Luego de tres semanas de protestas, enfrentamientos e incertidumbre por el resultado de las elecciones del 20 de octubre en Bolivia, la auditoría de la Organización de Estados Americanos (OEA) fue categórica el pasado domingo: se registraron “irregularidades muy graves” en los comicios, una forma suave de decir fraude. “El equipo auditor no puede validar los resultados de la presente elección, por lo que se recomienda otro proceso electoral”, concluyeron los expertos de la OEA.
El documento difundido reveló varios casos de falsificación de firmas y actas, interferencias en el sistema informático y una anormal cantidad de votos recibidos por Morales en el último 5% del recuento. Muchas de estas anomalías parecen inspiradas en el modelo de manipulación electoral de Venezuela, que contó con el adiestramiento de funcionarios del régimen cubano.
El conteo de votos en Bolivia empezó a parecer escandaloso cuando se interrumpió extrañamente al llegar al 83,8% de las mesas escrutadas. En ese momento, Evo Morales era el candidato más votado, pero no podía evitar el balotaje: estaba lejos del 50% y aventajaba por menos de diez puntos de diferencia a Carlos Mesa, su principal competidor. Cuando, horas más tarde, se reanudó el Sistema de Transmisión de Resultados Electorales (TREP), Morales apareció de pronto superando los diez puntos de ventaja.
También en Venezuela se había producido una extraña interrupción en 2013, cuando Nicolás Maduro se presentó por primera vez como candidato a presidente tras las muerte de Hugo Chávez. En ese momento, la paridad era total con Henrique Capriles. Cuando se reanudó la carga de datos, curiosamente Maduro había sacado una luz de ventaja, que le permitió terminar imponiéndose por poco más de 200.000 votos.
Más allá del apagón, se registraron otras anomalías importantes en el TREP. La OEA reveló que no estuvo monitoreado el 100% flujo de datos a lo largo del proceso, ni estuvo bajo control y conocimiento del responsable técnico del Servicio de Registro Cívico (SERECI). Como si fuera poco, se operó con un servidor que no estaban en la infraestructura del TREP y se redirigió tráfico hacia una red de servidores ajena al cómputo oficial.
Esto llevó a la empresa contratada por el Tribunal Electoral para auditar el TREP a denunciar las irregularidades. “No podemos dar fe de la integridad de los resultados electorales, debido a que todo el proceso está viciado de nulidad por la cantidad de alteraciones al código fuente del TREP, la cantidad de accesos y modificaciones manuales con el máximo de privilegos a las bases de datos en producción durante el proceso electoral y las inconsistencias del Software que fueron surgiendo en el TREP y el sistema de cómputo”, concluyó la auditora.
SmartMatic, la empresa contratada por Venezuela para la realización del proceso electoral, también denunció irregularidades graves en 2017. “Basándonos en la solidez de nuestro método, sabemos, sin lugar a dudas, que (la cifra de) la participación en la elección de una Asamblea Constituyente nacional fue manipulada”, indicó en ese momento la compañía. “Estimamos que la diferencia entre la participación real y la que anunciaron las autoridades es al menos de un millón de votos”.
La manipulación informática es una de las claves del fraude chavista. Con la asistencia de Cuba, el régimen creó un sistema de cómputo paralelo que le permite ver la evolución del conteo de forma anticipada, con el agravante de que el voto es totalmente electrónico, lo que despierta todavía más interrogantes sobre las posibilidades de modificar los resultados.
En última instancia, están las trampas que se producen en las mesas de votación, registradas tanto en Bolivia como en Venezuela. Del análisis efectuado por la auditoría en Bolivia, se concluyó que 78 actas (23% de la muestra analizada) presentaban irregularidades desde el punto de vista pericial. Se detectaron mesas en las que las firmas del acta original no correspondían con las firmas de las copias y en las que Morales sumaba más del 100% de los votos.
En 2013 también hubo muchas de esas mesas misteriosas, en las que Maduro obtuvo el 99% de los votos. Además de violación del voto secreto o coacción a la hora de ejercerlo, violencia en las inmediaciones de los centros de votación, obstrucción a los mecanismos de auditoría ciudadana, retraso o paralización del proceso electoral, y proselitismo en las cercanías de los centros.
Otra de las trampas chavistas es extender el horario de votación, lo cual permite que se falsifiquen los votos de quienes no fueron a sufragar en centros de votación alejados, cuando ya no hay presencia de observadores de la oposición. Eso explica que en la parte final del cómputo siempre extienda su ventaja el oficialismo.
Precisamente en el 5% final del cómputo de votos se produjo un cambio de tendencia sorprendente en Bolivia. Morales ganó un 60.5% de esos votos, mientras Mesa obtuvo solamente un 23,8 por ciento. Morales incrementó su promedio de votación en un 15% comparado con el 95% anterior, y Mesa cayó en una proporción prácticamente igual. Un comportamiento muy inusual según la OEA.
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