Jaime Arellano y Aníbal Toruño regresaron a Nicaragua el mediodía del pasado 29 de agosto por el aeropuerto de Managua. Una batería de periodistas y simpatizantes los esperaban. Ambos se habían marchado al exilio nueve meses antes para ponerse a salvo de la represión que el régimen de Daniel Ortega desató contra los opositores. Arellano tenía una acusación por “incitar al odio” a través del programa de televisión que dirigía, y Toruño era perseguido por paramilitares que el 20 de abril de 2018 le quemaron la radio de su propiedad.
Ellos fueron las primeras figuras del exilio que decidieron regresar a Nicaragua. Después han llegado otros. Félix Maradiaga, un opositor que muchos ven como “presidenciable” y que el régimen involucró en múltiples acusaciones, regresó a mediados de septiembre. El lunes pasado hizo lo mismo Lesther Alemán, el joven que durante la primera sesión del diálogo encaró a Daniel Ortega y que luego huyó del país, asegurando que el régimen había puesto precio a su cabeza.
Estas son, sin embargo, las figuras más mediáticas. Silenciosa y anónimamente están regresando al menos entre 200 y 250 nicaragüenses cada mes, según información de Migración de Costa Rica. Este dato se deduce de los nicaragüenses que “suspenden la solicitud de refugio porque están retornando a Nicaragua”, dijo Allan Rodríguez Vargas, jefe de la Unidad de Refugio de la Dirección General de Migración y Extranjería de Costa Rica, al sitio web de periodistas nicaragüenses en el exilio, Despacho 505.
Es un retorno tímido. De tanteo. Según la CIDH, unos 70 mil nicaragüenses salieron al exilio obligados por la violencia y la crisis que se vive en Nicaragua. Unos 55 mil buscaron refugio en el vecino país de Costa Rica.
El gobierno de Ortega, por su parte, anunció en abril pasado, al calor de las negociaciones con la opositora Alianza Cívica, un “Programa de retorno voluntario, asistido y seguro” con el cual pretendía que regresaran al país los miles de exiliados que durante un año habían salido a consecuencia de la represión y la violencia. La Alianza Cívica calificó el programa de “engañoso y estéril”, pues invitaba regresar a los perseguidos a un país donde se seguían violentando los derechos humanos.
“Aquí está una muestra más del compromiso del Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, de promover encuentro de las familias y avanzar con esperanza, con fe, con confianza en Dios, a avanzar hacia la restauración de todo lo bueno que somos”, dijo la vicepresidenta Rosario Murillo durante el anuncio del programa. Hasta la fecha el gobierno no ha informado de algún resultado.
Al contrario, la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) dijo estar recibiendo “unas cinco denuncias diarias” de exiliados que regresan y son asediados en sus casas y, en otros casos, apresados nuevamente bajo la acusación de delitos comunes.
Es el caso de Ulises Rivas Pérez. Regresó para acompañar a su padre que sufre un cáncer terminal y fue apresado el 1 de septiembre pasado acusado del robo de un sombrero y lesiones leves a tres personas. Diómedes Reyes, otro exiliado que retornó después del anuncio del programa gubernamental, fue detenido el 27 de mayo acusado de tenencia ilegal de armas.
Para el sociólogo, Oscar René Vargas, también expatriado, los exiliados no están regresando a Nicaragua por las garantías que ha anunciado el régimen, sino porque la están pasando mal en el extranjero. “La gran mayoría de los exiliados en Costa Rica son de origen humilde y de escasos recursos económicos y el gobierno de Costa Rica no tiene la capacidad para atender a todos”, dice.
La desatención, dice, “crea una gran presión para que algunos exiliados hayan tomado, por iniciativa propia, la decisión de regresar a Nicaragua. Prefieren regresar, a pesar de la represión, a vivir en condiciones de extrema pobreza o indigencia”.
Abrir camino
“Nosotros servimos como conejillos de Indias”, dice el comentarista Jaime Arellano quien asegura que viene “a seguir la lucha desde adentro” y compara su regreso con un “abrir camino” a otros que están pensando en su regreso.
