Carlos Mejía Godoy, el creador de la "banda sonora" de la revolución sandinista, cumple un año en el exilio y recientemente dirigió una dura carta a Daniel Ortega en la que lo exhorta que detenga "este infierno contra el pueblo que en algún momento creyó en tu capacidad de líder y en tu inteligencia de estadista".
Mejía Godoy avivó la lucha contra Somoza con canciones que iban desde el reclamo social, como "El Cristo de Palagüina" o "Las Mujeres de Cuá", hasta un instructivo para manejar un fusil de guerra en la lucha guerrillera como "¿Qué es el Fal?". También es el autor del himno oficial del Frente Sandinista, y de canciones emblemáticas del sandinismo como "La Consigna" y "Nicaragua Nicaragüita".
En agosto del año pasado, el cantautor marchó a Costa Rica, según dijo, por recomendaciones de organismos de de Derechos Humanos que lo "instaron a abandonar el país lo antes posible" ante las represalias que podía tomar el régimen contra él después de acompañar, de nuevo, con sus canciones la lucha popular, esta vez, contra el régimen de Ortega.
Poco antes de irse al exilio dirigió una primera carta a Ortega en la que le recuerda una conversación que sostuvo con su fallecido padre. "Una noche, sentados ambos en la acera de su casa en el Barrio San Antonio, don Daniel me contó algo estremecedor. Me dijo que cuando Tacho (Somoza) hijo estaba torturando a (Adolfo)Báez Bone, al cortarle la lengua con un yatagán, el patriota bañado en sangre le escupió la cara y le dijo: Maldito… esta sangre te va a perseguir hasta el último día de tu vida". A reglón seguido, Mejía Godoy pide en su carta: "Daniel detené ya el genocidio. Daniel dejá de matar".
El himno del Frente Sandinista, creado por Carlos Mejía Godoy
Para ese tiempo ya la masacre era escandalosa. Según cifras reveladas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su informe de julio de 2018, "la acción represiva del Estado ha dejado al menos 212 personas muertas hasta el 19 de junio, 1.337 personas heridas y 507 personas privadas de la libertad registradas hasta el 6 de junio, así como cientos de personas en situación de riesgo tras ser víctimas de ataques, hostigamientos, amenazas y otras formas de intimidación".
A pesar de este choque frontal entre los antiguos compañeros de revolución, las canciones de Carlos Mejía siguen siendo parte de la banda sonora de la parafernalia política que despliega el régimen en sus celebraciones. El mismo Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo bailan y siguen con palmas rítmicas las viejas canciones revolucionares que compuso Mejía para la revolución sandinista.
"No ceso de reclamarle al gobierno que usen nuestras canciones como 'banda sonora' del crimen, el terror y el genocidio. Pero ellos, en su arrogancia, creen, en el paroxismo de la mitomanía, que sus 'vidas ejemplares' nos han inspirado nuestras trovas. Eso se llama cinismo ramplón y vergonzante", dijo Mejía en una entrevista al diario La Prensa.
"Traicionamos el suelo de los héroes".
En conversación telefónica con Infobae, Carlos Mejía habló de los 40 años de la revolución sandinista, sus canciones y las acusaciones de "traidor" que con frecuencia le endilgan los simpatizantes de Ortega.
-¿Cómo vivió este 40 aniversario de la revolución sandinista?
-Flash back. Plaza de la Revolución, 1979. Banderas, consignas, fervor delirante. ¿Cómo no llorar de nostalgia, al revivir la imagen de aquel mar de gente, entonando nuestros himnos con el frenesí del triunfo? Pero pasaron cuatro décadas. Y de esa imagen no quedan más que cenizas. Hablo en plural: Traicionamos el sueño de los héroes, nos entronizamos en el poder. Le dimos la espalda al pueblo y empezaron a gobernar la arrogancia y la codicia. Y ahora me preguntan: ¿Valió la pena ser parte de aquel capítulo deslumbrante? Los que abrazamos esa causa con fe y dignidad no tenemos por qué avergonzarnos. Confieso: Si yo volviera a nacer, asumiría de nuevo mi modesto papel de cantor, con la misma energía y entusiasmo. Con esa misma vehemencia con que hoy, en este nuevo contexto, lucho con las armas del civismo y la resistencia pacífica, contra el crimen y la impunidad".
Traicionamos el sueño de los héroes, nos entronizamos en el poder. Le dimos la espalda al pueblo y empezaron a gobernar la arrogancia y la codicia
-¿Cuál fue su relación con Rosario Murillo y Daniel Ortega?
