Paulo Marqueti, Adilson Tosi y su hijo, Miguel, son aficionados al ciclismo. El último fin de semana salieron a entrenar con sus bicicletas a orillas de un lago en Jaborandi, en el estado de San Pablo, en Brasil. Los acompañaba de cerca su perro, Negao.
En medio del paseo, Negao quedó unos pasos atrás y se acercó a tomar agua a la laguna, y en ese momento fue atrapado por una enorme anaconda de unos 4 metros de largo que se escondía debajo del agua.
La serpiente rodeó al perro con sus anillos constrictores y la arrastró hacia dentro de la laguna.
Paulo, que es veterinario, y Adilson, entrenador de perros, escucharon los ladridos de Negao, volvieron en su camino y se encontraron con la horrorosa escena.
“De repente escuchamos a Negão ladrar con entusiasmo y pensamos que había atrapado algo. Cuando su ladrido se convirtió en un grito, supe que algo estaba terriblemente mal. Empujé mi bicicleta hacia las orillas de la laguna y vi que una enorme serpiente se había envuelto alrededor del perro y lo estaba arrastrando al agua”, contó Marqueti, a un medio local.
El veterinario se arrojó al lago para intentar rescatar a su mascota de una muerte segura. Logró arrastrar hacia afuera a su perro junto a la anaconda que se mantenía enroscada a su alrededor.
La serpiente había clavado sus dientes en el pecho de perro. “Tenía la fuerza de tres hombres, yo no podía lograr abrir su boca para liberar a Negao”, contó Marqueti.
Tras una batalla de varios minutos, Margueti tomó unos trozos de madera, logró colocarlo en la boca de la anaconda y allí fue cuando liberó a su perro.
Los amigos dejaron ir a la serpiente. “No nos pareció justo matarla”, dijo Marqueti.
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