¿Qué pasó con el coronavirus en Perú?: el país que pareció hacer todo bien pero le salió todo mal

El gobierno reaccionó con celeridad, pero las medidas no pudieron ocultar un trasfondo ideal para la propagación de la pandemia: el descalabro del sistema de salud y una sociedad sin posibilidad ni voluntad de cumplir la cuarentena

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Una médica atiende a un colega enfermo de coronavirus en el hospital Guillermo Almenara, en Lima (AP/Rodrigo Abd)
Una médica atiende a un colega enfermo de coronavirus en el hospital Guillermo Almenara, en Lima (AP/Rodrigo Abd)

Fue el primer país de la región en imponer la cuarentena (una de las más estrictas del mundo), cuando había menos de 100 casos, y esas medidas fueron alabadas por expertos epidemiólogos. También los economistas destacaron la rápida reacción del gobierno, que en marzo prometió un temprano plan de 26.400 millones de dólares (un 12% del PBI nacional) para mitigar los efectos del coronavirus. Pero lo que parecía la receta para el éxito contra la pandemia no evitó una tragedia que sigue en desarrollo: Perú es el segundo país de América Latina con más contagios confirmados (detrás de Brasil), el tercero con más muertes por la enfermedad (después de Brasil y México) y sus hospitales prácticamente no pueden recibir a más pacientes.

Si bien el presidente Martín Vizcarra ha asegurado que el país entró en la “meseta” de contagios, esta semana los balances continuaron arrojando nuevos récord diarios (con un total que bordea los 150 mil contagios y supera las 4.000 muertes) y se intensifica la carrera contra el tiempo para habilitar más camas de Cuidados Intensivos para los pacientes que las esperan por una oportunidad de sobrevivir.

En tanto, la sociedad muestra crecientes signos de hartazgo con el confinamiento, que incluye un toque de queda y se prevé como el más extenso del mundo tras ser extendido hasta el 30 de junio, pero es cada vez menos respetado por la ciudadanía: en los mercados de abastos se ve poco distanciamiento social entre las multitudes de compradores y los controles en las calles son más laxos, incluso antes de los nuevos permisos de circulación.

La cuarentena evidenció las desigualdades que tenemos como país. Si bien hay mucho que podemos prever en los estudios, hay realidades que no resisten ningún papel: la gente necesita alimentarse, proveerse de recursos. Todas esas necesidades que han sido evaluadas a lo largo de los años, nos han explotado en la cara”, explicó a Infobae la socióloga Gabriela del Castillo, experta en gestión pública. Según expuso, el tema de fondo es el acceso a los servicios, un problema que no ha sido resuelto en los últimos años de bonanza económica y mantiene a millones en una situación de vulnerabilidad.

Una mujer rompe la cuarentena en Lima para vender verduras en la calle y poder subsistir (AP/Rodrigo Abd)
Una mujer rompe la cuarentena en Lima para vender verduras en la calle y poder subsistir (AP/Rodrigo Abd)

Estadísticas que hablan por sí solas

Hay varias cifras que demuestran la realidad de la que habla Del Castillo y apuntan al caldo de cultivo que tenía Perú frente a una enfermedad contagiosa y mortal.

Más del 70% de los trabajadores son informales, en riesgo de perder todo ingreso si se ven impedidos de salir a la calle, teniendo en cuenta las demoras en la implementación de la ayuda económica del gobierno. A su vez, cuatro de cada 10 trabajadores son independientes, y la mitad de ellos tiene ingresos por debajo del sueldo mínimo legal, lo que les da una nula capacidad de ahorro que aliviaría un confinamiento.

Menos de la mitad de los hogares peruanos (49%) cuenta con un refrigerador, y el número solo llega a 61% en las zonas urbanas, según el censo nacional de 2017. Así, ir al mercado todos los días no se trata de un capricho gastronómico por tener comida fresca: millones de personas no pueden quedarse en sus casas por varios días si quieren seguir comiendo.

Solo el 38% de los adultos peruanos tiene una cuenta de ahorros en un banco, lo que impide una distribución ordenada de la asistencia económica otorgada por el estado y crea nuevos focos de contagio en los bancos.

La inversión pública en salud como porcentaje del PBI es de 3,3%, un número que en Sudamérica solo está por encima de Venezuela (0,8%), según estadísticas de la Organización Panamericana de la Salud, actualizadas en 2016.

Ante este panorama, si el personaje Zavalita de Vargas Llosa se volviese a preguntar hoy “¿en qué momento se había jodido el Perú?”, la respuesta no estaría en un caso importado o en una fecha puntual de contagios, sino en la pobre estructura que enfrentó la pandemia.

