Hipotéticamente, si un ciudadano chino, llegado de Wuhan, por ejemplo, llegase a Nicaragua, no tendría mayores problemas para entrar. Una fuente de Migración, consultada por infobae, bajo condición de anonimato, dijo que el procedimiento sería más o menos así: Baja del avión con sus documentos de viaje en mano, a la salida de la manga lo espera personal del Ministerio de Salud (Minsa) que le tomará la presión. Le harán algunas preguntas sobre su salud y le indicarán la salida. Ahí hay una cámara para medir temperatura corporal. Una vez en Migración se hace el chequeo rutinario con la diferencia que ahora se pide número de teléfono, y ya está adentro. ¡Bienvenido a Nicaragua! “El protocolo cambia cuando se trata de nicaragüenses”, dice la fuente.
Nicaragua es hasta ahora el único país de América que técnicamente mantiene abiertas sus fronteras. Sin embargo, cuando de nicaragüenses que buscan regresar a su país se trata, la respuesta es distinta. “Las fronteras están cerradas por el COVID-19”, alega Migración.
“Nos preocupa que el gobierno de Nicaragua no esté protegiendo a sus connacionales que se encuentran en otros países”, dice Lea Montes, directora del Servicio Jesuita para Migrantes en Nicaragua. “Como país está en la obligación constitucional de proteger a sus connacionales. Independientemente del país en que estén, y si quieren regresar, los tienen que apoyar. Otros países, como México, por ejemplo, están organizando vuelos humanitarios para transportar a sus connacionales y llevarlos a territorio mexicano”.
Esta semana se han conocido al menos tres grupos de nicaragüenses cuyo ingreso al país ha sido impedido por las autoridades de Nicaragua.
“Son migrantes económicos, gente que va y viene, que trabaja por temporadas en el sector agrícola, restaurantes o servicio doméstico. Personas altamente vulnerables. Quieren regresar con sus familias porque han perdido sus trabajos como consecuencia de la crisis del COVID-19. No les están dando trabajos”, dice Montes.
Hace una semana, un grupo de 48 migrantes nicaragüenses salió de El Salvador tras perder sus empleos. Cruzó Honduras, con el apoyo de las autoridades de ese país para alcanzar el puesto fronterizo con Nicaragua conocido como El Guasaule. La Aduana nicaragüense le impidió la entrada al país sin darles ninguna explicación. Solo les pidió esperar, según explicaron los afectados. Quedaron en un limbo territorial. Sin poder regresar a Honduras o El Salvador y sin poder entrar a su patria. Durante tres días pernoctaron en un puente fronterizo, en casas de campaña improvisadas, hechas con mantas, y comiendo de lo que personas de buena voluntad les daban. Al cuarto día el grupo desapareció, y extraoficialmente se supo que entró por puntos ciegos al país.
Otro grupo de 159 nicaragüenses quedó atrapado en Islas Caimán, cuando el gobierno de Nicaragua no permitió la llegada de dos vuelos de la aerolínea Cayman Airways el pasado 18 de abril, que los repatriaría. Los nicaragüenses son habitantes generalmente de la costa caribeña del país, que regularmente se desplazan a estas islas para trabajar en hotelería y servicios. Con la crisis de la pandemia, igualmente, han perdido sus trabajos y organizaron estos vuelos para regresar a su patria.
La decisión de prohibir estos vuelos de repatriación se justificó ante la aerolínea porque “las fronteras están cerradas por el COVID-19” a pesar que hasta el día de hoy Nicaragua mantiene oficialmente sus fronteras abiertas. “La decisión de cerrar sus fronteras se tomó días después de que Nicaragua aprobara los vuelos de repatriación desde Gran Caimán”, señaló Cayman Airways en un comunicado.
Un poco de apoyo les llegaría a estos nicaragüenses de parte del gobierno de Islas Caimán. “Las Islas Caimán entiende que muchas personas que reservaron para viajar en los vuelos de repatriación ahora se encuentren atrapadas en la isla sin alojamiento, ni fondos. Esas personas pueden comunicarse con los siguientes contactos: titulares con permisos de trabajo, llame al 244-8000 y residentes llamen al 946-0024”, explicó en un comunicado oficial.
En Panamá, unos 200 nicaragüenses, ahora desempleados, se organizaron para regresar. Pidieron apoyo al consulado de Nicaragua en Ciudad Panamá para organizar vuelos de repatriación humanitaria. “Yo no tengo la obligación de repatriarlos. Vaya y resuélvalo con el gobierno panameño, que es quien prohíbe la salida. Vaya y resuelva eso y después me llama”, dijo el embajador nicaragüense en Panamá, Marvin Ortega, en una conversación telefónica que sostuvo con una migrante nicaragüense, cuya grabación fue reproducida por Canal 10 de Nicaragua.
Aunque técnicamente las fronteras de Nicaragua están abiertas, los cierres de otros países han provocado un cierre de hecho. Todas las aerolíneas comerciales suspendieron sus vuelos, y el último que llegó a Nicaragua fue uno de Aeroméxico, el nueve de abril pasado. Los tres países centroamericanos con quien Nicaragua comparte frontera, El Salvador, Honduras y Costa Rica, mantienen sus fronteras cerradas. Hasta mediados de marzo, cruceros con turistas llegaban a los puertos nicaragüenses.
“Estamos agradecidos porque hoy recibimos dos cruceros que son más de 3.200 hermanos y hermanas que llegan de distintas partes del mundo a nuestra Nicaragua, por unas horas es verdad, pero que disfrutan del cariño nicaragüense, del espíritu nicaragüense que es cálido y disfrutan de nuestros patrimonios naturales, culturales, gastronómicos. Llegaron a Corinto, El Rotterdam y el Seven Seas Splendor”, informó la vicepresidente Rosario Murillo en sus mensajes de mediodía a principios de marzo.
Movimiento en las fronteras hay. Poco, pero hay. Según una fuente de Migración, actualmente llegan al aeropuerto Augusto C. Sandino de Managua, solo vuelos de cargueros y aviones privados, a razón de uno o dos al día. La Dirección de Migración y Extranjería registró 9. 506 entradas y salidas de ciudadanos nacionales y extranjeros al país entre 13 y el 17 de abril.
“Oficialmente el gobierno no ha dicho que cierra fronteras. ¡Las fronteras están abiertas! Si un extranjero viene a visitar Corn Island (destino turístico), no tiene ningún problema para entrar al país. Entonces, ¿cómo nos explicamos que el gobierno de Nicaragua no deje entrar a sus connacionales? No lo entendemos”, dice Lea Montes, directora del Servicio Jesuita para Migrantes en Nicaragua.
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