Las aguas están agitadas. Si lo que ocurrió en Bolivia fue un terremoto, la onda llegó como Tsunami a Nicaragua. Al menos en términos políticos. Al día siguiente de la renuncia de Evo Morales, el presidente de la Asamblea Nacional, Gustavo Porras, llamó a las “fuerzas revolucionarias sandinistas” a estar pendientes ante una situación parecida a la de Bolivia. Poco antes, el presidente Daniel Ortega arremetió contra los empresarios y la iglesia católica, a quienes responsabiliza de la crisis en Nicaragua.
A tono con el discurso de sus líderes, los simpatizantes sandinistas se han mostrado virulentos en sus mensajes por redes sociales que generalmente giran alrededor de dos ejes: que están armados y dispuestos a usar esas armas para sostenerse.
“Aquí los revolucionarios estamos armados (Policía, Ejército y pueblo organizado) y si algo sabemos hacer los sandinistas es VENCER, con nuestra Vanguardia al frente. A los puchos de m… más les vale no enredarse#PLOMO19 #UnidosEnVictorias #NicaraguaConEvo”, dijo el 11 de noviembre en Twitter Carlos Fonseca Terán, hijo del fallecido fundador del Frente Sandinista, Carlos Fonseca Amador.
Al mismo tiempo, un grupo paramilitar hizo circular un video donde se les ve encapuchados y con símbolos del Frente Sandinista amenazando con eliminar a opositores y simultáneamente uno de los hijos de Daniel Ortega se plantó una noche con una decena de poco entusiastas acompañantes frente a las oficinas del Cosep, la cámara empresarial de Nicaragua, a leer una proclama de amenazas donde anunciaba un nuevo movimiento político “que nada tiene que ver con el gobierno”. “La libertad se defiende a balazos”, repitió varias veces en alusión a una frase del general guerrillero Augusto C. Sandino.
“Es miedo. Tienen un profundo miedo”, dice el político y analista liberal, Eliseo Núñez. “Tienen miedo a cualquier chispa que active un efecto dominó de las protestas en el país. Daniel Ortega sabe que si una sola protesta tiene éxito se puebla de protestas automáticamente el país”.
Dice que ellos temen que el ejemplo de Bolivia “pueda incentivar algún tipo de protestas y por ello están aplicando lo que llaman profilaxis, que es empujar antes de que las cosas sucedan, amenazar, desactivar desde antes este tipo de cosas”.
"No nos podemos quedar aquí”, dijo Gustavo Porras en una reunión sindical. “Por eso está reunión, porque hemos acordado convocar a todos las fuerzas de la revolución a tensar al máximo nuestra fuerzas, a movilizarnos, a mantenernos movilizados, a estar pendiente de cualquier acción del enemigo. Si aquí nosotros no actuamos, ellos quisieran actuar ahorita como en Bolivia".
Núñez atribuye la paranoia sandinista a un trauma que les quedó después de la rebelión de abril en 2018. “El principal trauma de abril no son los tranques ni nada de eso, es que cuando salió la gente a protestar en contra de ellos, no tuvieron la capacidad de movilizar a nadie, quedaron absolutamente solos y se vieron obligados a buscar como armar paramilitares, grupos pagados. Perdieron toda capacidad de llegarle a la gente y saben que tienen a toda la gente en contra”.
“Lo de Bolivia los agarró de sorpresa”, considera la exguerrillera sandinista Dora María Téllez. “Ha significado un golpe triple. Primero, por la pérdida de un aliado en el sur. Segundo, un golpe moral, de ver la rapidez con que se produjo el desenlace y verla decisión de (Evo) Morales de renunciar. Es una decisión intolerable para la perspectiva de los Ortega Murillo. Y tercero, el MAS (partido de Evo Morales) está hablando que se va a presentar a elecciones. Es decir, un golpe severo”.
Frente a ese temor, dice Téllez, reaccionan con una conducta de varios tipos: “Sacan a sus paramilitares, amenazan a todo el mundo, elevan el nivel de asedio, secuestro, hostigamiento y desatan una nueva campaña contra los empresarios a quienes quieren obligar a que vuelvan a ese modelo de alianza que tenía antes de abril 2018”.
Ortega necesita a los empresarios, dice. “Está desesperado por estructurar un modelo de alianzas con alguien. Los partidos zancudos no le sirven. Por eso ataca a los empresarios. Para que vuelvan”.
“Este es un régimen bien atemorizado, bastante golpeado moralmente y con una urgencia de convocar a sus bases que están disgregadas, golpeadas por la crisis económica, sin ningún horizonte, sin esperanza. Desconcertadas”, dice Téllez. “El lenguaje es más elevado, más amenazante en la medida en que más débiles se sienten. Nadie que se sienta fuerte necesita pegar alaridos. Esos gritos los pega alguien que está profundamente debilitado”.
Desde la otra acera, Edén Pastora, exguerrillero sandinista y conocido como “Comandante Cero” dice que la agitación sandinista por el ejemplo de Bolivia “se debe a la ignorancia”. “Lo de Bolivia no tiene nada que ver con Nicaragua. Lo dijo Carlos Marx: el pueblo que imita la historia de otro pueblo termina en tragedia”.
“Aquí tenemos paz y tranquilidad para rato”, señala Pastora para quién la diferencia principal entre el régimen de Ortega y el de Evo Morales la hace el Ejército de Nicaragua. “El ejército que hay en Bolivia es el mismo ejército que mató al Che Guevara. Más bien es extraño que no hayan matado a Evo Morales antes”.
Eliseo Núñez considera que después de ver lo que sucedió con Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega no está dispuesto a jugarse el poder en elecciones, ni siquiera fraudulentas. “Debe estar pensado que las elecciones ni pueden ser ni libres, ni observadas, ni con tantas libertades como las que se dieron en Bolivia porque no solo corre el riesgo de perder, sino que, de ser descubierto en el fraude, la gente se le lance encima de la misma manera que se le lanzó a Evo”.
Este jueves, durante un acto con representantes de los países de la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), Ortega confirmó de cierta manera las sospechas de Núñez: “Hemos apostado a la vía electoral, pero lo de Bolivia es una prueba de fuego para que se pueda sostener la mínima confianza en la vía electoral, de lo contrario, los pueblos se sentirán con todo el derecho y la obligación de buscar las armas para tomar el poder por la vía revolucionaria”, dijo.
“Ortega mira en el ejemplo boliviano un mensaje que lo obliga a radicalizarse, no que lo obliga a pensar que debe ceder algo”, pronostica Núñez.