Cultura chicha

Del Castillo, con experiencia en programas del sector público, resalta también una problemática cultural que se nota en cada falta de respeto a las normas cívicas y el desdén hacia las figuras políticas, un tema que ha sido mencionado por Vizcarra como una de las causas del incremento de casos en medio del estado de emergencia. “Hay una contradicción entre lo que se reclama y el comportamiento individual, que va mediado por la cultura chicha, de sacarle la vuelta a la autoridad, de buscar una coima (soborno) al policía, la convicción de que todo se arregla de una manera informal”, indicó.

Según explicó, lo chicha se ve arraigado en la creencia de que un contacto en el gobierno o en un hospital es la verdadera clave para solucionar los problemas. “Esa informalidad nos acompaña y se repite con el tema de la corrupción y de la flexibilidad del estado, el pensar que si tengo a un ‘compadrito’ voy a salir bien librado”, añadió.

Un mercado pesquero reanuda su actividad en Villa María del Triunfo, uno de los distritos más poblados de Lima (AP/Rodrigo Abd)
Un mercado pesquero reanuda su actividad en Villa María del Triunfo, uno de los distritos más poblados de Lima (AP/Rodrigo Abd)

También, aclaró que todos los estratos sociales están atravesados por esta línea de pensamiento: “Está incorporado a la forma como vivimos, está naturalizado. No sé si más que en otros países, pero está bien arraigada. Tiene que ver con nuestra historia, con cómo nos fundamos como república. No nos independizamos completamente y la base no está en un rescate de valores ancestrales, sino en toda la figura feudal y de esclavitud. Nunca se superaron esos vacíos de que haya un grupo más afortunado que otro”.

Sin embargo, es poco factible que estos “favores” sean cumplidos frente a salas de emergencia que funcionan por encima de su capacidad, sin todos los insumos necesarios y con un personal médico cada vez más agotado.

Colapso

La gente se muere en la puerta de los hospitales. Estamos empeorando y esto va a reventar”, lamentó Mario del Castillo Yrigoyen, médico del hospital Cayetano Heredia, el principal centro de salud del cono norte de la capital, con 90% de sus pacientes actuales con coronavirus. El ex jefe de cirugía confirmó a Infobae que ya se llegó a la fase selectiva, cuando el cuerpo médico debe decidir a quién hospitalizar y quiénes podrán usar los escasos respiradores.

Como ejemplo, recordó el caso de un trabajador de ese mismo hospital cuyo cuadro se estaba agravando (siendo diabético y con sobrepeso) y no tenía un respirador disponible. Su esposa también trabaja en el lugar como técnica, por lo que no faltaban contactos, pero debieron esperar a una de dos posibilidades: que un paciente de Cuidados Intensivos sea dado de alta o que muera, siendo el segundo escenario el más factible, ya que apenas uno de cada cinco pacientes que pasan a la UCI de este hospital sobrevive a la enfermedad, de acuerdo con cifras preliminares. “Para que te admitan, así tengas plata o no, es bien complicado”, aseguró el médico. Además, indicó que en las clínicas privadas, donde un tratamiento puede costar cerca de 20 mil dólares, también se ven situaciones de saturación.

Personas infectadas con COVID-19 esperan una cama disponible afuera de un hospital público en Lima (AP/Rodrigo Abd)
Personas infectadas con COVID-19 esperan una cama disponible afuera de un hospital público en Lima (AP/Rodrigo Abd)

El cirujano indicó que en sus más de 40 años de carrera, ningún gobierno dio un salto significativo en cuanto a la capacidad sanitaria del país. “La deficiencia de salud ha sido eterna y eso lo estamos pagando ahora”, expresó, mencionando que los nuevos insumos recibidos también han sido escasos y defectuosos. Con respecto a la cuarentena, indicó que la respuesta del Ejecutivo ha sido buena, pero no así el cumplimiento de la ciudadanía. “A esta altura, cualquier medida es poca, porque la situación es dramática. No sabemos si el tsunami está viniendo o no”, dijo. Pero su pronóstico es sombrío: si la cuarentena se sigue quebrando y aumentan los contagios, con hospitales ya colapsados, la consecuencia será un aumento en la tasa de letalidad, con pacientes que podrían salvarse pero no reciben la atención necesaria.

