Un jardín en forma de estrella de cinco puntas a la que se conoce como “pentagrama invertido”. Un círculo perfecto de sillas equidistantes. La tarima colocada entre el vértice inferior, mientras la punta superior señala al antiguo Palacio Nacional. Visto así, sin malicia, cualquier turista extranjero podría tomarlo por una decoración original, bonita, o cuando más, “caprichosa”. Pero la gran mayoría de nicaragüenses no lo ven de esa forma. Menos cuando tras de la escenografía está la mano de Rosario Murillo, la poderosa vicepresidente de la República y esposa del dictador Daniel Ortega.
El símbolo ocupa el centro de la histórica Plaza de la República, en Managua, y se usó para celebrar el 41 aniversario de la revolución sandinista el pasado 19 de julio. Las interpretaciones van desde “culto a satanás” hasta quienes ven un “escudo protector” contra las amenazas al gobierno y a la familia gobernante, cuando el régimen de Ortega vive sus peores tiempos. Lo que sí queda claro es que nadie lo ve como una “simple” decoración. Porque todo lo que Murillo dispone tiene una significación.
Rosario Murillo tiene un fuerte sello esotérico. Se le ha atribuido fama de sacerdotisa, bruja, hechicera o pitonisa. Su cuerpo mismo es un altar para diversos símbolos religiosos. Luce unos treinta anillos en todos sus dedos, otros veinte collares en el cuello y una cantidad similar de pulseras en sus muñecas. Cada una de las piezas, sus piedras y sus colores, tienen una significación espiritual para su vida. Hacen las veces de escudo protector, han dicho personas cercanas a ella.
En mayo de 2014, el periódico francés Libération le dedicó un reportaje titulado “Nicaragua: La diabla y el presidente” donde un enviado especial a Managua describe el gobierno de Ortega y particularmente el comportamiento “extravagante” de la entonces Primera Dama.
Murillo ha sido pública seguidora del maestro indio, considerado hombre-dios, Sathya Sai Baba y ha tenido como consejera espiritual a Elba Úbeda, una especie de chamán, de origen campesino, que incluso fue testigo de su matrimonio cuando en septiembre de 2005 se casó formalmente con Daniel Ortega por los ritos de la iglesia católica.
La expansión de su simbología ha ido de la mano del poder conseguido. De su cuerpo, pasó a la oficina de su esposo cuando este era el líder opositor. En las paredes de la sala de conferencias de la Secretaría del Frente Sandinista dispuso una “mano con Fátima”, un antiguo amuleto que se utiliza “para protegerse de malas energías y atraer la buena fortuna”.
Una vez que Ortega regresó al poder, en enero de 2007, comenzó a sembrar el país con “árboles de la vida”, unas enormes estructuras de hierro que igualmente tienen intención de amuleto y llegaron a convertirse en su sello personal. Se levantaron hasta unos 140 árboles, principalmente en la capital, Managua, a un costo de unos 30 mil dólares cada uno, según cálculos de medios independiente. Durante la rebelión de 2018, los ciudadanos que protestaban botaron unos 22 de estos árboles, que se ven como un símbolo muy personal de Rosario Murillo.
La estrella levantada en Plaza de la República es un símbolo más de la saga Murillo y ha reavivado el debate sobre sus significados e intenciones en los medios de comunicación nacionales.
El sociólogo Manuel Antonio García Hegg, dijo al diario La Prensa que el símbolo intenta enviar el mensaje de “que todo está bajo control”, y representaría a los elementos tierra, agua, aire y fuego. Mientras. El analista político Enrique Sáenz, dijo en Canal 10 ser desconocedor de estos temas, pero remitió a los interesados a buscar “la iglesia de satán” en Wikipedia, donde se explica, según él, el extraño símbolo.
Efectivamente, la página presenta un símbolo similar, el sello de Baphomet, como “la insignia oficial de la Iglesia de Satán”, una organización religiosa fundada el 30 de abril de 1966 por Anton Szandor LaVey en San Francisco, California, “en celebración de la Noche de Walpurgis, día que según su sistema sería considerado como el inicio del año I del reinado de Satanás”.
El sello de Baphomet, dice, consta de tres elementos y uno de ellos sería el pentagrama invertido, que “simboliza la supremacía de la naturaleza, o los cuatro elementos naturales: agua, fuego, tierra y aire, sobre los aspectos espirituales, indicando que todo se rige por las leyes naturales”.
“Yo prefiero llamarlo pentáculo de Satán porque es más exacto”, dice un teólogo consultado por Infobae que pidió mantuviéramos su identidad en el anonimato por temor a represalias. “Es algo grave y siniestro. No sé lo que hay en su mente, pero creo que ella (Murillo) lo usa como defensa de sí misma y de lo suyo. Y a la vez, como señal de su poder. Como un desafío”.
Recuerda que dos días antes de la puesta en escena, Estados Unidos sancionó a uno de sus hijos, Juan Carlos Ortega, a quien Murillo considera la “reencarnación de Sandino”, el máximo héroe del oficialismo, y “dijo una frase sorprendente: que nunca había creído que el mal existe, pero que ya lo había entendido. Buscó entonces un símbolo del mal para protegerse y para asustarnos”.
“Creo que mucho del poder de Rosario se ha consolidado por el pensamiento religioso tan atrasado de la mayoría de la población, que cree en el poder del diablo y en el poder de quienes tienen trato con el diablo. Decimos que ella es diabólica y eso provoca rechazo, pero creo que provoca aún más miedo”, explica el teólogo.
Monseñor Silvio Báez, Obispo auxiliar de Managua, considera que la sociedad no debería darle demasiada importancia a esos símbolos, “sin descartar que (los gobernantes) desde sus creencias quieran conseguir protección sobrenatural o afianzar su poder despótico, a través del uso de símbolos o rituales esotéricos, e incluso satánicos”.
Báez permanece en el exilio desde hace más de un año por órdenes del Papa Francisco debido a que en Nicaragua había “explícitas amenazas de muerte” en su contra, después que el régimen de Ortega lo señalara como líder opositor.
“Si atribuimos su despotismo y su crueldad a influencias satánicas o sobrenaturales, podemos dispensarles de su responsabilidad en el mal cometido, que es fruto de su oscura conciencia deformada, de su corazón sin compasión y de su conducta sin ética. Por otra parte, insistir en los aspectos esotéricos, puede impedir que hagamos análisis objetivos de la situación, detectando las causas históricas a nivel económico, político y ético”, señala.
“Creo que hay que relativizar esta dimensión esotérica y analizar la historia, con instrumental objetivo, fundado en las ciencias sociales y políticas; y afrontar la historia, propiciando los cambios necesarios para el país a través del compromiso social y la defensa de la justicia. Esto no excluye el aporte de los creyentes a través de la oración y la súplica y la presencia de la Iglesia, como instancia profética y comunidad orante”, dice.
Según otra teóloga, María López Vigil, “usar símbolos diabólicos en un evento partidario o estatal es tan inadecuado como usar símbolos divinos. Creo que la falta de conciencia laica impide en Nicaragua un Estado laico y creo que la falta de Estado laico es señal de falta de democracia”.
Monseñor Báez alerta sobre el riesgo de atribuirle poderes sobrenaturales al régimen de Ortega y Murillo. “Cuando damos demasiada importancia a lo sobrenatural, la sociedad misma se puede sentir incapaz de actuar frente a fuerzas que no son de este mundo e incluso puede justificar su pasividad diciendo que se lucha contra algo que sobrepasa las fuerzas humanas”, concluye.
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