Carlos Lehder, quien fuera socio del narcotraficante Pablo Escobar y uno de los líderes del Cartel de Medellín antes que ser traicionado por él, quedó en libertad luego de una larga sentencia en Estados Unidos y fue deportado a Alemania.
Lehder partió el lunes en un vuelo a Berlín, luego de salir de una prisión en Florida donde cumplía su sentencia en el marco del programa de protección a testigos del gobierno federal.
Conocido también por tener ser fanático de John Lennon y Adolf Hitler, había sido encarcelado en 1987 tras ser capturado en Colombia -específicamente en Medellín- y extraditado a Estados Unidos.
Originalmente había sido sentenciado a 135 años de prisión. Pero para rebajar su pena, en 1991 aceptó un trato con las autoridades para testificar contra el ex dictador panameño Manuel Antonio Noriega y abundar en su relación con Escobar. Pese a que había acordado rebajarla a 30 años, finalmente la cifra terminó siendo 55. No obstante, su liberación este lunes se da más de 32 años después de su encarcelamiento.
En declaraciones a The Associated Press, su abogado, Oscar Arroyave, dijo que que Lehder no tiene intenciones de regresar a Colombia y que las autoridades alemanas proveyeron asistencia para permitirle establecerse en su país adoptivo.
Según la revista “Der Spiegel”, Lehder llegó este martes al aeropuerto de Frankfurt procedente de Nueva York en un vuelo de línea regular, acompañado de dos policías estadounidenses y con un pasaporte provisional de ese país europeo.
Mónica Lehder, hija del narcotraficante, contó que su padre tiene cáncer y que esa fue una de las razones por las cuales fue recibido en Alemania". “Lo que me importa es que está bien y está fuera en una cárcel”, puntualizó la mujer, quien dijo que no lo ve desde hace 17 años. El hombre no enfrenta cargos en Alemania.
Lehder comenzó su vida criminal robando automóviles en Nueva York, y terminó creando el sistema de transporte de tráfico de droga -mediante aviones- que lo catapultó en el negocio junto a Escobar.
Sin embargo, sus excentricidades erosionaron la relación entre ambos, y la desconfianza lleó al quizás capo narco más icónico a delatarlo y convertirlo en el primer jefe de una organización criminal colombiana de esta naturaleza en ser extraditado.
Lehder nació en 1949 en una pequeña ciudad llamada Armenia, en Quindío, producto de un matrimonio entre un alemán y una colombiana que no funcionó. Sus padres se separaron cuando tenía solo 4 años.
Su padre, Joseph Willheim, fue un hotelero alemán que llegó a Colombia en los años treinta, escapando de la Segunda Guerra Mundial, pese a ser un simpatizante nazi y, como tal, admirador de Hitler.
Desde el divorcio, Lehder vivió de internado en internado, hasta que cumplió 14 y su mamá Helena lo llevó a Detroit, Estados Unidos, para dejarlo al cuidado de unos familiares. Ahí fue abusado sexualmente por un tío, lo que marcó su vida para siempre.
En Estados Unidos Lehder se convirtió en antiimperialista. Aseguraba que “el terrorismo es la bomba atómica de los pobres”. Y soñaba con vengarse del país en nombre de los latinos.
Comenzó su actividad criminal como ‘jalador’ y se convirtió rápidamente en el jefe de una red de compraventa y contrabando de carros robados, extendida hasta Canadá. Amasó una pequeña fortuna que le permitió pagar clases de aviación en su tiempo libre, otra de sus mayores pasiones. Pronto pasó a traficar marihuana, la droga que se expandía en el mundo y de la que él era un ávido consumidor. Para entonces el FBI ya le venía siguiendo la pista.
A mediados de los 70, por distribuir 200 libras de marihuana, fue capturado y enviado a la cárcel de Connecticut, donde compartió celda con algunos de los protagonistas del Watergate, el escándalo que le costó la presidencia a Richard Nixon. Registros oficiales dicen que estuvo cuatro años en prisión, aunque él diría más adelante que se fugó para crear rutas de tráfico de droga desde Colombia, que por aquella época estaba en plena bonanza.
