Hezbollah parece estar cada vez más encerrado en América Latina. O al menos así son los indicios que se dejan ver. Solo mantiene sus lazos políticos con aquellos regímenes donde la democracia pareciera un estorbo y en los que se muestran obsesionados -retóricamente- con el diabólico "imperialismo".
La Venezuela comandada por Nicolás Maduro –quien de la mano de Tareck el Aissami le abrió las puertas desde hace años– es quizás el ejemplo más claro y donde mayor margen de acción encuentra la organización armada. También en Cuba, Nicaragua y Bolivia. Dónde más, sino. Todas naciones con discursos similares que mantienen con el grupo libanés nexos que van más allá de la formalidad diplomática: el lavado de activos y el narcotráfico están entre los principales intereses que estas administraciones facilitan. También la penetración en la región: pasaportes, identidades falsas, ciudadanías.
Sin embargo, a medida que el Socialismo del Siglo XXI adelgaza las operaciones de los extremistas chiitas, están cada vez más comprometidas en esta parte del globo. La reciente decisión del presidente paraguayo Mario Abdo al declararlo grupo terrorista va en sintonía con la medida adoptada por Argentina en julio último y que podría continuar el brasileño Jair Bolsonaro una vez que logre solucionar la severa crisis ecológica que atraviesa en el Amazonas y por la que el mundo entero -desde jefes de Estado hasta personalidades de la cultura- lo juzga y con razón.
Una de las capitales de Hezbollah en América Latina es en la Triple Frontera. Es la frágil y descuidada zona que componen Brasil, Paraguay y Argentina. Ciudad del Este es donde más cómodos se sienten. Desde hace décadas. En años (meses) recientes los tres países declararon una confrontación abierta contra la milicia, lo que podría provocar -de continuar en el futuro esta política conjunta- una irremediable reducción de sus tareas en la región.
Como explicó a Infobae Emanuele Ottolenghi, miembro destacado de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD, por sus siglas en inglés), el grupo terrorista se asienta en comunidades a través de mezquitas, centros culturales, escuelas y comercios. Todas actividades lícitas, a simple vista. No obstante, a través de ellos elaboran un complejo adoctrinamiento en diferentes capas sociales. Sobre todo de los inmigrantes musulmanes que poblaron buena parte del área tripartita en los 80. Una réplica de lo que ocurre en el Líbano, donde además se acompaña con fusiles. Con el aporte de la comunidad, Hezbollah recauda dinero a través de ellas. Finalmente, esas instituciones serán simples fachadas por las cuales se podrá lavar dinero y contrabandear.
Egresado de Ciencias Políticas por la Universidad de Bologna, Ottolenghi elogió la decisión de Abdo, pero instó a que Paraguay persiga mayores resultados sobre el asunto. "Hay que ver si el Gobierno paraguayo se para al nivel declarativo solamente o si va a actuar con medidas concretas", señaló.
—Esta resolución de Mario Abdo sumada a la de Argentina, ¿cree que podría empujar a Hezbollah a replantearse su presencia creciente en la región?
—Depende todo de lo que harán ahora los Gobiernos en Asunción y Buenos Aires para actuar sobre estas medidas. Hay que actuarla golpeando a las redes locales de Hezbollah. Si no actúan, estas medidas no van a molestar a nadie de la red.
En tal sentido, el académico enfatizó que los recursos asignados al terreno por parte de los tres países será fundamental para encerrar más a los terroristas y sus financistas. "La principal actividad de Hezbollah en la Triple Frontera consiste en el estar involucrado en tráficos ilícitos y esquemas de lavado de dinero. Una mayor presencia de fuerzas de seguridad, unida a acciones más frecuentes contra el contrabando, el tráfico de droga y los delitos económicos va a hacer mucho daño a Hezbollah y podría sin duda disminuir su presencia".
Además, Ottolenghi piensa que la postura paraguaya presionará sobre Brasilia. Sin embargo, puso reparos en el camino que transite en aquella nación. "Creo que el presidente Bolsonaro está de acuerdo con la medida. El problema, en Brasil, está más vinculado con el procedimiento que se necesita. En la Argentina y Paraguay se actuó contra Hezbollah por decreto presidencial. No creo que Bolsonaro tenga la misma opción. Si se debe pasar por el congreso y cambiar leyes, está mucho más complicado".
Por otro lado, el miembro de la FDD considera que de precipitarse la dictadura de Maduro, la situación tanto de Hezbollah como de la teocracia de los ayatollah, podría dar un vuelco significativo en la región. "El cambio de régimen en Caracas hará mucho daño a Irán y a sus aliados en la región", indicó. Eso sí: todavía quedaría la experiencia boliviana, cuya administración encabezada por Evo Morales facilitó también pasaportes e identidades falsas a los milicianos.
Ottolenghi concluye que los estados que aseguran estar preocupados por el terrorismo internacional deberán invertir mayor dinero a esta lucha. "Deben empezar a tratar a Hezbollah, que colabora con el crimen organizado, como una amenaza a la seguridad nacional, y no como un movimiento político de un país lejano y sin relevancia con problemas locales".
"Es el inicio de la lucha", finaliza Ottolenghi.
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