"Réquiem por una revolución": el testimonio de un fotógrafo que vio nacer el sandinismo y ahora espera un nuevo ciclo de violencia en Nicaragua

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Bill Gentile, en una charla sobre la revolución sandinista (cortesía El Nuevo Diario)
Bill Gentile, en una charla sobre la revolución sandinista (cortesía El Nuevo Diario)

Bill Gentile quedó perturbado con lo que vio en Nicaragua. El fotógrafo y documentalista, que retrató la revolución sandinista en 1979, tiene claro en que la actualidad bajo el régimen de Daniel Ortega no se compara con el horror que captó en esa época, pero su regreso al país luego de cuatro décadas de esa cobertura lo dejó con una honda preocupación: "Son los cimientos para un nuevo ciclo de violencia".

Cuando el director, nominado al premio Emmy por su trabajo periodístico en Afganistán, pisó Managua a finales de los 70, vio escenas que quedaron impregnadas en su memoria, según recordó en una columna para The Daily Beast. Cuerpos calcinados, militares que apilaban cadáveres de rebeldes, miembros de la Cruz Roja examinando huellas de tortura. Familias traumatizadas por las muertes de jóvenes. Tiene claro que el panorama no es comparable con la actualidad, aunque resaltó: "Hubo momentos de mucha esperanza. Esperanza para un nuevo comienzo en un país cansado de una dictadura apoyada por Estados Unidos".

Ese espíritu fue parte de lo que más extrañó en su reciente visita, en el marco del 40° aniversario de la revolución. Los últimos años han sido más que complicados para el régimen de Ortega y su esposa, la vicepresidente Rosario Murillo. Las protestas estudiantiles se multiplicaron con un saldo de más de 200 muertos y al menos 2.000 heridos.

Daniel Ortega, de ser uno de los líderes de la revolución a liderar un régimen autoritario cada vez más brutal
Daniel Ortega, de ser uno de los líderes de la revolución a liderar un régimen autoritario cada vez más brutal

En su texto, titulado "Réquiem por una revolución: Nicaragua se dirige hacia una nueva violencia", Gentile explicó las razones del descontento que encontró en la población: "(Ortega y Murillo) han hecho tratos diabólicos para perpetuar su poder con algunos de los sectores más aborrecibles de la sociedad nicaragüense. Arregló la Constitución para permitirle ser presidente de por vida. Ahora controla la gran mayoría de los canales de noticias e información. Sus políticas permiten que los ricos se enriquezcan, en el segundo país más pobre del hemisferio occidental. Para ganarse el apoyo de la Iglesia Católica, aprobó una ley que prohíbe todo tipo de aborto, incluso cuando la vida de la madre está en peligro al proceder con un embarazo".

En su visita a la capital, asistió a una manifestación política en la plaza principal. "Allí vi una Nicaragua diferente. Una Nicaragua aparentemente vacía del altruismo y el idealismo que vi en los primeros días del dominio sandinista. Vi una Nicaragua profundamente dividida entre partidarios y opositores del dominio sandinista. Me sentí incómodo". Además, notó la presencia de "demasiada gente observando de reojo o tras anteojos oscuros", en referencia al personal de inteligencia.

El fotógrafo también quedó sorprendido por las extremas medidas de seguridad en el barrio donde reside la pareja presidencial. Cordones de concreto y hombres armados que interrumpen el tráfico, "por lo menos a cinco cuadras a la redonda en cada dirección".

Su recorrido incluyó otros puntos claves del aparato de represión. "Vi a paramilitares del gobierno vestidos de negro resguardando una cadena de TV y radio intervenida por fuerzas del gobierno, que apresaron al dueño. Visité una iglesia donde fuerzas del gobierno y sus matones mataron a dos manifestantes que se habían refugiado junto a otros tras ser perseguidos por policías y pandillas sandinistas. Vi el lugar donde las balas fueron disparadas en la iglesia".

También, le llamaron la atención los enormes árboles decorativos de acero erigidos por una empresa vinculada a la familia presidencial, obra que necesita protección de intentos de ataques al convertirse en un símbolo de la corrupción Además, vio sin mayor sorpresa cómo los centros comerciales, restaurantes, bares y hoteles quedaron vacíos, sin los turistas que solían llenarlos.

"¡Ortega no controla ni verga!", le dijo un antiguo militante sandinista, que en su lugar culpó a Murillo, una postura que se repite entre los oficialistas. Gentile aseguró que el movimiento todavía tiene un importante respaldo, aunque apuntó las denuncias de una compra de apoyos.

El mandatario nicaragüense Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidente Rosario Murillo, durante un acto en Managua (REUTERS/Oswaldo Rivas)
El mandatario nicaragüense Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidente Rosario Murillo, durante un acto en Managua (REUTERS/Oswaldo Rivas)

Otro nicaragüense, ex sandinista y ahora crítico del régimen, manifestó su preocupación por un posible nuevo ciclo de violencia originadas en las políticas del gobierno. "Cuando todas las vías pacíficas de cambio se encuentra con represión violenta, un respuesta violenta se vuelve inevitable", advirtió el nicaragüense. Por su parte, Gentile agrega que Ortega y Murillo "no se detendrán por nada para aferrarse al poder".

El fotógrafo dejó el país con una interrogante: qué pensarían los fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional acerca de lo que hoy es considerado sandinismo, dudando si es que refleja los ideales originales.

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