Luces y sombras de la economía boliviana en tiempos de Evo Morales

A diferencia de la mayoría de las crisis políticas en la región, la que atraviesa Bolivia desde hace un mes no tiene un origen económico. De hecho, los evistas destacan en esa área los mayores logros de su gestión. Sin embargo, un análisis exhaustivo revela un panorama mucho más complejo

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Las exportaciones de gas y
Las exportaciones de gas y de minerales fueron dos de las claves del crecimiento económico durante los gobiernos de Evo Morales

Es casi una regla histórica. Es muy difícil que un gobierno caiga —ya sea por un estallido popular o forzado por algún poder fáctico— en un momento de bonanza económica. Cuando hay mucho para repartir, la mayor parte de la población tiende a apoyar al presidente, los detractores se vuelven más tolerantes y las tensiones políticas suelen aplacarse.

Si se observa cómo viene creciendo la economía desde hace más de una década, Bolivia parece una excepción a esa norma. Sobre todo, porque la expansión se mantuvo en los últimos tres años, que fueron de estancamiento en casi toda América Latina.

No obstante, cuando se analizan los números más en detalle, se puede empezar a comprender por qué, si bien la economía no influyó de manera decisiva en la caída de Evo Morales, tampoco estaba en condiciones de salvarlo.

La izquierda “radical-moderada”

“Bolivia se benefició fuertemente del boom exportador y de la mejora en los términos de intercambio, que entre 2012 y 2013 llegaron a representar el 8% del PIB. Fue maná caído del cielo, algo inmenso. Lo que hizo bien el gobierno fue una acumulación extraordinaria de reservas internacionales, que le sirvió como una especie de fondo de estabilización para cuando llegara el momento de las vacas flacas, algo que no hicieron muchos otros países para amortiguar la caída de los precios internacionales. Pero no hay que equivocarse, la economía boliviana es mucho menos desarrollada que la de los países emergentes, no se compara con Argentina o con Brasil. Una economía mucho más simple es más fácil de manejar”, dijo a Infobae el economista Juan Antonio Morales, ex presidente del Banco Central de Bolivia y profesor de la Universidad Católica Boliviana.

Cuando Evo asumió la presidencia, en enero de 2006, la economía boliviana ya venía creciendo, pero la expansión se aceleró. Entre 2005 y 2018, el PIB creció 85% medido a precios constantes, una proporción solo superada por Panamá (138%), República Dominicana (105%) y Perú (95%), según datos de la Cepal.

Evo Morales junto a Juan
Evo Morales junto a Juan Carlos Huarachi, titular de la Central Obrera Boliviana, que lo acompañó durante la mayor parte del gobierno pero terminó pidiendo su renuncia (EFE)

El uso de las reservas que había acumulado en el momento de auge fue fundamental para que Bolivia siguiera creciendo incluso después del deterioro en los precios internacionales. Fue el cuarto país que más creció en el último trienio: un 13%, detrás de República Dominicana (19%), Panamá (14%) y Paraguay (13%). Y en 2018 tuvo un alza del 4%, que solamente quedó por debajo del 7% de República Dominicana.

“Bolivia tiene una historia muy larga de extracción y exportación de recursos naturales. El alto crecimiento de la economía siguió el superciclo de varios productos claves que exporta, como gas natural, plata, oro estaño y soja, que se atribuye al crecimiento de China y a la política monetaria expansiva de Estados Unidos. En promedio, los precios de los principales bienes de exportación se triplicaron entre 2005 y 2013. Las remesas se duplicaron en el mismo período. Los ingresos tributarios en hidrocarburos pasaron de 782 millones de dólares en 2005 a 3.799 millones en 2012”, explicó Diego Escobari, profesor del Departamento de Economía y Finanzas de la Universidad de Texas Valle del Río Grande, consultado por Infobae.

Ese boom económico permitió avances contundentes en materia social. En 2005, era pobre el 65% de la población boliviana, el máximo de América Latina junto con Honduras. En 2017, la pobreza cayó a 35%, casi la mitad. Quedó por debajo de Honduras, Guatemala, Nicaragua, México y El Salvador.

Bolivia era en 2007 el país más desigual de la región, con un coeficiente de Gini de 0,587 sobre 1 (la inequidad máxima). El 10% más rico ganaba 113 veces más que el 10% de menores ingresos. Diez años después, el Gini cayó a 0,461, menor al de Brasil, Colombia, Panamá, Paraguay, Costa Rica, México, y Honduras. La distancia entre los más pudientes y los más pobres cayó a 37 veces. Sigue estando entre las más altas, pero se ubica por debajo de la de Brasil (43 veces) y Panamá (38).

