En el centro de Managua, frente a un reconocido edificio comercial, tres patrullas de policía, cargadas de agentes antimotines, vigilan el movimiento diario. Llevan más de un año ahí. Otras más están apostadas a unos cien metros, en una rotonda, de tal forma que ese corazón de la capital siempre está vigilado por una decena de patrullas. La diferencia este día de finales de agosto es que en cada patrulla policial hay instalada una bandera azul y blanca, la bandera Nicaragua.
Frente a las patrullas circulan los buses del transporte urbano, igualmente, con banderas nacionales pegadas a la carrocería u ondeando al viento. Otros vehículos particulares, llevan banderas en cada flanco.
Todo esto podría ser normal en cualquier país del mundo, pero en la Nicaragua de ahora es una rareza. Hasta hace un mes, esas patrullas de policías perseguían, detenían, golpeaban y encarcelaban a cualquier ciudadano que portara una bandera nacional. Muchos de los vehículos que circulan ahora alegremente con la bandera azul y blanca son de simpatizantes sandinistas que denunciaban o perseguían a los vecinos que colocaban el símbolo patrio en sus casas.
La bandera nacional se volvió un elemento proscrito desde que las protestas contra el régimen de Ortega en abril de 2018 comenzaron a usarla como símbolo de sus reclamos. El uso de los colores patrios no fue gratuito. En el fondo había un cuestionamiento profundo a un gobierno que siempre privilegió el uso de la bandera rojinegra de su partido en los espacios y actividades oficiales. Los opositores llegaron a identificarse como "los azul y blanco".
Por su relación con la protestas, la bandera azul y blanca comenzó a ser perseguida, y hasta presentada como prueba de delitos en los juicios por "terrorismo" que el régimen entabló contra los opositores.
El 24 de enero de este año el abogado Avil Ramírez Mayorga fue apresado y llevado a la cárcel conocida como El Chipote luego de colocarse en una calle central agitando una bandera nacional. Seis horas después fue liberado.
La profesora universitaria Ana Cecilia Hooker y el empresario José Gonzalo Hernández Cáceres fueron arrestados por la Policía el 19 de noviembre de 2018, después de alzar la bandera y entonar el Himno Nacional en una esquina de la ciudad de Somoto. Acusados de "obstruir la vía pública" y "alterar el orden", pasaron casi siete meses en la cárcel y solo pudieron salir mediante una ley de amnistía que promulgo el régimen de Daniel Ortega.
El 15 de septiembre un grupo de patrullas de policía capturo en su casa al profesor universitario Ricardo Baltodano. Poco después los presentaron posando con todos los elementos "terroristas" que le encontraron, entre los que se incluía banderas de Nicaragua y un sombrero azul y blanco que usaba para participar en las marchas opositoras.
"Los policías se pusieron eufóricos cuando encontraron la bandera, la camiseta y el sombrero", dijo a los medios de comunicación Emilia Ruiz, esposa de Baltodano, poco después de la detención. Las pruebas sirvieron para acusarlo en los tribunales de "terrorismo y asesinato".
La suerte de la bandera azul y blanca cambió hace una semana cuando la vicepresidente de la República y esposa de Daniel Ortega, Rosario Murillo, anunció una campaña que bautizó "Te amo Nicaragua, patria parta todos" en la que ordenaba la colocación de la bandera nacional en todos los espacios que el gobierno controla. La campaña se justificó porque viene septiembre, el mes en que se conmemora la independencia de Centroamérica.
En sus alocuciones diarias a través de los medios oficialistas, Murillo hasta declamó un poema chileno que dio por nicaragüense: "Cuando uno era chiquitito aprendía, decíamos los versos, esos versos a la bandera en aquellos tiempos. Pero son versos de todo tiempo. ´Banderita mía yo te doy mi amor, para defenderte muy valiente soy. Azul, blanco y azul, tus colores son, y yo los llevo puestos en mi corazón´", recitó.
El giro fue interpretado en redes sociales como una estrategia bajo aquel enunciado que aconseja no enfrentarse a enemigo superior: "Si no puedes con tu enemigo, únete a él". Tanto opositores como simpatizantes del régimen reaccionaron confundidos.
"Habría que pensar qué pasaría si ahora nosotros nos vestimos de rojo y negro. Creo que sólo la idea a este punto, nos resultaría odiosa. Pues creo que lo mismo les va a pasar a sus partidarios. Es violentar sus sentimientos. Que su manipulación de la propaganda es inefectiva lo demostró el alzamiento ciudadano que, después de once años de lo que parecía una campaña infalible, mostró que esas maniobras no lo engañan", dijo a Infobae la escritora nicaragüense Gioconda Belli.
El periodista oficialista, Moisés Absalón Pastora, relató que algunas personas de su audiencia le reclamaron porque empezó a usar el "azul y blanco" en su vestimenta lo que se interpretó, según él, en que "estoy regresando al bando de los que desde aquí crítico y cuestiono".
Y partir de ese día la bandera nacional comenzó a ser expuesta en los edificios y vehículos estatales, los buses del transporte público y las patrullas de policía.
"Hoy iniciamos con la colocación de nuestra bandera nacional en todas las unidades de transporte, solo en Managua estamos hablando de más de 800 buses, para nosotros es un orgullo portar nuestro símbolo patrio y celebrar nuestra independencia. Es un deber colocar nuestra bandera azul y blanco en nuestros trabajos y viviendas porque recordemos que es la que nos identifica como nicaragüenses", dijo Mercedes Galeano, directiva de una cooperativa de transporte.
Una persona que trabajó durante muchos años con Rosario Murillo, y que pidió no se mencionara su nombre hace la siguiente interpretación: "Ella necesita ser dueña de algo. Usa los símbolos como 'marca de ganado'. Primero fue su letra, esa cursiva de los slogans es su puño y letra, luego el fucsia que no pego tanto y tuvo que volver al rojinegro que antes rechazó por ser bandera de guerra. ¡Ahora ella siente que está en guerra y no tiene marca! Está buscando como apropiarse del azul y blanco".
Gioconda Belli recuerda que Murillo "fue quien primero desterró la bandera rojinegra en la propaganda electoral del FSLN en la campaña del 2007. Ella introdujo los colores sicodélicos chillones para suavizar la imagen guerrerista de Ortega. Volvió a ostentar la rojinegra como símbolo de guerra el año pasado para animar a sus seguidores y señalar que la lucha era para salvar al Frente Sandinista por encima de la patria".
Belli, quien también es publicista, interpreta la orden de usar el azul y blanco en el Estado "como un intento de confundir y neutralizar" la simbología de las protestas ciudadanas.
"Ella maneja la propaganda ´grandiosa´ como lo han hecho los regímenes fascistas, para elevar a culto la lealtad política a un líder, pero la memoria del pueblo todavía está fresca y hay una asociación muy fuerte de la azul y blanco con la rebelión", dice. "Esta maniobra de propaganda retrata la manera retorcida como ella y sus seguidores utilizan la patria y sus símbolos para sus fines partidarios".