“Cuando se dio la amnistía (junio 2019), se engavetaron las acusaciones contra mi persona. Un grupo grande (de exiliados) hablamos de regresar, pero muchos titubearon, entonces con Aníbal Toruño decidimos venir primero, a abrir camino”, dice. “A los dos días de estar en Nicaragua nos escaparon de matar en León. Dos motos me persiguen todo el tiempo. No me acosan ni me han detenido, ni hacen nada, pero ahí están”.
Desde su experiencia, recomienda que cada exiliado valore su propio retorno. “Aquí nada está normal. Recomiendo a los exiliados que si están con algún trabajo allá es mejor que se queden porque aquí no solo hay inseguridad sino también falta trabajo”.
Sin embargo, hay movimiento en el exilio nicaragüense, y se habla incluso de regresos masivos con vistas a una salida electoral de la crisis.
El periodista Carlos Fernando Chamorro anunció a Infobae su decisión de regresar pronto a Nicaragua a pesar que las instalaciones donde hacía los programas de televisión y el semanario Confidencial siguen confiscadas.
Zoilamérica: “Convivir con mis agresores”
Otra que anunció su regreso es Zoilamérica Ortega Murillo, hijastra de Daniel Ortega, quien lo acusó de abuso sexual y violación en 1998. Zoilamérica vive en Costa Rica desde el 2013 a donde llegó huyendo de la represión que sufría de parte del gobierno y su familia como consecuencia de su denuncia.
“Soy parte de un amplio grupo de nicaragüenses que nos estamos preparando para regresar”, dice Zoilamérica. “Somos muchos preparando acciones concretas para volver incluso más fuertes. Nuestro retorno ya está empezando”, asegura.
“La gravedad de la situación en Nicaragua me ha hecho reflexionar sobre nuevas formas de lucha. Yo era de las que pensaba que íbamos a volver un día, y ya no estaría este gobierno. Pero el contexto actual es aún más complicado. Estaré regresando a Nicaragua para convivir con mis agresores. A un país donde no solamente hay una dictadura, sino que, además, se han establecido paramilitares e instituciones armadas que utilizan el crimen organizado para detener la resistencia cívica”, explicó.
Dice que su regreso depende “de la decisión mayoritaria de grupos y organizaciones que nos acompañaremos en el proceso. Juntos pensamos establecer algunas condiciones de seguridad y participación”, y de la posibilidad su “incorporación como profesional en una institución educativa”.
“Regresar bajo las condiciones de un Estado represivo es parte del riesgo que todos estamos tomando para aportar en esta etapa decisiva para Nicaragua”, dice. “Regresar es un acto político y es una acción reflexiva y coordinada”.
El sociólogo Oscar René Vargas también piensa en su pronto regreso. “Antes de finalizar el 2019 contemplo mi regreso. No puedo aceptar que el régimen me impida vivir plenamente en mi país”, dice.
A su criterio, “el regreso de personalidades mediáticas apunta a dar un aval a la estrategia electoral, sin tomar en cuenta la represión”, en cambio considera que el regreso de lo que él llama “personas no mediáticas, de origen humilde” no tiene estrategia alguna.
“El retorno de dos o cuatro personas no tiene ninguna influencia determinante para la reactivación del movimiento social, me inclino a pensar que su regreso es parte de la estrategia de una negociación en curso para las elecciones de noviembre 2021. Otro caso sería si vinieran unos dos a cinco mil exiliados buscando como entrar por la frontera Peñas Blancas. Ese acto sería con la estrategia de buscar como reactivar el movimiento social”, dice.
“Evidentemente que el retorno implicará riesgos de toda índole, pero uno tiene que asumirlos”, señala Vargas. “La fuerza del régimen Ortega-Murillo radica en el temor de muchas personas. La manera de vencer el temor es presentar una estrategia de lucha a la población. La población está dispuesta a luchar, hace falta un liderazgo que los quiera acompañar. Ese es el reto en los próximos meses”.
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