-Nunca fuimos "entrañables amigos". Pero los conocí, los traté de cerca, aprecié sus cualidades y, en su momento, agradecí sus actitudes positivas en apoyo a mi labor. Guardo gratos recuerdos de Rosario, al frente del Grupo Gradas: talento, creatividad, audacia, liderazgo… Pero, ya empezaba a vislumbrarse la chispa de la autocracia. Decidí alejarme sin hacer ruido.
De Daniel, aquel Daniel encarcelado en la Modelo, guardo un precioso poema titulado "Catarrancito", al que puse música y entregué a Doña Lidia (madre de Daniel Ortega) en un casete. La abnegada madre, según ella me contó, lo metió en un bollo de pan y así lo introdujo a la celda, burlando la vigilancia del penal. Durante la Revolución, hablamos algunas veces y siempre fue respetuoso y cordial. Quiero ser ecuánime y, por ética fundamental, deseo declarar que, en la segunda etapa de su gobierno, estuvo pendiente de la salud de mi santa madre y giró instrucciones al General Darce (médico director), para que ella fuese atendida de manera especial en el Hospital Dávila Bolaños. Pero, reconocer un gesto de solidaridad no me pone una venda en los ojos para constatar, que ese mismo personaje es quien ha dado órdenes concretas para llevar a cabo crímenes de lesa humanidad, comprobados y certificados por organismos nacionales e internacionales.
-¿Por qué esas cartas a Daniel Ortega?
-Precisamente, porque aún no salgo del estupor al pensar que ese mismo Daniel, hace menos de ocho años me citó a su despacho y con una calidez y una actitud autocrítica que jamás imaginé, reconoció los ataques irracionales de sus seguidores contra mí y mi familia. Sólo por el delito imperdonable de reclamar el derecho moral que sustentaba: no permitir que mis canciones fueran mutiladas y secuestradas, para seguir siendo "la banda sonora" de los atropellos y la corrupción, que ya empezaban a enseñorearse en los organismos estatales. Y precisamente, cuando me dirijo a él, no lo llamo Comandante, sino Daniel, como corresponde dirigirse a alguien que te ha tratado con un mínimo de cercanía.
-Hay entre los simpatizantes al régimen quienes lo consideran a usted "traidor". Y le recitan una estrofa de su propia canción "No se me raje mi compa".
-¿Traidor a quién? ¿A un personaje tan imperfecto como yo? ¿A un partido? ¿A una secta? ¡A ver! Hagamos un ejercicio: Invito, sin que me tiemble el pulso, a esos inquisidores de opereta a que pongan sobre la mesa mi trayectoria. Y con los instrumentos de disección, localicen: mis mansiones, mis cuentas bancarias, mis privilegios… Lamento decepcionarlos, porque sólo se van a encontrar el único patrimonio que heredaré a mis hijos: Un puñado de canciones, envueltas, como lecheburras [dulce típico de Nicaragua] en el amor y el respeto de mi pueblo. Por eso, sin tartamudear, con toda la gallardía de mi corazón nicaragüense, seguiré cantando, fiel a mis principios y valores: ¡No se me raje mi compa!".
-¿Cuándo regresará a Nicaragua?
-Cuando salga el último reo, cuando cese la persecución, cuando regrese el último exiliado. Cuando, como dijo Julio Cortazar, la larga noche de la infamia se pierda en el desprecio del olvido".
Segunda carta a Ortega
En su segunda carta a Ortega, fechada el 13 de julio, exactamente un año después de la primera, Mejía Godoy le pregunta: "¿Qué se siente llegar nuevamente al 19 de Julio y darte cuenta de que, cuarenta años después de aquella fecha gloriosa, hemos retrocedido a la época de las cavernas? ¿O es que seguís creyendo, desde la cúspide del mesianismo, que todavía podés ponerle el respirador artificial a esa enferma terminal que es tu revolución?"
Le recuerda asimismo "el patético final" en diciembre de 1989 del matrimonio Ceaucescu, que gobernó con mano de hierro en la Rumanía comunista. "La misma guardia personal que todas las mañanas ponía rosas rojas en el despacho de la pareja, se encargó de abortar el intento de fuga. En ese trágico epílogo, la excelsa Primera Dama, desgañitada, ordenaba la presencia de sus leales cachorros. La respuesta fue una ráfaga mortal, con la que se cerró un capítulo más del llamado socialismo real en la Europa del Este".