El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, es más conocido por sus declaraciones poco ceremoniosas en público y en las redes sociales que por sus propuestas políticas. El ex capitán del ejército elogia la dictadura militar y ha insultado a los homosexuales, negros y mujeres. No son ningún secreto sus opiniones.
A pesar de su conservadurismo social, el líder del Partido Social Liberal ha impulsado reformas económicas muy esperadas por los inversores en la mayor economía de América Latina. Las acciones brasileñas se han convertido en uno de los destinos favoritos de Wall Street para invertir este año, y el mercado bursátil del país supera a los de otros grandes mercados emergentes como China, México y Corea del Sur. El Índice Bovespa ha aumentado un 17% en lo que va del año.
Cuando Bolsonaro asumió la presidencia en enero, los mercados respondieron positivamente debido a la designación de Paulo Guedes, un librecambista de la Universidad de Chicago, como Ministro de Economía. En el Foro Económico Mundial de Davos, celebrado en junio en Suiza, Bolsonaro dijo que planea reformar el deteriorado sistema de pensiones de Brasil aumentando la edad de jubilación y recortando una serie de beneficios. También añadió que tiene la intención de reducir y simplificar los impuestos, privatizar las empresas estatales y combatir la corrupción para abrir la economía a la inversión extranjera.
La reforma previsional
De los tres objetivos, la reforma previsional es, por lejos, el más urgente y una condición previa para restablecer la confianza de los inversores y, por lo tanto, el crecimiento. Las pensiones en Brasil son increíblemente generosas. El gobierno gasta el 12% del PBI en jubilaciones, comparado a un promedio del 8% en los países ricos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).
Las pensiones han contribuido en gran medida a que la relación entre la deuda pública y el PBI pasara del 52% a finales de 2013 al 78% actual. Con una población cada vez más envejecida, pronto podría superar el 90%. Había ocho trabajadores por cada jubilado en el año 2000; para 2060, sólo habrá dos, afirmó Paulo Tafner, del Instituto de Investigación Económica Aplicada, un thinktank vinculado al gobierno. El sistema no es siquiera progresivo: el 41% de los beneficios previsionales se destinan a la quinta parte más rica de los brasileños, y sólo el 3% al quintil más pobre, según datos del Tesoro.
En la actualidad, si los trabajadores han aportado al sistema durante al menos 15 años, la edad mínima de jubilación de los hombres es de 65, y de 60 para las mujeres. Pero los hombres pueden jubilarse a cualquier edad si han contribuido al sistema durante al menos 35 años, y las mujeres si han aportado durante 30. Esto permite que los trabajadores se jubilen a partir de los 53 y 48 años, respectivamente. Los viudos además perciben los beneficios de sus cónyuges. En consecuencia, Brasil gasta siete veces más en sus ciudadanos de tercera edad que en programas para los más jóvenes, como la educación. El promedio regional es de cuatro.
Brasil gasta siete veces más en sus ciudadanos de tercera edad que en programas para los más jóvenes, como la educación
El 20 de febrero, Bolsonaro presentó ante el Congreso un proyecto de enmienda constitucional para controlar el gasto en jubilaciones. La propuesta establece una edad mínima para el retiro laboral de 62 años para las mujeres y 65 para los hombres. Aumentaría las cotizaciones de las personas con mayores ingresos y limitaría la medida en que los pensionistas pueden percibir más de una prestación. Pretende pasar de un sistema de reparto -en el cual los trabajadores actuales soportan a los pensionistas actuales; a un modelo de capitalización, en el que los jubilados perciben sus pensiones sobre la base del ahorro acumulado durante su vida laboral-, durante un período de 12 años. Si el Congreso hubiera aprobado la propuesta en su totalidad, el gobierno hubiera ahorrado alrededor de USD 300.000 millones en la próxima década.