Para entonces ya pensaba en grande. George Jung, un dealer de marihuana de California, con quien compartió celda, confesó años después que Lehder decía que montaría un imperio de cocaína para “destruir a la decadente sociedad norteamericana”, lo que implicaba que la veía como una estrategia antiimperialistas para desestabilizar al país.
Para ello ideó un plan de negocios mediante el cual reparó aviones en mal estado y los vendió a organizaciones en La Guajira para que, volando a bajas alturas para no ser detectados por las autoridades, traficaran la droga a Estados Unidos.
Lehder siguió con el negocio de la marihuana hasta que la cocaína tomó por asalto el mercado estadounidense. Lehder se presentó a los capos con invitaciones despampanantes. Los buscaba en sus aviones privados para atenderlos personalmente en Cayo Norman, una isla con la que se quedó a través de una maniobra sospechosa que nunca fue esclarecida, con unas descomunales fiestas de varios días.
Fue ahí, en medio de las paradisíacas playas, que los mafiosos conocieron la flota de pequeñas avionetas . Y comenzaron a hacer negocios. Lehder puso su flotilla de aviones al servicio de quienes entonces mandaban la parada de la cocaína en Colombia, Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, el “Mexicano”. Así, los tres crearon el famoso y temido Cartel de Medellín.
Construyeron una pista clandestina en una isla de las Bahamas, a la que comenzaron a llegar cargamentos de una magnitud cada vez mayor. Lehder comenzó a ganar una cantidad de dinero y se convirtió en un excéntrico multimillonario.
Paseaba en limusinas en el pequeño pueblo de Armenia, contó su hija Mónica a Univisión. Y tenía los últimos autos de lujo del mercado y los únicos que había en el país. Regalaba carros de bomberos y hasta financió un círculo de periodistas en su ciudad, en la cual también hizo construir una estatua de John Lennon, pero desnudo, con una guitarra en la manos y usando un casco alemán de la II Guerra Mundial.
Todas esas actividades llamaron la atención de las autoridades. Específicamente del FBI y la DEA, que volvieron a seguirle la pista.
En paralelo, Lehder decidió crear el Movimiento Latino Nacional para canalizar su poder político y revelarse contra un posible tratado de extradición. Su actividad ilícita fue pública y no dudaba en conceder entrevistas a medios nacionales. Invitaba a los periodistas a sus mansiones, a las que llegaban en su propio transporte para que no pudieran ubicarlos.
Sin embargo, sus actitudes comenzaron a molestar a otros narcotraficantes, que poco a poco se distanciaron de él, al considerar que podía ponerlos en peligro. Temían que revelara sus secretos y alianzas a los medios de comunicación.
El principio del fin de Lehder llegó en una noche de fiesta del Cartel de Medellín. El capo se metió en una habitación con una mujer que, se cree, era amante de uno de los sicarios de Escobar. Cuando el hombre le tocó la puerta, Lehder salió y sin dudar un instante le disparó en la frente.
Luego se disculpó ante Escobar, pero la acción le dio la pauta de lo errático que podría ser Lehder, y las implicancias que ello podría tener. Fue entonces cuando tomó la decisión de deshacerse de él.
A la mañana siguiente de la fiesta el mismo líder del Cartel de Medellín lo mandó con sus hombres a un “lugar seguro” para su descanso. Y llamó a las autoridades para revelar su ubicación.
Con helicópteros y soldados llegaron hasta una hacienda cercana a Medellín donde estaba y lo capturaron el 4 de febrero de 1987, junto a varios jóvenes que le servían de guardaespaldas. En menos de 18 horas ya estaba montado en un avión que lo trasladaría hasta la cárcel de Tampa, Florida.
Desde entonces permaneció encerrado allí. Luego de los arreglos con las autoridades fue recondenado “sin abogado y por correo”. Su pena bajó de 135 a 55 años. Y este lunes, luego de 32, abordó un vuelo a Berlín. Su abogado aseguró que viajará al país para compartir con él una cerveza de celebración.
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