Evo Morales en una planta
Evo Morales en una planta de procesamiento de coca, la actividad en la que se formó como sindicalista

La comparación con los otros gobiernos del llamado giro a la izquierda deja muy bien parado a Morales, ya que casi todos terminaron en crisis. La economía venezolana se contrajo un 40% entre 2015 y 2018, una cifra desconocida para un país sin una guerra de por medio. Brasil cayó 1,18%, Ecuador apenas creció 2,5% y Nicaragua, que tuvo una expansión de 5,2% en el trienio, se derrumbó 3,8% en 2018.

“¿Qué ayudó a Bolivia? Sin duda la favoreció el incremento de los precios del petróleo, una política macroeconómica ordenada, alineada y pulcra, los contratos fijos de exportación de gas y la condonación de la deuda externa. Cabe mencionar que los últimos tres puntos fueron activados por gobiernos pro mercado. Con ese contexto altamente favorable, dos de los gatillos para una mayor expansión fueron la nueva Ley de Hidrocarburos y el Plan de Desarrollo para activar nuevas inversiones, en especial la pública”, dijo a Infobae Katherina Capra, economista de la Universidad Católica Boliviana.

La administración del Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia bien podría describirse como un ejemplo de una izquierda “radical-moderada” en materia económica. El discurso fue siempre explosivo, denostando al capitalismo y anunciando un avance total del Estado. Pero en la práctica ejerció un intervencionismo mucho más contenido que el de sus aliados.

“Evo Morales tuvo dos méritos —dijo Juan Antonio Morales—. Generalmente, los gobiernos populistas se caracterizan por su gran dispendio fiscal, pero no fue este el caso. El Gobierno fue prudente; no mucho, pero más de lo que se hubiese esperada. El otro punto es el pragmatismo. Morales tenía un discurso muy duro cuando uno lo escuchaba hablar contra el imperialismo y el capitalismo, pero en los hechos no tomaba medidas anti mercado que fuesen demasiado agresivas. Hubo algo, pero no mucho”.

La evolución de la inflación ofrece un ejemplo claro de esta diferencia. En Venezuela, el país que más avanzó con estatizaciones y regulaciones sobre el mercado, alcanzó cifras siderales: 130.060% en 2018 según la Cepal, más de un millón para los economistas locales. En Bolivia, en cambio, fue apenas 1,5%, solo por encima de República Dominicana, El Salvador, Panamá y Ecuador.

“A diferencia de los países vecinos, la economía boliviana está poco diversificada y altamente concentrada en sectores primarios, de bajo valor agregado. Esta evidente debilidad estructural se convirtió en una fortaleza que la benefició durante el último ciclo de materias primas en mayor medida que a sus vecinos más diversificados. Otros dos elementos son claves para entender el desempeño de la economía boliviana con respecto a las gestiones de sus aliados de izquierda. Una, la consistencia en la política fiscal, garantizada por la presencia de un mismo ministro de Hacienda desde el primer mandato de Morales, Luis Arce Catacora. La segunda es la abundancia de recursos que resultaron de la nacionalización de empresas petroleras”, sostuvo el economista Jorge Davalos, profesor del Departamento de Administración de la Universidad del Pacífico, en diálogo con Infobae.

Los mineros son un actor
Los mineros son un actor clave del mundo del trabajo en Bolivia (Reuters)

Un modelo sin demasiado futuro

“El crecimiento estimado para Bolivia este año era de 4,5%, pero se ajustó a 3 por ciento —dijo Capra—. Estos niveles no son sostenibles. Las políticas anti cíclicas ejecutadas generaron más endeudamiento y un déficit público del 8% del producto, que puede llegar a un 10% por los últimos acontecimientos, en un contexto de precios bajos de los principales commodities. Las inversiones realizadas en la última gestión fueron en su mayoría no productivas. El déficit externo alto se está financiando con caída de reservas y con mayor endeudamiento. Además, hay que considerar la fragilidad de la situación económica, la incertidumbre sobre la continuidad de los contratos de gas, y la inestabilidad política y social vivida recientemente”.

Más allá de que los datos macroeconómicos y sociales son positivos, hay señales claras de un agotamiento del modelo de crecimiento seguido por Bolivia en los últimos años. Señales que se vuelven muy preocupantes cuando se considera que el país partía de muy abajo en todos los indicadores, lo cual implica que el crecimiento debía ser muy fuerte y sostenido para permitir un salto decisivo en las condiciones de vida de la población.