El ansiado aplanamiento

¿Es cierto que Perú por fin alcanzó la esperada meseta para revertir la curva de contagios, como aseguró el presidente? Para César Angulo, profesor de estadística de la Universidad de Piura, no hay una forma certera de saberlo, pero sí hay indicios alentadores. “La mayoría de gente confunde el número de confirmados oficiales con los casos de contagios totales, y se alarma por los últimos balances. El porcentaje de casos positivos (sobre las pruebas hechas) se mantiene constante desde hace una semana, con una avance horizontal y una ligera tendencia a la baja. La verdadera cifra de contagios, que se desconoce, es muy probable que esté casi constante”, explicó a Infobae.

El investigador, que ha realizado seminarios sobre análisis de datos de la pandemia y publica a diario análisis sobre las curvas de infecciones y fallecidos, sostuvo que aunque la cifra de muertos es muy alta y se corresponde con la falta de cumplimiento de la cuarentena, remarcó que “es imposible” trazar una comparación entre países. En ese sentido, recordó que si el gobierno solo publicase los resultados de las pruebas moleculares (las más fiables, pero caras y escasas), el total de positivos confirmados rondaría los 33 mil, y así Perú bajaría varios puestos en el triste “ránking” de países más afectados. No obstante, consideró acertado el uso de las “pruebas rápidas”, ya que si bien no detectan el virus en los primeros siete días, han permitido rastrear los principales focos de contagio.

Sobre la tendencia, el ministro de Salud, Víctor Zamora, analizó ante la prensa: “Es un descenso lento, gradual. Nosotros hubiésemos esperado que sea mucho más rápido, pero la dinámica de la epidemia es otra”.

También, otros factores entran en el análisis. ¿Es cierto que el coronavirus tiene menos alcance en las ciudades de altura? Angulo confirma que la incidencia de contagios es menor en la sierra del país, a diferencia de la costa y la selva, pero indica que es posible que sea por el clima frío, que genera menor circulación y aglomeramientos. Ante las diferentes realidades regionales, se mostró de acuerdo con una reapertura diferenciada según las tasas de cada zona.

Economía de guerra

El presidente Vizcarra ha comparado los efectos económicos de la pandemia con los sufridos en la Guerra del Pacífico contra Chile entre 1879 y 1884. Así, aunque la curva no haya bajado, la presión de los mercados y los sectores sin ingresos lograron la habilitación de nuevos sectores que no eran considerados esenciales: restaurantes con envíos por delivery, servicios a domicilio como carpinteros, plomeros, electricistas e incluso peluqueros y dentistas, y los primeros pasos para la reanudación del torneo de fútbol profesional (sin público).

Una mujer graba un funeral de una víctima del coronavirus para los parientes que no pueden asistir por las restricciones de circulación, en el cementerio El Ángel (AP/Rodrigo Abd)
Una mujer graba un funeral de una víctima del coronavirus para los parientes que no pueden asistir por las restricciones de circulación, en el cementerio El Ángel (AP/Rodrigo Abd)

“La idea es que la reactivación económica sea progresiva y se sienta poco a poco en los bolsillos de las empresas y las personas”, declaró la ministra de Economía y Finanzas, María Antonieta Alva, y subrayó que la economía estuvo funcionando al 44% de su capacidad durante la primera etapa. El conservadurismo fiscal de Perú (en el primer trimestre del año el déficit se redujo hasta 1,4% del PBI) lo convirtió en un aplicado alumno del FMI, cuya directora general, Kristalina Georgieva, recomendó este mes aprobar una línea de crédito por USD 11.000 millones, “a la luz de los sólidos marcos de política y el historial” del país.

Pero el clamor social obligó a tomar medidas adicionales a los bonos. Sin el aval del gobierno, el Congreso aprobó una ley para que 6,5 millones de trabajadores puedan retirar una parte de su fondo privado de pensiones, decisión cuestionada por economistas y grupos empresariales, pese a que el sistema previsional ha sido criticado por el propio presidente.

La socióloga Del Castillo, magíster en Políticas Públicas, indicó que hubo decisiones que no fueron las más acertadas, pero destacó que “los problemas se han ido evidenciando con el correr de la cuarentena”, por lo que hay situaciones que quedaron fuera de lo esperado. Además, no duda en que la situación “hubiera podido ser mucho más nefasta” sin el confinamiento y otras medidas de prevención, y destacó la transparencia y estrategia comunicacional del gobierno, que vio un importante salto de su popularidad, aunque ésta ha comenzado a descender ante la crisis y la extensión del estado de emergencia.

Por ahora, el Ejecutivo está abocado en el objetivo de ampliar la capacidad hospitalaria. El país ya supera las 1.000 camas de Cuidados Intensivos y promete llevarlas a 2.000, debido a que las pocas plazas disponibles están en las zonas que no fueron tan afectadas por el virus. Al comienzo de la pandemia, apenas eran 276... menos de una por cada 100.000 personas.

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