SAN PABLO (Especial).- En una entrevista de dos horas y media, con los grandes medios internacionales, entre ellos Infobae, el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva hizo gala de su estilo sagaz pero moderado; que le supo granjear las simpatías de líderes internacionales. En su relato, recordó su capacidad de buena “convivencia” con George W. Bush, que luego se proyectaría en una notable relación con Barack Obama. Al punto que, en 2008, el demócrata lo caracterizó como “el presidente más popular del mundo”. Lo que Lula reivindicó ayer, en esa rueda con la prensa extranjera, es que “para ser amigos de Estados Unidos, no precisamos ser enemigos de Argentina”.
Sobre Alberto Fernández fueron todos elogios. “El está haciendo un gobierno digno” sentenció. En su evaluación “es la política que tendría que haber hecho Jair Bolsonaro en Brasil” en relación con el coronavirus. Curiosamente, en ese momento, se apartó de su guion apaciguador para decir sobre el actual jefe de Estado brasileño: “Creo que es mentira que se contagió del COVID-19. Es otra de sus falsificaciones. Tal vez lo inventó para difundir un medicamento (la hidroxicloroquina) cuya ineficacia está comprobada”. En su visión, “si Bolsonaro hubiera hecho lo que indicaba el sentido común frente a la pandemia, no tendríamos 90.000 muertos. Esto podría convertirlo en genocida”.
El caso de Caracas fue apenas una anotación al margen en las extensas declaraciones de Lula. Apenas hizo una mención y fue para decir textualmente: “Venezuela tiene un problema con Estados Unidos; es un problema que ellos deben resolver. Brasil no tiene que meterse, sino cuidar de sus propios problemas, hacerse cargo de gobernar para su gente”. Su postura, sin embargo, indica un cambio respecto a la que mantuvo durante sus dos mandatos presidenciales (2003-2010). En aquella época respaldó la integración de un Grupo de Amigos de Venezuela (ese era el hombre formal) que buscó evitar el conflicto.
- En Argentina, la oposición al presidente Fernández está muy activa. Y se dice que hasta podría paralizar el Congreso. ¿Qué consejos daría usted en estos casos?
- Tengo una simpatía muy grande por Alberto desde que era ministro del presidente Néstor Kirchner. Alberto tiene una política consciente de que primero está la vida de las personas. Es decir que lo más importante es salvar vidas; y luego recuperar la economía. El debería contar con la solidaridad, inclusive de los opositores. Quienes votaron en Mauricio Macri, muchos de ellos empresarios, banqueros y financistas, no gustan de Alberto. Pero tienen que pensar que es preciso respetar a las personas como lo que son: seres humanos. Eso es justamente lo que está haciendo el gobierno argentino. Bolsonaro despreció el coronavirus desde un comienzo, una actitud que todavía mantiene. El no respeta ni a los médicos, ni a los científicos. Apenas respeta su propia ignorancia. No suelo dar opinión otros países, pero creo que Fernández está haciendo la política correcta. El ser humano no es un algoritmo.
- ¿Qué debería hacer Brasil en América del Sur? ¿Y qué política tendría que desarrollar con relación a la Argentina?
- Lamentablemente, Brasil tiró a la basura todo lo que se construyó con antelación. No podemos ser enemigos de Argentina, que fue nuestro gran socio comercial y que adquiría nuestros productos manufacturados. El gobierno de Bolsonaro está destruyendo la política hacia América del Sur, hacia el Mercosur y hacia África; también con los Brics. Desde la guerra del Paraguay, Brasil no tuvo ni tiene disputas con nadie. Se puede decir que es un país que vive harmónicamente con el resto del mundo. Pero este presidente tiró por la borda toda expectativa de construir un bloque económico, en América del Sur, capaz de competir con otras regiones. Y, por si fuera poco, prefieren ofender otros países, vecinos y lejanos. Durante ocho años conviví primero con George Bush y luego con Barack Obama. Y esto porque siempre pensé que un jefe de Estado no puede tener enemigos; porque eso siempre tiene un costo. Un presidente tiene que hacerse de amigos; no se trata de amigos personales sino de nuestro país. Durante mucho tiempo, en el pasado, Brasil, le daba la espalda al continente. Nosotros, en cambio, valorizamos mucho a América Latina y el Mercosur. Cuando asumí el gobierno en 2003, el flujo comercial con Argentina era de 7.000 millones de dólares. Cuando salí, en 2010, el intercambio había trepado a 39.000 millones de dólares.
