El Índice de Prosperidad que elabora el Instituto Legatum es uno de los estudios más exhaustivos que existen para medir las condiciones de vida en el mundo. A partir de 300 indicadores, clasificados en 12 pilares, estima el nivel de prosperidad en 167 países, en los que vive cerca del 99% de la población global.
“La prosperidad implica mucho más que la riqueza: va más allá de lo financiero para llegar a lo político, a lo judicial y al bienestar y al carácter de una nación. Se trata de crear un entorno en el que una persona pueda alcanzar su pleno potencial. Un país es próspero cuando cuenta con instituciones eficaces, una economía abierta y personas capacitadas que están sanas, educadas y seguras”, explica la baronesa Philippa Stroud, CEO del Instituto Legatum, que es una organización benéfica educativa independiente con sede en Londres, Reino Unido.
Le edición 2019 del trabajo, difundida semanas atrás, determinó que Dinamarca es el país más próspero del mundo, con un puntaje promedio de 84 en los 12 pilares. En segundo lugar, centésimas por debajo, quedó Noruega. Y el podio lo completó Suiza, con 83,6.
Cuarto quedó Suecia (83), seguido de Finlandia (82,4), Holanda (82,2) y Nueva Zelanda, el único no europeo en el tope, con 81,2 puntos. Completaron los primeros lugares del ranking Alemania (81,1), Luxemburgo (81) e Islandia (80,7).
En el último lugar quedó Sudán del Sur, con solo 29,8 puntos. Apenas por encima quedaron Yemen (31,1), República Centroafricana (31,7), Chad (32,9), Afganistán (33,5), República Democrática del Congo (33,6), Somalia (34), Eritrea (35,5), Burundi (36,2) y Sudán 36,7. El denominador común en estos países africanos —y de Medio Oriente en el caso de Afganistán— es la combinación de conflictos armados internos, regímenes autoritarios y pobreza extrema.
Detrás de la prosperidad
Para entender lo que busca captar el índice hay que desentrañar los 12 pilares que lo componen. El primero es Seguridad y mide el grado en que la guerra, el terrorismo y el crimen afectan la vida de los individuos. El segundo es Libertad Personal y estima el respeto de los derechos individuales básicos y el grado de tolerancia social. El tercero es Gobierno y captura la existencia de controles y restricciones al poder, además de la transparencia y la eficacia de los gobernantes.
El cuarto es Capital Social y mide la fuerza de las relaciones interpersonales, la confianza institucional y la intensidad de la participación ciudadana. El quinto es Entorno de Inversión y se fija si las inversiones están adecuadamente protegidas y son accesibles. El sexto es Condiciones para Emprender y mide el grado en que las regulaciones permiten que las empresas nazcan, compitan y se expandan.
El séptimo es Acceso al Mercado e Infraestructura, y estima la calidad de las redes físicas y virtuales para el comercio, y la existencia de distorsiones en el mercado de bienes y servicios. El octavo es Calidad Económica y calcula cuán bien equipada está la economía para generar riqueza de manera sostenible. El noveno es Condiciones de Vida y mide el acceso a los recursos materiales, la vivienda, los servicios básicos y la conectividad necesarios para una buena calidad de vida.
El décimo es Educación y calcula la tasa de graduación, los resultados y la calidad educativa en los niveles preescolar, primario, secundario y terciario. El 11º es Salud y mide el grado en que las personas tienen acceso a los servicios necesarios para tener una vida sana. El 12º y último pilar es Medio Ambiente y captura los aspectos del entorno natural que tienen un efecto directo en la vida cotidiana de las personas.
El balance global de la edición 2019 del estudio es que la prosperidad sigue avanzando en el planeta, aunque con disparidades tanto entre los países como los diferentes pilares. De las 167 naciones medidas, 148 han visto una mejora.
Ese avance estuvo impulsado principalmente porque hay economías más abiertas, con mejoras en las condiciones para emprender, en el entorno de inversión y en el acceso al mercado e infraestructura. El informe del Instituto Legatum destaca que ahora es más fácil iniciar y expandir un negocio que hace una década y que los procedimientos fiscales se han simplificado para las empresas.
Además, la expansión de internet facilitó enormemente los emprendimientos. La conectividad creció más de dos veces y media desde 2009, y el ancho de banda es casi seis veces superior.
En otro plano, también es un mundo más próspero porque las personas se han vuelto más tolerantes con las minorías, en particular con la comunidad LGBT. Si bien todavía queda un largo camino por recorrer, en 111 países ha disminuido la discriminación y mejoró la convivencia.
No obstante, hay 19 naciones en las que disminuyó la prosperidad, y en algunas, la situación es preocupante. El caso más dramático es el de Venezuela, que desde 2013 está sumergida en una crisis política, económica y humanitaria sin precedentes en América Latina. Entre 2009 y 2019 retrocedió 27 puestos en el ranking, del 116º al 143º. El segundo que más retrocedió fue Siria, que cayó 23 lugares, de 134º a 157º.
Entre las tendencias más alarmantes se encuentran el retroceso de la libertad de expresión, de reunión y de asociación en casi todo el mundo. La libertad personal se ha deteriorado en el último decenio en todas las regiones, salvo Europa Occidental y América Latina y el Caribe.
Por otro lado, el mundo experimentó un deterioro constante de la seguridad debido a los conflictos que surgieron en varios países, en particular en África Subsahariana y África del Norte, y en Oriente Medio. El estallido de guerras y el aumento del terrorismo son las principales razones.
La prosperidad en América Latina
La prosperidad en América Latina y el Caribe ha ido en aumento desde 2009, pero se ha estancado desde 2014. Entre las mejoras se destacan los avances en el pilar Acceso a los Mercados e Infraestructura, rubro en el que el crecimiento estuvo liderado por Colombia, seguida de Panamá.
La otra dimensión en la que se produjeron mejoras importantes es la reducción en los niveles de violencia. Colombia y Ecuador son dos buenos ejemplos. También se registraron subas en el nivel educativo, con Perú a la cabeza como el que más progresó gracias a amplias reformas en este área.
Como contrapartida, en el pilar Gobierno se detectaron retrocesos en toda la región. Venezuela es el caso extremo, pero no el único. También desmejoró la situación económica. La caída se centra en 9 países, que por su peso han arrastrado hacia abajo el promedio regional. Nuevamente, el ejemplo extremo es Venezuela.
Más allá de los vaivenes que se produjeron en la última década, el podio latinoamericano de países más prósperos se mantiene intacto desde 2009. En primer lugar está Chile (37º a nivel mundial), seguido de Costa Rica (38º) y de Uruguay (39º).
El que más avanzó en este tiempo es Ecuador, que si bien sigue por debajo del promedio regional, escaló 14 posiciones, desde 94º a 80º. También subió significativamente Paraguay, desde 89º hasta 79º. Y, en menor medida, Perú, que pasó de 62º a 56º.
En el polo opuesto está Venezuela, con su retroceso récord. Pero también se derrumbó El Salvador, que cayó 14 posiciones, de 84º a 98º. Brasil tuvo un tropiezo importante, de 12 escalones: de 57º a 69º. Diez lugares perdió Cuba, de 87º a 97º.
A pesar de su caída, Venezuela no logró superar a Haití, que sigue siendo el país menos próspero de la región. Está en el puesto 153º, diez atrás de Venezuela (143º). Los otros que no llegan a ingresar entre los 100 primeros del mundo son Bolivia (105º), Honduras (107º) y Nicaragua (109º).
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