Durante doce años, los nicaragüenses han podido oír cada mediodía la voz de Rosario Murillo que se desparrama por todos los medios que controla el gobierno, que valga decir, son casi el 80 por ciento de los que quedan en Nicaragua. Son unas especies de letanías, donde en un tono suave, casi maternal, Murillo, esposa de Daniel Ortega y vicepresidente de la República, habla del clima, felicita cumpleañeros, regaña funcionarios, declama poemas, anuncia las celebraciones patronales de cada pueblo, reza, cita salmos o predice desgracias.
Sin embargo, el mediodía del 19 de abril de 2018, la persona que se puso ante los micrófonos era otra Rosario Murillo. El tono ponderado, de madre protectora, desapareció. "Seres mezquinos, seres mediocres, seres pequeños. Esos seres pequeñitos, mezquinos, mediocres. Esos seres llenos de odio, todavía tienen la desfachatez de inventarse muertos. Imagínese hasta qué extremos llega la maldad", se le oyó decir como si de un ser poseído se tratara.
Fragmento de la alocución de Rosario Murillo del 19 de abril de 2018
El día anterior habían estallado sorpresivamente las protestas en Nicaragua, 24 horas después ya se contaban los tres primeros muertos de una lista que en los próximos cuatro meses alcanzaría a 325, según cifras de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
A partir de ese día, el insulto, el epíteto, se instaló como norma en el discurso oficial. Los simpatizantes del gobierno acogieron e incorporaron a su lenguaje cada calificativo que salía de Murillo. Si ella llamaba "vandálicos" a la oposición, a partir de ese momento todas las notas de prensa y cometarios en redes sociales comenzaban a llamarlos de esa manera. Si les decía "puchitos" (poquitos) o "vampiros chupa sangre", de esa forma pasaban a llamarse. Incluso el lenguaje diplomático en las relaciones exteriores del gobierno fue dejado de lado para asumir el "Estilo Murillo" en sus comunicados.
En una nota de prensa la Cancillería, Nicaragua reclama al Presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, su intervención en la XXVI Cumbre Iberoamericana de Antigua, Guatemala (a la que no asistió Ortega), en noviembre pasado. Y en menos de una cuartilla suelta 21 calificativos: "Ficha de la política injerencista de los Estados Unidos", "disonancias atrevidas", "ridículos aires de grandeza", "posiciones pretenciosas", "voces de superioridad proimperialistas", "candil de la calle", "actitud proimperial", "prepotente", "de escasa inteligencia o sensibilidad diplomática", "maleducado", "entrometido", "despreciativo", "racista", "relegante", "fisgón", "cínica", "grandilocuente", "injustificada", "xenófoba", "afán de protagonismo" y "pequeñez delirante", entre los que Infobae pudo contar.
El "estilo Murillo" en un comunciado de la cancillería de Nicaragua
La catedrática Addis Esparta Díaz, doctora en Filología y experta en Semiótica, analiza desde su especialidad el lenguaje del Ministerio de Relaciones Exteriores: "En esta nota de Cancillería dirigida al gobierno costarricense se encontró lo siguiente: ocho metáforas (dicha de la política, aire de grandeza, su propia oscuridad sin dedos…); una redundancia (que no ve ni quiere ver); paronomasia (clama y reclama); un símil (la pequeñez es delirante) y un vocativo en clara alusión al libro de Rulfo el Llano en llamas; así como 33 adjetivos que funcionan como "palabras bloques" unidos a sustantivos, los que funcionan como insultos insólitos, irracionales y excluyentes". Y concluye: "Este discurso no puede llamarse diplomático porque rompe con el lenguaje cortés, claro y circunspecto que lo caracteriza".
Para el político liberal, Eliseo Núñez, lo que cambió en el discurso de Murillo fue el tono y no el fondo, porque "siempre, aun con palabras dulces, el autoritarismo estaba ahí en su llamada política de comunicación descontaminada".
Los epítetos, dice Núñez, "son el reflejo de la falta de control de sus emociones cuando la contradicen, cuando la retan, cuando las cosas no le salen como piensa. Su centralización excesiva proviene de una enorme necesidad de controlar todo, lo que indica que es profundamente autoritaria y a la vez carga con un grado de inmadurez emocional que la vuelve irascible. Endilga epítetos u ofensas como un mecanismo de expresión de ira, que no tuviesen mayor importancia si no fuese porque ella controla las fuerzas represivas del país".
Zoilamérica: "Así fue siempre"
"Ella siempre fue malhablada y soberbia para los insultos. Más bien lo maternal lo adoptó cuando se creyó elegida de Dios como madre de Nicaragua", dice alguien que la conoce bien: su hija, Zoilamérica Ortega Murillo. Madre e hija están distanciadas desde que en 1998, Zoilamérica acusó a Daniel Ortega de violación y abuso sexual. Murillo respaldó a Ortega.
"Ella ha tenido la virtud de la crítica mordaz. Siempre lo ha criticado todo. Una especie de superioridad que siempre era hostil y virulenta, como una forma de protestar porque nunca sintió tener lo que merece. Así fue con mi abuelo. Así fue con Daniel. Con sus hermanas. Con mis hermanos. Conmigo", dice.
Entre los episodios de furia que recuerda Zoilamérica en el hogar, está el llamar "burgués hijueputa" a su propio padre o lanzarle objetos a la cabeza de Daniel Ortega o a alguno de sus hermanos.
"Hoy es la misma mujer solo que al sentir que por fin tiene todo el poder, fulmina y elimina con sus palabras al que se atreve a poner en riesgo lo que hoy tiene. Ella emite la furia personal que siempre ha tenido a través de sus comunicados".
Daniel Ortega, en cambio, es menos efusivo y de poca presencia pública. En un trabajo de la revista Confidencial, la periodista Arlen Cerda contó 296 apariciones públicas de Ortega contra 1700 de Murillo en cinco años. El 30 de abril pasado, después de dos semanas de silencio, Ortega habló de las sanciones que Estados Unidos ha ordenado contra sus allegados y familiares, y, a tono con el discurso cargado de los últimos tiempos, tildó de "miseria humana" a la delegación opositora con la que negocia la salida a la crisis.
"Daniel (Ortega) tiene de forma endémica, un resentimiento de clase. Son los momentos que pierde el control. Su complejo de inferioridad si lo siente retado reacciona enfurecido", dice Zoilamérica, quien además de su hijastra es socióloga de profesión.
"Su visión del mundo se limita a ricos y pobres, aliados de los ricos, aliados de los pobres, buenos y malos. Él se ubica en un lado y lo demás que atente contra él es motivo de su insulto. Pero lo de él es mas retórica, más la furia del extremista mesiánico, la de ella tiene el tinte de la estratega, de la descalificación, que te destruye auxiliada por una emocionalidad desordenada", concluye Zoilamérica Ortega Murillo.