- Hablando de Estados Unidos, que pasará si el presidente Donald Trump no es reelecto. ¿Qué puede ocurrir en las relaciones entre Brasil y Estados Unidos?
- Sinceramente, espero que el pueblo norteamericano no vote por Trump. Es un deseo personal. Lo que creo que puede cambiar, con un nuevo gobierno, es que modifique el comportamiento en la relación con Brasil para exigirle al gobierno que respete la democracia y que tenga una política ambiental de preservación, que no destruya el Amazonas. Brasil tiene que resolver sus problemas; hacerse cargo de gobernar para la población. Y el retorno de los demócratas al poder en Washington puede representar un aliento en ese sentido.
- ¿Cómo puede evolucionar Brasil después de la pandemia?
- Lo que ya había ocurrido en China y en Europa debería haber conducido al gobierno federal a armonizar la estrategia de combate con los gobiernos de estados provinciales; el ministro de Salud nacional tendría que haberse interrelacionado con éstos. Y junto a los científicos, podrían haber creado un grupo a nivel nacional destinado a orientar a la sociedad brasileña. Bolsonaro debía respetar la orientación científica para tomar una decisión. Pero hizo lo contrario: resolvió convertirse en médico y pelearse con los gobernadores. Pasó a ofender a quienes advertían sobre el riesgo mortal del Coronavirus. Todo el tiempo luchó contra las cuarentenas, y todavía continúa en esa posición. Estamos viviendo una situación gravísima y no veo la salida a corto plazo, al menos hasta que se presente la vacuna y la humanidad pueda prevenir el Covid.
- Su partido, el PT, ¿estaría dispuesto a realizar un frente político amplio como oposición al presidente Bolsonaro en las presidenciales de 2022?
- Antes es preciso saber qué tipo de frente se pretende crear y para quién se lo crea. Por ejemplo, si es o no para hacer una verdadera política social. Prefiero no discutir qué hará el PT en las elecciones de 2022. Primero vienen las municipales (en noviembre próximo, en todo el país). Y ahora, además, tenemos que preocuparnos por la inestabilidad sanitaria. El país llegó a los 90.000 fallecimientos y a más de 2,5 millones de personas contagiadas. Estamos viviendo un momento dramático, con crisis económica e institucional; y con falta de harmonía entre los tres Poderes. De hecho, no se sabe quién manda en el país: en un momento aparece la Corte Suprema; pero luego emerge el Congreso. Miren, la democracia no es un pacto de silencio. El arma de la democracia es una sociedad en movimiento, en busca de más espacio para hablar, que quiere hacer un debate. Entonces, el PT hará alianzas dentro de las necesidades de la política nacional. Hay gente que habla de las alianzas como si fueran una novedad. Olvidan que, en 2002, mi vicepresidente fue un político del PMDB (Movimiento Democrático Brasileño); y fue vice durante 8 años. Hay quienes no recuerdan que el PT hizo alianzas con partidos conservadores. Y podemos volver a hacer esas alianzas, pero con base a una propuesta de política de desarrollo, económica y ambiental.
- ¿Qué opina de la presencia de los militares en el gobierno de Jair Bolsonaro? Ya suman más de 3.000.
- Tuve el placer de convivir 8 años en la presidencia con los militares brasileños. Ellos son competentes, cumplen las misiones que se les encomienda. Todos los presidentes constitucionales que me precedieron: José Sarney, Fernando Collor de Mello, Itamar Franco y Fernando Henrique Cardoso, tuvieron una relación afinada con las Fuerzas Armadas. En cambio, Bolsonaro no se enlaza civilizadamente con ellos. El fue un teniente, que fue expulsado del Ejército pero lo ascendieron a capitán. De pronto se convierte en héroe de los militares que estaban precisando empleo. El militar puede tener un conocimiento específico en un área. Pero su misión no es resolver todos y cada uno de los problemas con los que tropieza el presidente. No tiene sentido colocar un general que no sabe de salud pública en el Ministerio de Salud. Si uno contara con un militar especialista en pandemia, desde luego que podría ocupar el cargo. Tenemos militares que honran el uniforme, que son honestos y saben cuál es su función constitucional.
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