Una serie de escándalos, y la delicada relación del presidente con el Congreso y sus propios diputados, frustraron su aprobación. El 23 de mayo Bolsonaro propuso un "pacto de entendimiento y de metas" con los líderes de ambas cámaras del congreso y el presidente de la Corte Suprema para cooperar en la reforma de las pensiones y otras medidas a favor del crecimiento económico. La comisión parlamentaria a cargo del sistema de pensiones aprobó el proyecto de Bolsonaro con modificaciones el 4 de julio. El plan es menos ambicioso que el proyecto original de Guedes.
La propuesta del Congreso prevé un ahorro de USD 251.000 millones de dólares en 10 años elevando la edad de jubilación de la mayoría de los trabajadores -a 65 años para los hombres y 62 para las mujeres-, aumentando las contribuciones y colmando las lagunas legales. Es más generoso con los pensionistas más pobres y de mayor edad y con los trabajadores rurales. Además, descarta la idea de pasar gradualmente de un sistema de reparto a uno basado en cuentas de ahorro individuales.
El texto debía ser sometido al pleno del Congreso, donde tendrá que ser votado dos veces y obtener una mayoría cualificada de tres quintos de los escaños, por ser una reforma de carácter constitucional. El 7 de agosto, la Cámara de Diputados aprobó en segunda instancia la reforma con el respaldo de 370 diputados (necesitaba 308 de 513 votos para superar los tres quintos necesarios). Ahora debe pasar por el Senado para su aprobación definitiva.
El día después de que se apruebe la reforma de las pensiones será el comienzo de un nuevo Brasil
Un plan más moderado propuesto por Michel Temer, que habría ahorrado USD 100.000 millones, fue rechazado por el Congreso el año pasado. Pero Bolsonaro tiene ventajas que su predecesor carecía. Sus aliados controlan ambas cámaras. Aún más importante, el apoyo de los brasileños a la reforma está creciendo. BTG Pactual, un banco de inversión cofundado por Guedes, estimó que el 83% de los congresistas apoyan algún tipo de reforma de las pensiones.
Aunque Guedes denunció que el Congreso había abandonado su reforma, la mayoría de los analistas piensan que el plan del Congreso ahorraría lo suficiente para atraer inversores. "El día después de que se apruebe la reforma de las pensiones será el comienzo de un nuevo Brasil", vaticinó Luiz França, presidente de la Asociación Brasileña de Incorporadoras Inmobiliarias (ABRAINC).
Otras reformas
Las ambiciones del ministro Guedes no se agotan con la reforma de las pensiones. También pretende la simplificación del régimen fiscal y la reducción de los obstáculos a las importaciones. "Vamos a privatizarlo todo", dijo Roberto Castello Branco, el elegido por Guedes como nuevo CEO de Petrobras, la empresa petrolera controlada por el Estado.
Incluso si la reforma de las pensiones se aprueba en el Senado, Bolsonaro deberá superar muchos obstáculos para aprobar sus otras metas. Para privatizar las empresas estatales y reducir los aranceles de importación, el gobierno tendrá que luchar contra intereses especiales, incluyendo generales retirados dentro del gabinete de Bolsonaro que se resisten a vender activos "estratégicos" como Petrobras. Varios sectores industriales están horrorizados frente a la perspectiva de competir con el mundo.
El mandatario brasileño necesitará la cooperación del Congreso para modificar el sistema tributario y reducir la masa salarial del sector público. La Corte Suprema pronto decidirá si permitirá que las provincias endeudadas reduzcan los salarios y las horas de trabajo de los trabajadores estatales.
Tony Volpon, ex director del Banco Central y nuevo economista jefe del banco UBS Brasil, advierte el surgimiento de una nueva coyuntura en la política brasileña. "Quizás la mayor sorpresa no sea que la reforma [previsional] haya pasado su primera prueba [en la Cámara de Diputados], sino que el entorno político del país lo haya permitido", dijo en un artículo publicado en Americas Quarterly.
"Comprender esta nueva dinámica es clave para determinar si avanzarán o no las demás reformas".
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