Bolivia no diversificó su matriz productiva y todavía es tremendamente dependiente de los precios de las exportaciones. El superciclo de materias primas se está acabando, el país aumentó su deuda externa condicionada con China para mantener los niveles de crecimiento, y el déficit fiscal boliviano es el más alto de la región. A pesar de que todavía están en niveles aceptables, las reservas netas están en su nivel más bajo de los últimos 11 años, y si siguen bajando es muy probable que Bolivia tenga que devaluar. Morales mantuvo el tipo de cambio artificialmente fijo en 6.92 pesos por dólar, pero está muy sobrevaluado”, dijo Escobari.

El PIB per cápita de Bolivia pasó —a precios constantes— de 1.725 dólares en 2005 a 2.586 dólares en 2018. Estaba por debajo de Honduras y logró superarlo, pero se mantiene entre los cuatro países más pobres de América Latina. Aún está lejos del que le sigue, que es Guatemala, con 3.236 dólares.

También continúa siendo el país con menor esperanza de vida después de Haití. Pasó de un promedio de 63 años entre 2000 y 2005 a uno de 71 entre 2015 y 2020. Acortó bastante la distancia con el resto de los países, pero en parte por el derrumbe de Venezuela, que cayó de 72,6 a 72,1 años, en un período en el que todos aumentaron.

Las condiciones para hacer negocios en Bolivia son pésimas por la excesiva burocracia, la falta de seguridad jurídica, los impuestos exorbitantes, las leyes laborales inflexibles y una mano de obra poco calificada. Esto desincentiva la inversión productiva e impide el desarrollo sostenible. Por otro lado, nuestras reservas de hidrocarburos se están agotando, así que el gobierno no tendrá una fuente fácil de ingresos y divisas para financiar gastos e inversión pública. En pocos años ya no vamos a tener energía barata para el país, lo cual implica un freno importante a la economía”, dijo a Infobae la economista Lykke E. Andersen, directora de investigaciones del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo.

Santa Cruz de la Sierra,
Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más rica de Bolivia (Shutterstock)

En donde más se notan las limitaciones del esquema de desarrollo elegido por Bolivia es en el deterioro de los indicadores sociales. La vigorosa expansión de la economía sirvió para reducir la pobreza y la desigualdad desde los valores extremos en los que estaban a niveles más alineados al resto de la región. Pero parecen haber encontrado un piso que no logran perforar, a pesar de no ser nada bajo.

El mejor número de pobreza se alcanzó en 2014: 33 por ciento. Entonces se interrumpió el ciclo bajista. En 2015 subió a 35% y así se mantuvo hasta 2017.

La productividad laboral prácticamente no ha mejorado en los últimos 25 años, a pesar de grandes inversiones en educación, infraestructura y tecnología —continuó Andersen—. Aumentar la productividad es la única manera de asegurar mejoras sostenibles en la calidad de vida, y Bolivia no lo está logrando. Estamos viviendo principalmente de rentas fáciles de recursos naturales, actividades ilegales y actividades inútiles, mientras que la creación de valor real para la sociedad es mínima”.

Bolivia registró su menor índice de Gini en 2015: 0,453. En 2016 subió a 0,465 y, si bien bajó a 0,461 en 2017, sigue por encima del valor que había alcanzado dos años atrás. Lo mismo se verifica al revisar la relación entre el 10% más rico y el 10% más pobre. En 2015 cayó al mínimo en estos años, una diferencia de 30 veces. Pero en 2016 trepó a 42 y en 2017 se ubicó en 37, un nivel de desigualdad que tienen pocos países en el mundo.

Estos datos permiten comprender por qué muchas personas que acompañaron a Morales en la primera parte de su gobierno dejaron de apoyarlo en los últimos años. La interrupción de un ciclo largo de mejoras suele generar más descontento que un estancamiento prolongado.

“La baja diversificación, que fue la fortaleza de la economía boliviana durante el ciclo de commodities, es ahora su principal debilidad. En los años de bonanza no se propició una diversificación significativa de la estructura productiva hacia sectores de mayor valor agregado, lo cual ha generado un fenómeno de desindustrialización. Por el contrario, se han ejercido presiones recientes para sustituir los ingresos petrolíferos por otros extractivos, como los agrícolas, mediante la expansión de la frontera agrícola y las concesiones a empresas extranjeras para la explotación de las reservas de litio”, concluyó Davalos.

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