Pero a medida que recorría el país la gente le decía: “Luis tenés que ser vos”. Te diría que durante un año estuvo con la duda y cuando me preguntaba yo le decía: “Si estás seguro de algo dale para adelante”. Un día se levanta y me dice: “Sabes que sí”, y me pregunta: “¿Me acompañas?”. Obvio, dije, porque esto es tarde o temprano. Y aquí empieza la aventura que comenzó con un 6% de aprobación y terminó con él ganando la interna. Y después contra Tabaré Vazquez haciendo una campaña impresionante, con un equipo de gente increíble.
-No importó el resultado.
-Para mí él nunca pierde porque gana experiencia, sabiduría, equipo, liderazgo y manera de afrontar adversidades. Porque era claramente no. Fue toda una preparación para llegar a lo que es hoy, a tener el aplomo para ser un buen político. No hay que perder la compostura y no hay que calentarse. Eso te lo da la trayectoria y el entender qué es lo importante: si la calentura propia o el bien general. Cuando estás en un lugar de poder como el de Luis, tu responsabilidad es mucho mayor que el ego propio. Ese día en octubre fue una gran sorpresa. Al otro día se levantó y me dijo: “¿Y ahora?”. Le pregunte qué le hacía feliz de todo este proceso y me dijo: “Estar con la gente”. Entonces le dije: “Hacé el bolso y ándate a recorrer”.
-¿Pensaste en militar en política más activamente?
-La actividad política es para gente que tiene la capacidad de entrega total a la sociedad. Yo no sé si tengo esa impronta porque cuando Luis decidió dedicarse, se necesitaba al lado un complemento. Sobre todo familiarmente por nuestros hijos. Yo soy fanática de la familia y para mi mis hijos son lo máximo. Por eso como madre entiendo que hay cosas que hay que cuidarlas mucho, entonces decidimos que él se dedicara cien por ciento, y yo me dedicaba a mi carrera, que me gratifica y me hace sentir plena.
-¿De qué se trata tu proyecto Sembrando?
-Sembrando nace cuando empezamos a recorrer con la campaña. Hicimos siete veces Uruguay en un año y conocí mucho el interior. Me dije: lo voy a acompañar a Luis todo lo que pueda porque quiero ser parte de todo esto y entender todo lo que se pueda necesitar desde mi lado como Primera Dama. Vimos que había falta de oportunidades y comunicación en todo lo que es el área del negocio propio. Yo soy una persona de trabajo y para mí te dignifica. El laburo te da seguridad y encontré que en Uruguay la mayoría de las carreras que vos estudies te preparan para pedir un empleo, pero no te preparan para hacerlo propio.
-¿Por qué creés que sucede eso?
-Hay un tema cultural instalado en nuestra sociedad que hay que trabajar. Sentir que el emprendedor no está sólo, sino que es parte de una cadena. Sembrando es un proyecto que recorre Uruguay para llevar información sobre el ecosistema emprendedor. Entendimos que hay 140 organizaciones en nuestro país de emprendedurísmo, y el 80% trabaja en Montevideo y solamente el 20% en el Interior. Vimos muchos esfuerzos aislados, por eso armamos talleres con los mejores profesores para “couchear” a los futuros emprendedores. Dando todas las herramientas en una conjunción de lo público y lo privado.
-Se habla de un momento de Luis Lacalle Pou rebelde y que ocasionalmente probó drogas. ¿Cuál fue tu rol?
-La rebeldía de Luis fue antes de juntarnos nuevamente porque yo no hubiese salido con nadie con ese perfil porque no soy así. No hubiese podido estar con nadie que no fuera un par. Nunca estuve en la postura de salvar a nadie, acá somos los dos iguales y vamos para el mismo lado. Tuvo un período rebelde en la adolescencia, tuvo problemas de crecimiento y eso le forjó el carácter. Yo creo que Luis tuvo que pasar por todo eso y debería agradecer el hecho de que impuso su impronta, como él siempre dice: “Esa cosa de petiso”. Yo no soy de juzgar, entiendo que hay gente que tiene que pasar por distintos procesos y lo respeto.
-¿Cómo ves a Lacalle de presidente? ¿En qué cosas coincidís y en que no?
-Yo creo que Luis está en el lugar que tiene que estar. Me doy cuenta que está en su misión. Va a aprender, va a hacer muchas cosas buenísimas y en algunas va errar, porque es un ser humano. Pero va a estar haciendo siempre lo mejor de su parte, asesorándose porque tiene la humildad de la consulta.
-Entre compañía y complemento, ¿qué representas para el presidente uruguayo?
-¿Qué es eso de estar atrás de un presidente? Yo no estoy atrás de Luis, yo estoy al lado. Y no hay que ponerse atrás porque cuando lo haces, te colocas sola... y tampoco adelante porque en el equipo es cuando se destaca la acción de todos. Y es fundamental que cada uno tengo su protagonismo. Porque es importante llenar ese ego que también te enriquece y te hace fuerte. Porque te da seguridad, pero la suficiente como para tener la humildad para pedir disculpas, consejos y agradecer. Con Luis nos respetamos mucho y cuando respetas tanto al hombre que tenés al lado, no hay competencia. Somos un complemento: Luis con toda su exposición y sabiduría, y yo desde otro lado, pero no menor. De igual en importancia. Acá, en esta casa, somos los dos exactamente iguales.
-¿Hay alguna anécdota fuerte que te haya pasado como Primera Dama?
-Yo siempre me dije que era Pro vida cuando me hablaban sobre el aborto. Y un día por Twitter una chica me escribió un mensaje personal que decía: “Tú no sabes lo que me duele a mí cada vez que ustedes dicen que son pro vida, porque yo aborté de muy jovencita pensando en que me iba a olvidar y cada hijo que tuve después, traté de representar a ese niño que en ese momento me saqué y hasta el día de hoy me arrepiento”. Ahí le comenté a Luis y creo que fue un llamado de atención para los dos porque la ley está y respeto a la gente que haya tomado esa decisión. Pero ojalá que de ahora en más no prime el arrepentimiento porque te persigue para toda la vida. Esa sensación de culpa es espantosa. Esperemos que podamos hacer una buena campaña de concientización de que esos niños que los padres no los quieren tener, que lleguen a nacer y si no los pueden tener, los den en adopción a padres que los pueden ayudar a crecer en el amor.
-¿Te considerás feminista?
-Yo nunca me vi como feminista porque no es una batalla que di o que doy. Yo me fui haciendo camino al andar y tuve la suerte de que si tenía piedras en el camino, las miraba, las enfrentaba y continuaba. Soy muy segura cuando quiero algo y, en ese sentido, soy bastante terca. Cuando busco un objetivo es muy difícil que me lo saques.
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