Familiares de los presos asesinados durante un motín en una cárcel del norte de Brasil acudieron el martes a una oficina forense a identificar a las 58 víctimas, en donde algunos de ellos se desmayaron al ver los cadáveres decapitados de sus seres queridos.
En un intento por evitar más violencia en la prisión de Altamira, en el estado de Pará, las autoridades comenzaron a transferir a 46 reclusos a otras prisiones, después de que los enfrentamientos del lunes entre pandillas rivales resultaran en 16 decapitaciones. Autoridades locales señalaron que al menos 33 presos fueron transferidos el martes a la capital estatal de Belem para ser reasignados.
En medio del calor y la humedad característicos de Altamira, un trabajador del instituto forense de la ciudad, Marcel Ferreira, describió la angustia entre los familiares que esperaban afuera del lugar, y dijo que la oficina pidió a los bomberos y a las autoridades locales que les llevaran agua, alimentos y brindaran asistencia médica a los familiares.
Este martes, la situación en los alrededores del presidio era caótica y el hedor que dejó tras de sí la matanza y el incendio hizo casi que obligatorio el uso de tapabocas para poder soportarlo.
Los expertos forenses de ciudades vecinas en Pará llegaron para ayudar a lidiar con el gran número de cadáveres. Los cuerpos tuvieron que ser almacenados en un camión refrigerado que llegó a Altamira después de que se diera a conocer la noticia de otra enorme masacre al interior de la prisión.
La oficina del forense informó que ya se han entregado 15 cuerpos a sus familiares.
José Gilson Barbosa, un vendedor de la región, respiró aliviado al saber que su hijo no estaba en la lista de las víctimas mortales.
"Estoy aquí desde ayer, al frente de este lugar, en busca de una respuesta porque tengo un hijo que se encuentra preso en esta cárcel. Salí de aquí ayer en la noche después de que entregaron la lista y gracias a Dios mi hijo no está ahí", aseguró a Efe.
Las autoridades estatales dijeron que los enfrentamientos del lunes estallaron cuando el grupo local Comando Classe A atacó un ala de la prisión que aloja a miembros de la pandilla rival Comando Vermelho, o Comando Rojo.
Los miembros del Commando Classe A incendiaron los contenedores que albergaban temporalmente a los reclusos pertenecientes a Comando Vermelho mientras se construía otra ala. La mayoría de las víctimas murió por asfixia.
"Claramente es una declaración de guerra en contra del Comando Vermelho", dijo Jean-François Deluchey, profesor adjunto de ciencias políticas en la Universidad Federal de Pará, quien ha estudiado la región durante 20 años.
Las autoridades no han revelado la causa exacta de los ataques recientes en Altamira, sólo confirmaron que fue una lucha entre grupos delictivos. Sin embargo, varias de las últimas masacres al interior de prisiones se han atribuido a enfrentamientos entre pandillas por el control de rutas de narcotráfico en el Amazonas.
En muchas prisiones brasileñas los custodios son ampliamente rebasados en número y pasan apuros para mantener el control de la siempre creciente población de reclusos, además de que los líderes de pandillas con frecuencia dirigen sus actividades tras las rejas.
Las más recientes masacres representan un desafío para el gobierno derechista del presidente Jair Bolsonaro, un ex capitán del ejército.
Bolsonaro hizo campaña enfocándose en una postura severa contra la delincuencia y prometió reducir la violencia en Brasil, incluso en sus sobrepobladas prisiones.
El martes, Bolsonaro habló por primera vez de la matanza en un video publicado en el portal de noticias G1. "Pregúntales a las víctimas de quienes murieron ahí lo que piensan", respondió cuando la prensa le preguntó qué pensaba sobre fortalecer la seguridad en la prisión de Altamira.
(Con información de AP y EFE)
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