Santiago, con casi siete millones de habitantes, entró este viernes por la noche en cuarentena total, sorprendida por el fuerte repunte de los nuevos casos y muertes provocados por la pandemia de coronavirus esta semana en Chile.
Antes de las 22:00 (02:00 GMT), las calles de la capital chilena lucían vacías, con algunos controles de los 14.000 efectivos desplegados para hacer cumplir el toque de queda que rige a nivel a nacional.
“Hay que lograr que ganemos esta batalla de Santiago para vencer la guerra contra el coronavirus”, pidió el ministro de Salud, Jaime Mañalich, el viernes en Santiago, principal foco de la pandemia con más de 80% de los casos en Chile.
El último balance siguió al alza con 2.502 nuevos infectados y 26 fallecidos, para totalizar 39.542 contagiados y 394 muertos desde el primer caso el 3 de marzo.
Hasta la semana pasada, el país sudamericano registraba entre 350 y 500 nuevos contagios diarios, pero hace siete días empezó a dar balances que rondaban los 1.000 infectados. El número se disparó aún más el miércoles, cuando los nuevos casos subieron un 60% respecto a la víspera y llegaron a 2.660 infecciones. Los muertos pasaron de 11 a 22 el jueves y a 26 el viernes.
“Entramos a la etapa más dura, donde se requiere la mayor solidaridad, el mayor control de unos a otros. Usa por favor la mascarilla, no salgas en esta situación”, suplicó Mañalich el viernes.
“Es responsabilidad de cada uno y también de la sociedad lograr que las personas cumplan las medidas de cuarentena”, recalcó el ministro que, sin embargo, no pudo evitar que se produjeran largas colas de tránsito en la vía que conduce a la costa a unos 100 kilómetros al oeste de Santiago.
Tristes récords
Chile tomó medidas de confinamiento selectivo desde una fase muy temprana, cuando el mundo veía incrédulo imágenes de una China casi fantasma y luego escenas dramáticas de muertos y enfermos en Italia, España y Francia.
Fue uno de los primeros países de América Latina en decretar -el 7 de febrero- una alerta sanitaria debido a la covid-19, lo que le permitió comprar insumos: test, respiradores y camas de cuidados intensivos, además de decidir la centralización del sistema de salud.
Luego, a mediados de marzo, suspendió las clases e impuso un toque de queda cuando aún no había fallecimientos y los contagios no llegaban a 100.
Pero aun habiendo alcanzado el jueves un récord de más de 16.000 test de PCR (hisopado nasofaríngeo) en un día, las autoridades confirmaron por primera vez víctimas mortales más jóvenes y sin enfermedades preexistentes, de entre 40 y 49 años.
Hace una semana, el médico Sebastián Ugarte, uno de los expertos más consultados en los medios chilenos, advertía que “la velocidad de incremento (de contagio) se duplicó, pasando de un 3% diario a un 6%”.
"En los próximos días esperamos que se mantenga el incremento de entre 1.300 y 1.500 casos diarios, que no se dispare y eso ya sería un éxito, porque sin estas medidas, veríamos 3.000 casos diarios, fácilmente", indicó en Santiago.
Una semana después, el 90% de las camas de cuidados intensivos en Santiago están ocupadas, los nuevos contagiados superan los 2.500 diarios y la tasa de positividad en los test de PCR promedia el 12%.
¿En qué fallamos?
En las calles, entre las autoridades y en voz de opositores al gobierno del presidente Sebastián Piñera, se señalan entre unos y otros, y también hacen mea culpas.
La crisis de confianza en las instituciones y en la política define el presente de sociedades en varias partes del mundo, pero Chile venía de una explosión social sin precedentes en sus 30 años de democracia, cuando en octubre se gestó un reclamo popular en favor de más igualdad social y un Estado más presente.
“La falta de confianza recíproca nos jugó una mala pasada”, reconoció el ministro Mañalich al diario La Tercera el jueves, cuando los balances se dispararon.
"Decirle a la gente que confíe en lo que el Estado le dice es muy difícil", dijo el ministro y admitió que la velocidad del brote obligó a las autoridades sanitarias a acelerar los planes que se habían dispuesto para junio.
Hasta el 30 de abril el país mostró cifras alentadoras, pero los expertos advirtieron que todavía era muy prematuro para cantar victoria, sobre todo considerando que los contagios habían empezado a expandirse en los sectores más pobres y poblados de Santiago, una ciudad donde en invierno (especialmente en junio y julio) se suele saturar la red sanitaria pública por las enfermedades respiratorias.
Con cifras que parecían bajo control, tonos triunfalistas entre las autoridades y pánico por la caída económica, Piñera y varios alcaldes dieron señales para recuperar la actividad, como la apertura de algunos centros comerciales y la orden de regreso de funcionarios públicos.
En menos de 14 días el coronavirus echó por tierra esos planes y plantó un panorama sombrío.
(Con información de AFP)
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